…y llegó el alivio más grande, que es la libertad de pensar en las cosas en sí…
Virginia Woolf
Una de las lecturas imprescindibles de la literatura universal es Un cuarto propio, de Virginia Woolf. Ahí observó de manera lustrosa las circunstancias materiales y sicológicas de las mujeres escritoras en su tiempo y el mundo notoriamente diferente y ventajoso de los escritores, creadores de los personajes femeninos más emblemáticos.
Por su contenido, a 89 años de la publicación, se ha vuelto indispensable en las bibliotecas actuales feministas, no sólo por la premisa principal: las mujeres necesitamos dinero y un cuarto propio para desarrollar nuestro intelecto, sino también por lo vigente de la condición, lo invisibles que seguimos siendo en muchos contextos, la falta de oportunidades y los estereotipos que aún cumplimos a cabalidad.
Aunque el texto está escrito para mujeres de su misma condición, una queja argumentativa sobre escritoras que llevan a cuestas mil y un prejuicios, y no pretendía llevarlo a otros linderos, Virginia tenía una idea muy clara de que la violencia existe: “Ninguna muchacha pudo haber caminado hasta Londres y esperar en las puertas de los teatros y abrirse camino hasta el empresario (editor, literato) sin hacerse violencia y sufrir una angustia quizás irracional -porque la castidad puede muy bien ser un fetiche inventado por ciertas sociedades por razones desconocidas- pero no por eso menos inevitable”.
El reclamo sigue siendo justo y lo llevo hasta este escenario. A las mujeres en general nos sigue haciendo falta ser independientes económicamente y redefinir nuestros espacios de concentración, no solo a un cuarto. Ya no nos basta. Nuestra privacidad ya no se limita entonces a un espacio de 4×4 aunque ahí se forme nuestra intimidad y conocimiento de nosotras mismas porque la violencia ha llegado hasta ahí.
En México viven en condiciones de hacinamiento 2.5 millones de familias, es decir, tienen una casa pero no espacio, lo que obliga a todos los integrantes a compartir una misma habitación. Esto es uno solo de los factores que detonan la violencia de género y embarazos de niñas y adolescentes, por lo que los gobiernos han implementado el programa Un cuarto más o Un cuarto rosa, con el propósito de construir una habitación exclusiva para mujeres en lugares de bajos recursos, o con pobreza o pobreza extrema. Hasta el año pasado, Aguascalientes sumaba 34 mil hogares con hacinamiento. Y claro que se implementó aquí esta acción afirmativa. No es que esté en contra de proporcionarle a las personas una mejor calidad de vida a través de estas estrategias, lo que no debería ser es que estuvieran ceñidas a estas acciones, ideas de igualdad que muchas veces se tornan vacías, pues el Censo del 2015 cuenta que el 45.5% de las mujeres en el estado, declaró que al menos una vez ha sido agredida de diferentes formas por personas distintas a su pareja, ya sea por familiares, conocidos, o extraños en diferentes espacios, muchas de las veces en su propia casa.
Todo esto lo pensé porque mi madre acaba de contarme cómo mientras dos adolescentes dormían plácidamente en su cuarto, un pariente entró sin pena a la medianoche haciéndose el perdido en una casita de Infonavit. Si el imbécil no alcanzó a hacer algo fue porque los gritos fueron tan fuertes como para despertar a toda la familia. ¿Un cuarto propio rosa es la solución a la violación de la intimidad? ¿Y qué del pariente? ¿Qué con el machismo?
Para tener libertad de pensamiento y desarrollar nuestro intelecto las mujeres necesitamos dinero, un cuarto propio, espacios públicos seguros, una vida libre de violencia, porque ¿qué mujer va a reflexionar sobre el porvenir de la novela o la ciencia mientras vive una condición de abuso?, ¿qué niña terminará su tarea o se preparará para un examen de secundaria? Que no se nos olvide que el cuerpo de una mujer también es un espacio.
Indaguemos en nuestras condiciones de emancipación y de construcción de escenarios públicos y privados, por desgracia no todas gozamos los mismos privilegios, pero sí las mismas políticas públicas que deberían anteponerse a las soluciones prácticas y rápidas, pero que no son eficaces ante la violencia machista que nos acosa en lo más íntimo. Los cuartos rosas no bastan.
Los cuartos propios como una metáfora de todos los espacios.
Como Virginia, observemos las circunstancias materiales y sicológicas de las mujeres en este nuestro tiempo y lugar, apropiémonos de todos los cuartos, de todos los espacios, de nuestros cuerpos.
@negramagallanes