De Baldwin a Ta-Mehisis Coates y de regreso a Baldwin: hacia una nueva proclamación de emancipación / Extravíos - LJA Aguascalientes
17/04/2025

To be a Negro in this country and to be relatively

conscious is to be in rage almost all of the time.

James Baldwin

 

1619

Un barco holandés arriba a la América Británica trayendo consigo 20 africanos esclavizados que habrían de ser vendidos en Jamestown, Virginia. Cerca de dos siglos y medio después, en 1865, es proclamada la XIII Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos que prohíbe la esclavitud. En este lapso, ingresaron a Estados Unidos entre 560 mil y 600 mil esclavos negros que fueron vendidos en varios estados. De acuerdo al Censo de 1860, la población total de los Estados Unidos ascendía a 31.4 millones de personas, de las cuales 14%, 4.4 millones eran afroamericanas y, de estas, 3.9 millones, 88.7% del total de la población negra, eran esclavos.

 

1962

Un año antes de que se cumpliera el centenario de la Proclamación de Emancipación donde el presidente Abraham Lincoln estableció que serían liberados todos los esclavos de los Estados Confederados y dos años antes de que se promulgara la Ley de Derechos Civiles, el novelista y ensayista James Baldwin publicó una breve, conmovedora y combativa carta a su sobrino adolescente en la que lo exhorta a conducir su vida más allá de los límites y temores que le imponía vivir en una sociedad racialmente segregada.


“Naciste -le dice Baldwin a su sobrino James- donde naciste y enfrentas el futuro que enfrentas porque eres negro y no por ninguna otra razón. Se esperaba por lo tanto, que los límites de tu ambición estuvieran anclados para siempre. Naciste en una sociedad la cual manifestaba con brutal claridad y en tantas formas como le era posible, que tú eras un ser despreciable.”

Y añadió:

“No te tragues el cuento de nadie, ni siquiera el mío, sino confía en tu propia experiencia. Conoce de dónde viniste. Si sabes de dónde viniste realmente no hay límites para donde puedes llegar. Los símbolos y detalles de tu vida han sido deliberadamente construidos para hacerte creer lo que la gente blanca dice sobre tí. Por favor, trata de recordar que cuanto ellos piensan, así como lo que hacen y te obligan a soportar, no es testimonio de tu inferioridad, sino muestra de su miedo e inhumanidad.”

 

2015

“En América es una tradición destruir el cuerpo negro: es un patrimonio”, escribe en 2015 Ta-Nehisi Coates. Evidencias no le faltaban. El 17 de junio son asesinados 9 afroamericanos en la Iglesia Metodista Episcopal Africana Emanuel en Charleston (Carolina del Sur). El asesino, un joven de 21 años, blanco y orgulloso portador de una añeja cultura racista, sabía bien el lugar y fecha que darían mayor relevancia simbólica, lapidaria de hecho, a su homicidio. El lugar, la Iglesia Metodista Episcopal, fundada en 1816, fue la primera iglesia afroamericana y a lo largo de su historia ha sido un lugar de encuentro, refugio y solidaridad entre la población afroamericana así como un sólido bastión en la lucha contra la segregación y en favor de los derechos civiles. Por su parte, el día del asesinato se cumplía el 193 aniversario del inicio de una rebelión malograda contra la esclavitud que fue organizada y promovida por uno de los cofundadores de la Iglesia Metodista Episcopal, el clérigo, carpintero y antiguo esclavo Denmark Vesey. Así, como bien observó David Remnick: “Fue como si el asesino quisiera subrayar la vulnerabilidad de sus víctimas, enfatizar su inseguridad y la naturaleza racista de este acto de terror.”

Para mayor densidad simbólica el asesinato ocurre a mediados del séptimo año de la presidencia de Obama y es, en este sentido, uno de los más trágicos testimonios que contraría el optimismo liberal que vio en el arribo del primer presidente afroamericano de los Estados Unidos el inició de una época post racial.

Esta furia homicida no fue el único caso de racismo exacerbado. Ese mismo año fueron víctimas de crímenes de odio, entre otros, los afroamericanos Eric Garner, Renisha McBride, John Crawford Tamir Rice y Prince Jones. Muchos otros episodios de violencia contra la población afroamericana negros que se han observado en estos años comparten con estos casos otro elemento intolerable: el privilegio de la impunidad de la gozaron, la mayor parte de las veces, los victimarios, hayas sido estos oficiales del orden público o civiles.

Lo ocurrido en Charleston y los otros asesinatos o hechos de violencia contra afroamericanos no pueden ser tomados como ejemplos de la patología de unos cuantos psicópatas racistas armados -oficiales o civiles tanto da- sino que, en realidad, son parte de lo que Slavoj Zizek ha llamado “la sustancia simbólica colectiva de una comunidad”, una comunidad a la que no le preocupa tanto ocultar la cruel brutalidad del acto violento como el de preservar, así sea encubriéndolo, simulándolo e incluso negándolo, “el carácter ritualístico y cultural de una costumbre simbólica”. El momento fundacional de dicha costumbre simbólica está en la institucionalización del esclavismo en América del Norte, costumbre donde la violencia, en sus más variadas formas, tiene la función básica de afirmarse a sí misma como expresión de una supremacía racial y social que, desde luego, ha sido auto-concebida y auto-concedida por sus propios portadores.

Es en este contexto en el cual el escritor y periodista Ta-Mehisis Coates (1975) publica Entre el mundo y yo, una larga epístola donde trata de explicar a Sean, su hijo adolescente, -y explicarse a sí mismo- qué significa hoy vivir en Estados Unidos siendo, como ellos, afroamericanos.

El modelo de Ta-Mehisis Coates es, desde luego, Baldwin a quien sigue no sólo en cuanto a la selección del formato epistolar -lo que a ambos les permite desplegar una persuasiva pedagogía y alcanzar un profundo, y en ocasiones conmovedor, nivel de intimidad con sus corresponsales- sino también en cuanto al agudo sentimiento de dignidad agraviada que informa el hondo escepticismo con que ambos observan la historia, presente y futuro de su país.

La epístola de Coates puede leerse, en primer término, como una necesaria actualización de la exhortación de Baldwin pero también como un manifiesto en favor de una nueva proclamación de emancipación, una emancipación del miedo.

El miedo es quizá el concepto clave en la epístola de Coates. O, mejor dicho, es el miedo la experiencia fundamental que atraviesa, tensa y da sentido al testimonio epistolar de Coates. No se trata, desde luego, de una experiencia contingente, banal o asociada a zozobras metafísicas. Es, de manera fundamental, una experiencia visceral, enraizada en la piel y cuya sede primordial se da en torno el cuerpo: es el miedo a que el cuerpo, solo por el hecho de ser negro, sea sujeto de registros policiales, detenciones arbitrarias, palizas, humillaciones, segregación o, en el último y definitivo de los casos, aniquilado: “El racismo, escribe Coates, es una experiencia visceral, que hace saltar los sesos, bloquear tráqueas, desgarra músculos, extrae órganos, parte husos y rompe dientes.”

El origen de este miedo es, entonces, tan manifiesto como inequívoco: el racismo, esa patología que se reconoce en el supuesto imperativo natural de instaurar de facto y de jure una jerarquía social, moral, económica, y política basada ya en el color de la piel, ya en los orígenes étnicos, ya en los usos y costumbres. No extrañe, por ello, que el relato de Coates tenga como referencia reiterada la historia del racismo en su país y, en el contexto de esta, su experiencia de vida en todos los ámbitos, personal, familiar, escolar, social, profesional.

La mayor injusticia es vivir bajo el signo del miedo. Y más allá de la distribución de responsabilidades, mientras éste sea el referente esencial en la trayectoria y las expectativas de vida de millones de personas no puede hablarse, sin vergüenza, de una sociedad libre e igualitaria.

A diferencia de la integración en la que soñaba Luther King, o el advenimiento de una nación negra por la que luchaba Malcom X, o al optimismo liberal de Obama, la visión de Coates es, al mismo tiempo, más radical y modesta: su aspiración es que Sean, su hijo, viva y crezca al margen del miedo y así pueda levantar las barreras que se erigen entre él y el mundo, ese mundo tan “terrible y hermoso” que le tocó compartir con sus prójimos.

La liberación del miedo es entendida, así como una nueva, poderosa y necesaria proclamación de emancipación. Se trata de una proclamación que, partiendo de una aguda conciencia del desamparo y el agravio histórico, abra las puertas a otro futuro posible.

Coates sabe, sin embargo, que ese futuro posible, que esa nueva proclamación, y todo lo que la implica no sólo en términos políticos, sociales y económicos sino también, y acaso principalmente, en su dimensión moral, no va a provenir de la población blanca, sino que ha de ser conquistada y declarada con el único recurso con que Sean, y con él toda su generación, dispone: la lucha por entender y erradicar las condiciones que generan, multiplican y, a fin de cuentas, requieren del miedo para asegurar su continuidad: “Nunca olvides -le dice Coates a su hijo- que hemos estado esclavizados en este país mucho más tiempo del que hemos sido libres…la lucha es lo único que puedo darte, es lo único que tenemos, porque el dios de la historia es ateo, y en su mundo no hay nada predestinado… Esto no es desesperación. Son las preferencias del universo mismo. Los verbos por encima de los nombres, las acciones por encima de los estados, la lucha por encima de la esperanza.”

 

2017

James Baldwin ha regresado. “Más grande y malvado que nunca”, según el crítico e historiador Henry Louis Gates y, añade Antonio Muñoz Molina, con su voz limpia y lúcida. La publicación en 2015 en Library of América de un volumen que reúne tres novelas que Baldwin escribiese en las décadas de los sesenta y setenta y que se añade a la edición en dos volúmenes de sus otras novelas y de sus ensayos completos que se publicaron en 1998 bajo la misma iniciativa editorial, el documental que le dedicó Raoul Peck, I Am Not Your Negro (2016), la puesta en escena por parte del músico Meshell Ndegeocello de Can I Get a Witness? The Gospel of James Baldwin, obra inspirada directamente en The Fire Next Time, e incluso la deuda que Barry Jenkis admite tener con la obra de Baldwin a la hora de dirigir y escribir el guión de Moonlight (2016), son algunas de las muestras más visibles de ello.  

A treinta años de su muerte, y en una época reaccionaria, dominada por una regresiva nostalgia histórica, la voz de Baldwin guarda una vigencia insospechada: su fuerza artística e integridad moral interpelan -con rabia y consternación, pero también con luminosa generosidad- nuestro tiempo, como bien lo muestra el notable libro de Ta-Mehisis Coates.

 

Nota de las fuentes. El epígrafe de Baldwin y el comentario de Remnick se encuentra en el ensayo de este último “Charleston and the Age Of Obama”, publicado en la edición del 19 de junio de 2015 de New Yorker (https://goo.gl/4GHbz7). Los datos sobre migración y esclavitud provienen de https://goo.gl/Z4zGk. Baldwin publicó la primera versión de “A Letter to my Nephew” el primero de enero de 1962 en la revista Progessive (https://goo.gl/1rl0Wa) y fue incluido en el libro The Fire Next Time (The New Yorker, 1963) con el título “My Dungeon Shook -Letter to my Nephew on the One Hundredth Anniversary of Emancipation”. La cita de Zizek es de su ensayo La nueva lucha de clases. Los refugiados y el terror (Anagrama, 2016, traducción de Damia Alou). El libro de Ta-Mehisis Coates fue publicado en español a finales de 2016 por Seix Barral en traducción de Javier Calvo. Las declaraciones de Louis Gates y de Jenkis son recogidas por Scott Timbberg en su artículo “30 years after his death, James Baldwin is having a new pop culture momento”, Los Angeles Times, 23 de febrero de 2107. (https://goo.gl/HyEOBQ). La nota de Muñoz Molina, “James Baldwin regresa”, se publicó el sábado 8 de abril de 2017 en Babelia, suplemento de El País. La noción de que vivimos en una época reaccionaria la tomo prestada de Mark Lilla quien la ha desarrollado en “The Shipwrecked Mind On Political Reaction” The New York Review Books, 2016.

 


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