Nuestro fracaso / Memoria de espejos rotos - LJA Aguascalientes
22/11/2024

 

Down and out…

It can’t be helped that there’s a lot of it about.

With, without…

And who’ll deny it’s what the fighting’s all about?

Us and Them – Pink Floyd

 

Tengo la triste percepción de que la difusión de una cultura sobre la equidad de género, sobre la inclusión total de la diversidad sexual, y -en general- sobre la universalización de los derechos humanos, padece de un grave problema en su pedagogía y en su propaganda. Escribo esto con verdadera pesadumbre, porque en las últimas semanas los medios de comunicación y las redes sociales han dado cuenta de cómo nos ha sido difícil entendernos, y -sobre todo- propagar de manera efectiva la necesaria instrucción en estos temas.

Recién fue la conmemoración del Día Internacional de la Mujer y muchas personas (tanto de cierta influencia social, como ciudadanos comunes), por diversos medios, hicieron gala de la malinterpretación y la trivialización de la efeméride. Hacia las mismas fechas, hubo dos casos de rectificación jurídica de identidad genérica en Aguascalientes, y las reacciones de diatriba, insulto y violencia, no fueron pocas. También, en más del Registro Civil, la semana pasada el Frente Nacional por la Familia (FNF) capítulo Aguascalientes, protestó ante las oficinas mencionadas, en rechazo a la reforma para que el Registro Nacional de Población implemente un formato único de registro de nacimiento en el que cambian los campos de Madre y Padre, por el de Datos de Afiliación, al argüir que eso vulnera a la “familia natural”. Igualmente, la misma semana, una colaboradora de El Universal, en la CDMX, denunció a un hombre por acoso, la denuncia prosperó, y el eco de esto desnudó mucho de cómo somos: retrógradas, violentos, misóginos, machistas, impermeables a la empatía y al entendimiento. Una más. En distintos países, como Nicaragua, Perú, Venezuela, Chile, Ecuador, Colombia, se ha llevado a cabo (o estará próxima a realizarse, como en el caso de Aguascalientes) una manifestación multitudinaria en “defensa de la vida desde su concepción hasta su término natural”, obviamente impulsada por las iglesias de confesión judeocristiana, y apoyada por gente con más ortodoxia que sentido común, y que en México pretende presionar políticamente a los legisladores para que retiren la reforma a la NOM-046, que facilita la interrupción legal del embarazo en menores por causal de violación. Por último, el mismo FNF en voz de su coordinador estatal, Carlos García Villanueva, amagó a los legisladores locales con impedir su reelección si no se alinean con la agenda del FNF, que incluye -además de no aplicar la NOM-046- imponer la no armonización legal sobre el matrimonio igualitario y la adopción homoparental.


En todas las expresiones descritas arriba hay dos factores comunes: por un lado, la ignorancia ortodoxa, y por otro la carencia pedagógica ante la insensatez. A una parte de la población le ha sido complicado entender la equidad de derechos universales sin distingo de género, orientación, credo, raza, clase, etcétera. A esa misma parte de la sociedad se le ha dificultado entender qué es el feminismo y por qué lucha; o cuáles son las cuestiones básicas para comprender qué son y qué no son la homosexualidad y la expresión del género. Coincidentemente, a la misma fracción de la población le ha sido complejo desvincular conceptos que -de origen- debieran ir separados, como: ética y credo de fe, diversidad de género e imposición de roles, amor y micro machismo romántico, mujer y maternidad obligada, homosexualidad y desviación, derechos humanos y dogmas religiosos, paternidad y heterosexualidad, libertad de expresión e imposición ideológica, Estado Laico y teocracia, feminismo y nazismo. Si esa incomprensión es indeseable, esto podría ser peor: la parte de la sociedad que dice comprender lo anterior (entre los que me cuento) le ha sido difícil propagar la naturaleza y los beneficios colectivos de su lucha. Mientras unos no entienden que no entienden, quienes (quizá ilusamente) creemos entender, no nos hemos sabido hacer entender. Baste saber que hay mujeres que -en el desconocimiento de sus privilegios interseccionales- reniegan del feminismo porque “no es necesario, es extremista, y hay que respetar”; lo que equivale a que haya negros defendiendo la esclavitud, o judíos revisionistas del atroz y dañino holocausto nazi. De ese tamaño es nuestro fracaso.

Y, ojo, esta no es una apología a la unanimidad de conciencias. Que cada quién crea lo que mejor le resulte para su realización personal, siempre y cuando que su práctica pública no atente contra los derechos humanos. Ni tampoco busco combatir la imposición ajena mediante la imposición propia. Ni creo tampoco en que una filia ideológica dote por sí misma de superioridad moral a quien la abandera. No. Simplemente advierto con pena que hemos fallado en nuestra responsabilidad dialéctica, y eso en nada abona a la cohesión de la sociedad, justo en un momento clave en el que la violencia y la falta de entendimiento son moneda corriente en la discusión y la práctica de los temas trascendentes para nuestra organización colectiva.

Luego del Día Internacional de la Mujer, un par de amados amigos y yo fuimos invitados a un programa de radio para hablar sobre derechos humanos. Mientras comentábamos al aire, un radioescucha llamó para exclamar en vivo que la equidad de género era un instrumento de la “ideología de género” para propagar el “homosexualismo” y destruir el “orden natural” de las cosas. Mis compañeros y yo no pudimos evitar reaccionar con risa. Penosamente nos dimos cuenta de que eso también significaba un fracaso pedagógico.

Sin embargo ¿cómo poder propagar el entendimiento sobre estos temas cuando el interlocutor ni siquiera puede distinguir (ya no digamos evitar) las falacias argumentativas en su discurso? En estos discursos abundan ese tipo de vicios falaces, como el ad hominem, la generalización, el ad ignorantiam, el “hombre de paja”, o el non sequitur, sólo por enlistar algunos; lo que trae a cuenta que esta polarización social es también fruto del fracaso educativo y de la precaria formación científica y de pensamiento crítico en la sociedad. El problema es, también, un asunto de Estado al que el gobierno no ha sabido responder. Por el contrario, la carencia de oficio político y vocación educativa en muchos de los gobernantes, ha dejado que dicha polarización fomente la violencia y la falta de entendimiento entre los integrantes de una sociedad cada vez menos cohesionada, menos comunicada, y más cobijada por el vértigo de las redes sociales y la impermeabilidad al saber. No basta con tener la razón; es indispensable tener también las herramientas intelectuales y formativas para propagarla. Como sea, el fracaso es de todos. Con vergüenza y humildad, asumamos cada uno nuestra parte.
[email protected] | @_alan_santacruz | /alan.santacruz.9


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