¡Claro que no!, es la primera respuesta que recibimos ante la pregunta. Además, con orgullo nos manifestamos como un país de puertas abiertas a todo el mundo, ciudadanos de muchos países nos visitan cada año y además miles de ellos viven entre nosotros y adquieren gustosos nuestra nacionalidad. ¿Cómo se le puede ocurrir a alguien ni tan siquiera pensar que somos o hayamos sido racistas? México es la amable bandera que cobija a todas las etnias, culturas y religiones. Nunca le hemos impedido entrar o salir a ningún foráneo. O sea que entre Mr. Trump y nosotros hay un mundo de diferencia.
Bien, pues lamento decirle que no siempre ha sido así. En cierta ocasión hace apenas 87 años fuimos tremendamente racistas. Y conste que no estoy hablando de discriminar a nuestros indígenas, ese es un capítulo aparte que ya hemos comentado en esta columna. Resulta que el presidente Porfirio Díaz abrió las fronteras a todo el mundo, para colocar a México en el escenario mundial y que los países civilizados vinieran a invertir con nosotros y así fue. Estados Unidos llegó y se posesionó de las minas, el tren y el petróleo, Inglaterra también en minas y en electricidad, los franceses trajeron el cine y los textiles y así intervinieron muchas otras naciones. Don Porfirio además firmó un convenio con la Emperatriz de China Tai-Chi, para que viajaran a nuestro país miles de chinos que trabajaron en la construcción del ferrocarril del pacífico y el norte del país. Poco después muere la emperatriz y pasa el mando al emperador Pu Yi que era un niño. Sus consejeros lo dominaron y como suele suceder abusaron del poder y provocaron la rebelión de los boxers, que fue el primer movimiento comunista. Ante esta revuelta, los acaudalados empresarios salieron de su país y pidieron asilo en México, que les dio todas las facilidades. Vinieron entonces grandes agricultores que sembraron arroz, soya, hortalizas y amapola (opio) en Sinaloa, Sonora y California. Trajeron también las primeras tintorerías, fábricas de hielo y de seda. Prosperaron, se hicieron aún más ricos y se convirtieron en los virtuales dueños de los bancos y las instituciones de crédito. Vino la revolución que derrocó a Díaz y provocó la matanza entre caudillos. Cuando terminaron las batallas, el gobierno se dio cuenta de que estaba en quiebra. ¿Cómo podría hacerse de fondos? Una de las ideas que se le ocurrió al presidente Portes Gil y al gobernador de Sonora Rodolfo Elías Calles fue crear la tristemente célebre Ley No. 20 o también conocida como Ley Nacionalista o Ley Antichina. Que no era otra cosa más que un atraco, los chinos eran declarados ilegales porque su inmigración había sido autorizada por el dictador ya desaparecido y entonces el gobierno tenía derecho a confiscarles los bienes. Además, los asiáticos fueron expulsados aún cuando tuvieran más de cuarenta años viviendo en tierras nacionales. Se crearon verdaderos dramas familiares porque muchos de los chinos se habían casado con mexicanas y tenían hijos, de manera que los padres salieron del país y las familias se quedaron aquí. La mayor parte de los expulsados se fueron a California, USA, donde crearon la ahora muy poderosa colonia china (China Town). Algunos nacidos en nuestros lares, consiguieron quedarse, pero la mayoría de ellos fueron desposeídos y desterrados. Como es común, cuando una autoridad es injusta, crece la anarquía y se favorecen las conductas delincuenciales múltiples. Hubo incontables saqueos a los negocios de los chinos, con agresiones violentas y asesinatos a los indefensos comerciantes, que en su gran mayoría habían apoyado los gastos de la revolución con donativos voluntarios o forzados, sin oponer resistencia. Es una página negra de nuestra historia, que oficialmente ha sido encubierta. Nunca se enseña en las escuelas este episodio. Hay muy poca literatura al respecto porque no hay gloria ni orgullo en el tema. Sin embargo, sucedió. ¿Hemos sido racistas? Que vergüenza, pero sí.
P.D.: Como dato curioso, el escudo del estado de Sonora de ese tiempo es un indio con los brazos abiertos y en el centro tiene ¡¡Una Esvástica!!
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Totalmente de acuerdo.
No debe haber ningún niño, joven o adulto, en las calles vendiendo o pidiendo dinero.
No hay voluntad ni dignidad de los funcionarios para realizar su trabajo, que muy bien lo cobran.