Lo que uno se encuentra / Con la vara que mido - LJA Aguascalientes
23/11/2024

 

El tamaño de la galería o su “institucionalidad” (pronunciar esta palabra es casi tan difícil como explicar lo que puede significar) no tiene nada que ver con la calidad de las propuestas que exhiben. Una especie de cliché dicta que los espacios independientes, las galerías de los bares y cafés son sólo para artistas en formación, para propuestas endebles o artistas poco serios. Pareciera también, según esa creencia popular de la que escribo aquí, que una vez que se ha recorrido cierto tramo y se ha cosechado uno que otro fruto en un camino que, vale decir, es tan largo como la vida y tan relativo como individuos lo transiten, no se “debe” regresar a los espacios “alternativos”, esos que apostaron por contribuir a la oferta cultural desde la trinchera de la iniciativa privada, aquellos que al inicio de nuestra carrera nos abrieron las puertas y en los que con gran entusiasmo exhibimos el alma y unas cuantas obras hace algunos ayeres.

Ante esta situación me surge una pregunta:

¿Qué clase de soberbia nos hace decir “soy demasiado artista para ese espacio”?

Pues bien, algunos lugares han desaparecido o eliminaron la galería, otros se mantienen y pese a sus modificaciones no han querido perder el espacio expositivo. Si bien su naturaleza es de carácter comercial, se niegan a ser sólo un establecimiento de compra y venta y le siguen apostando al arte como parte esencial de su personalidad. Lo anterior me parece digno de reconocimiento pues este tipo de esfuerzos son fundamentales para no perdernos en lo frío e impersonal de una sociedad de consumo veloz e implacable. Me gusta pensar que un pequeño espacio, una micro galería, bien puede abonar al bien común y ofrecer al espectador un par de interrogantes, un sentimiento, una pausa, un diálogo, un detonante.

Claro, depende de la obra que se exhiba…

Centro de la ciudad. Café del Codo. Mixta sobre tela. Cincuenta por cincuenta centímetros.

Sobre un fondo negro, un poco cargado hacia la izquierda, se puede observar la representación de un old fashion con tres hielos y un líquido ambarino. De la parte superior y corriéndose hacia el lado derecho de la composición, rodeando el vaso, se leen algunas frases pintadas en distintos tonos de gris. Sobre ellas se percibe una veladura en color asfalto que les otorga cierta homogeneidad y evita que compitan con el elemento principal. El conjunto de grafías disminuye además lo estático de la composición al propiciar pequeñas y rápidas lecturas en diversas direcciones. En la parte baja de la pintura se puede ver el reflejo de la base del vaso, sugiriendo la idea de una superficie imperceptible y aterrizando el objeto. A la izquierda de la composición, el espacio negro carece de inscripciones.


Una vez terminada la descripción formal de la pieza, es tiempo de interpretar: El fondo negro, además de provocar que el espectador se meta a la pintura, nos permite pensar en ideas de oscuridad, elegancia, abismo, noche y le proporciona un carácter de tintes dramáticos a la obra. Si se piensa en los distintos colores de los destilados y sus más comunes formas de servirse, quizás sea fácil deducir que lo que el vaso contiene es un trago de whiskey. El negro contrasta bastante bien con la solución pictórica de la bebida y genera un buen grado de atracción e incluso de incertidumbre pues, si bien se sabe que es una bebida fría, el color y el tratamiento de la pincelada también pudiesen hacernos pensar en una temperatura incongruente con la imagen, en el fuego, ¿acaso el infierno en un whiskey on the rocks?

La caligrafía nerviosa, las distintas direcciones, los diferentes tamaños de letra y lo que se alcanza a leer en las inscripciones que rodean al old fashion dan por resultado una maraña de ideas que bien puede referir a la desesperación, a lo que no se dice fuera de la oscuridad, a un grito desesperado y camuflado en una composición de palabras entrecruzadas y sobrepuestas, a las paredes del baño de un bar al que se acude con demasiada frecuencia o a la libreta de apuntes que sirve de confesionario ante una adicción.

Si la composición de la obra de divide en dos y se hace una analogía con el cerebro humano, pareciera que un vaso de alcohol intenta apaciguar los demonios lógico-matemáticos del hemisferio izquierdo para que esa maraña de sentimientos pueda sobrevivir y mostrarse en el hemisferio derecho.

La obra es atractiva y con cierta personalidad, aunque un tanto inconsistente en términos de factura pictórica. Si bien el trabajo en los hielos y la bebida tienen calidades que logran transmitir sensaciones adecuadas para la imagen, la pintura del vaso queda un poco a deber. Aun y cuando se entiende que existe un alto contraste entre el fondo y la parte vacía del objeto, los brillos en el cristal no logran el efecto de tridimensionalidad necesario. A pesar de que se intuye que la obra no intenta formar parte de la corriente fotorrealista, un poco más de trabajo en el vaso para lograr la ilusión de un cilindro cristalino abonaría al impacto de la pieza.

La obra se presenta sobre una marialuisa de tela negra que finaliza en un marco dorado de diseño tradicional, ancho y ostentoso que además de crear la ilusión de que la pintura es de dimensiones mayores a las reales, aporta cierto carácter que bien puede empatarse con el whiskey y sus connotaciones de estatus o bien sugerirnos la importancia que tiene la bebida para el autor al ponerla en una suerte de pedestal a muro. Posiblemente la presentación sólo atiende a cuestiones de armonía cromática y a la idea de presentar la obra lo mejor posible, situación que siempre se agradece pues en ocasiones pareciera que a los artistas se les olvida ese último detalle y a veces ni los cantos de su soporte son capaces de pintar.

O quizás el gran marco dorado sólo está ahí para lograr una venta más alta.  

El título de la obra es Trago. El autor es quien escribe estas líneas.

Pero que no se entienda esto como una alevosa autopromoción. Si bien es cierto que la crítica es una actividad saludable y a partir de la cual se pueden generar nuevos planteamientos que lleven a mejor destino, la autocrítica me parece aún más importante, sin embargo pareciera en ocasiones que el ejercicio de la misma se ve impedido por una especie de ceguera por proximidad, o peor aún, se queda olvidada detrás de la soberbia.

Se escribe de la obra en cuestión sin pensar en el autor… justo como ha sucedido en los textos anteriores: de manera objetiva y haciendo una descripción formal y una interpretación personal cuya finalidad es compartir con el lector lo que uno se encuentra por ahí en nuestra ciudad o en la red.


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