Estimada lectora, estimado lector:
Me dirijo de manera impersonal, sin importar en cual año ha nacido usted. Lo que a continuación escribiré, como cualquier regla general, admitirá sus excepciones.
Tal vez habrá escuchado que, en una aproximación científica, la sociedad ha procurado clasificarse a sí misma para estudiarse mejor, en cuanto a los elementos que comúnmente nos identifican. Así pues, parece que si usted nació entre finales de los años 60 y principios de los 70 del siglo pasado y hasta mediados de los 80, me congratulo en informarle que pertenece a la Generación X.
Según los estudios, las personas que entramos en esa categoría, y me incluyo, resultamos ser personas responsables, comprometidos y preocupados por el mundo. Somos los que generamos el adelanto tecnológico del que goza la generación siguiente, y sin embargo, nuestro ocio todavía implica rituales que se van perdiendo, como “ir a dar la vuelta”, “jugar un rato en el billar” y los más osados aún prefieren ir a concentraciones masivas: teatro, cine y futbol.
Todavía nos tocó jugar una cascarita en plena calle del barrio, mientras presumíamos unos walkman (tocacintas, diría mi abuelo), rentar películas en un video (así conocíamos a los locales destinados al alquiler de cassettes beta y vhs), vimos el nacimiento del disco compacto y el dvd, y sobre todo del invento de inventos, la computadora y su ahora inseparable compañero, el internet, sucesor de lo que para nosotros fue la famosísima Encarta.
De historia contemporánea, ni hablamos. Fuimos afortunados al ver el fin de la Guerra Fría, la caída del Muro de Berlín, la explosión del Challenger y, una imagen que aún ronda por mi mente, los misiles Patriot destruyendo unos Scud en plena Tormenta del Desierto, en una pantalla con tonalidades verdes, propias de la visión nocturna. Por cierto, todos estos eventos, los pudimos ver en una televisión que solamente sintonizaba cuatro o cinco canales de red abierta, mientras que algunos privilegiados poseían antenas parabólicas y los más aventurados (y pudientes) experimentaban las primeras señales de televisión por cable.
Somos nombrados X gracias a un fotoperiodista húngaro muy famoso, Bob Capa, quien denominó así a la generación post-guerra mundial, afianzándose el nombre por una novela de Coupland editada en los 90. Obviamente la X representa toda la incertidumbre y especulación que marcó nuestras infancias rodeados de crisis económicas y del escepticismo que nos hace, a estas alturas, leer algo en Facebook y no creerlo del todo.
Precisamente esa es una de las características nos hace distintos a nuestra generación sucesora: La Generación Y o Milénica en su mejor aproximación al castellano. Mientras los X somos apáticos cívicamente y no participamos en las propuestas de mejoras de un gobierno que nos ha mantenido en crisis, los llamados Millennials han encontrado en la red de redes el símil de la democracia ateniense. Todos aquellos que tienen acceso a una voz, merecen ser escuchados. Si bien nosotros somos sociables, en el concepto anterior de salir a la calle y tender lazos con el vecino, ellos tienden redes que les permiten, poseyendo el don de la ubicuidad, estar en contacto permanente en Facebook, Twitter y Whatsapp, todo a la vez, en lo que ahora sé que le llaman multitasking.
Nuestra generación aún no cree en el movimiento social. Ellos, los Millennials, se declaran políticamente independientes y son capaces de cimbrar al sistema político de partidos votando por uno de los suyos sin respaldo organizacional de partido político alguno, haciendo campaña en redes. Aun así, independientes y todo, se involucran, expresan su opinión en las redes, y sobre todo, tienen la tendencia a participar en las urnas, algo que nuestra generación tardó tiempo en asimilar.
Hoy, vemos con simpatía las propuestas cívicas de esta nueva generación que viene empujando fuerte. Sin embargo, en el pecado llevan la penitencia. Creen que todo es posible y además inmediato, al alcance de un clic. Producen ídolos efímeros: La Mars ya fue y apenas han pasado algunas horas desde su manifiesto. Todo requiere la inmediatez vacua.
Dejo una reflexión: en la sabia naturaleza, uno de los procesos más importantes es la maduración. Es lo que permite a las cosas tomar su forma final, y así, apreciar en todo lo que vale el resultado de esa evolución. Piensa en el buen vino, en la mejor fruta, en la vida misma. Las propuestas son buenas, insisto, permitan madurarlas con el necesario paso del tiempo, una de las mejores pruebas para verificar la viabilidad de una idea. Pero por encima de todo, dense el tiempo necesario para adquirir los conocimientos que les concedan defender esas buenas ideas. No todo tendría que ser instantáneo, no claudiquen, simplemente frenen un poco su marcha y permítanse, como dirían los clásicos, la sabia virtud de conocer el tiempo.
/LanderosIEE | @LanderosIEE