“Tu mamá es una puta, hijo de perra, ya no te metas a mi casa, culero”… las ofensas continuaron a gritos desde la esquina mientras una madre joven y dos pequeños hacían caso omiso de la lluvia de agresiones; tal vez indiferentes, tal vez acostumbrados, tuvieron poca reacción ante una conducta por demás inaceptable para un niño de no más de diez años que vestido con una sudadera verde casi mimetizado con el local de la esquina, abandonado, vandalizado, y una patrulla en la esquina siguiente solo sirve para crear una imagen difícil de asimilar.
A dos cuadras de distancia cientos de personas esperaban el arranque del programa Mi hogar, corazón de Aguascalientes, evento custodiado por patrullas y policías; la autoridad no tuvo efecto en ese niño; no así la cámara, al ver el lente mostró interés, olvidó por un minuto su agresiva arremetida, parecía el escape de todo aquel entorno, con el ojo sobre el visor, disparó, “ya te tomé una foto ahora sí te van a llevar los rambos, hijo de perra”… parecía el escape, por un minuto su expresión, su curiosidad y su entusiasmo se empató con lo que un niño debería experimentar, no aquel nocivo ambiente desintegrado, olvidado de las autoridades, donde los niños gritan insultos en la calle en vez de estar aprendiendo, en un Aguascalientes tan distinto, en un Aguascalientes que como dice la canción oficial del Ayuntamiento capital, ha dado feria y deshilados.