¿Se acuerdan de The Night Manager? Esa serie se podía resumir en House contra Loki. Hugh Laurie interpretaba a un genocida y Tom Hiddleston estaba en el rol de un hotelero suave con una sola mirada: la de un perro queriendo jugar. Sólo vi un capítulo pero era bastante claro lo que nos vendían con esos leads: un enfrentamiento entre dos actores que llevan a cuestas personajes más grandes que la vida. Lo siento por Hiddleston y su rol de galán en Skull Island, pero siempre será Loki, nunca un tipo tranquilo con todo bajo control. Igualmente, Laurie sólo puede recordarnos a un desgraciado adorable. Aunque sea el hombre más malo del mundo.
Pasa algo parecido en Billions. Es Paul Giamatti (¡es gordito y de belleza rara imperfecta, como tú!) contra el señor de la trompita y perturbadoramente pelirrojo de Homeland. Los productores y guionistas aprovechan el typecast. Giamatti es alguien a quien realmente no le creemos su éxito, un underachiever. De hecho su esposa en el show es Maggie Siff (Rachel Menken de Mad Men), cosa que es bastante increíble. En serio, ella es un 11 y el tipo como un 6.5. Damian Lewis (el de Homeland) sale en el papel de un desgraciado con suerte; un hedge fund manager que está en el borde de irritar demasiado a la gente por sus billones. Con ‘la gente’ me refiero al gobierno de Estados Unidos.
La primera temporada más bien parecía algo que hacía decir “es bueno que Paul Giamatti tenga trabajo con el premio de consolación de Lewis por salir de Homeland”, pero la segunda temporada (recién estrenada y en exclusiva por Netflix para México) va rápidamente en camino a ser el mejor show del 2017. Algo parecido a Halt and Catch Fire o incluso Breaking Bad en sus inicios. Me atrevería a decir que si se mantiene la calidad de guión, estaremos ante un fenómeno que el peor de los casos tendrá un estado de culto tipo Sons of Anarchy.
Al igual que en todas las series mencionadas, estamos ante un estudio de personaje. No hay grandes riesgos y en realidad tampoco preguntas importantes sobre la sociedad. Es una pregunta personalísima, la de cuánto es demasiado. Y para ambos poderes de la serie. Giamatti interpreta al Fiscal de Estados Unidos, con la misión de penalizar abusos financieros, y Lewis es un magnate con 10 billones de capital pero que siempre quiere más. Es la línea entre castigar el éxito ajeno o el asco de poder hacer de todo el dinero: ver a Metallica en privado, mandar traer sandwiches desde 100 kilómetros de distancia, comprar una mansión sólo porque sí. Y sí, muy tipo Wolf of Wall Street pero con menos drogas. Muchas menos.
Bocadillo: Ya con cinco capítulos de Iron Fist, insisto en que no es tan mala. Digamos que es regular. Vale la pena. Es un fracaso crítico y ante el 10% de la audiencia que sí abre la boca en Twitter, pero me parece mejor que los teledramas de Flash o Arrow. Hay niveles.
@masterq | bocadillo.mx