Este Día Mundial del Riñón, hay que celebrar a los pacientes de IRC que sobreviven de una desgastante enfermedad que se llama institucionalidad. No hay que celebrarle nada a los nefrólogos que desconocen a sus pacientes renales cada consulta y que no toleran a los pacientes activos porque sienten que les ensucian la bata con sus cuestionamientos; ni a los siquiatras que con 10 minutos bien contados quieren aprobar que las condiciones del donante y receptor son óptimas para el trasplante; tampoco a las enfermeras de caras largas que sólo conocen el lenguaje del veyluegoven y los gruñidos. Basta de decir que ése es el servicio que se tiene y que se debe recibir. Este día, además de reconocer los logros, hay que promover la cultura de la donación, aclarar las dudas y desmitificar los riesgos de este acto. Hay que exigir un mejor servicio.
Debe modificarse la legislación mexicana para que los procedimientos de trasplantes sean más accesibles para los pacientes. Actualmente, en el estado, más de mil 500 personas están a la espera de ser trasplantados no sólo por la falta de un donante, sino por lo engorroso y aletargado que es el protocolo; además, según detalló el director del Instituto de Servicios de Salud del Estado de Aguascalientes, el número de trasplantes que ha ejercido el Imss y el Issste ha disminuido de 90 cirugías en el 2014 a 67 en el 2016 (LJA, https://goo.gl/eEDfQM).
Este Día Mundial del Riñón hay que aplaudir el esfuerzo y la lucha de los pacientes que exigen más responsabilidad del sector salud, a ellos que esperan y saben recibir.