Insisto, querido lector, nuestro comportamiento no cambia del todo, el vecino nos asusta y entonces queremos exaltar nuestro nacionalismo, hacemos marchas, nos indignamos; Braulio Guerra, diputado por el PRI, se subió al muro en la frontera de Tijuana Baja California y retó al gringo, pues dice que en 20 segundos lo escaló, claro eso puede ser factible, lo que no contempló nuestro compatriota iluminado es que cuando baje la patrulla fronteriza lo estará esperado con plomo para reventarle las piernas. Hoy por la mañana escuchaba con Luis Cárdenas el comentario de un connacional sobre los llamados dreamers, niños en su mayoría que fueron llevados a Estados Unidos y que su cosmovisión es completamente norteamericana, ahora ya jóvenes, por lo regular estudian hasta lo que equivale a secundaria en México y después se topan con sendas barreras para continuar estudiando, hablan perfecto inglés. El comentario versó en tonos peyorativos para los pochos, desafortunadas líneas escritas en mensaje de texto y leído al aire, prueba fehaciente de que somos una nación de dientes para afuera, apoyamos o no apoyamos. Qué pasa cuando se pide ayuda, la mayor parte de las veces la respuesta será: Déjame ver si puedo, lo reviso y te aviso. Oye, pero me dijiste que cuando necesitara algo podía venir contigo. Ando ocupado, pero déjame ver qué puedo hacer por ti…
Más que pueblo jocoso, somos difíciles de describir, cuando todo nos favorece entonces somos los mejores, la raza más chida, pero cuando algo no encaja dentro de nuestra idiosincrasia, que se agarren los que están a la derecha del padre porque no cerramos la boca hasta desacreditar a quien se ponga enfrente.
No es lo mismo los chistes ácidos del simplón conductor de los Oscar cuando dijo que la transmisión de veía en más de 24 países que ahora odian a los Estados Unidos, que escuchar de un compatriota expresarse mal de los dreamers. Y a mí qué, si no los conozco ni son nada mío; cómo no, son nuestros, sus familias se fueron porque no encontraron oportunidades para desarrollarse económicamente, socialmente, por la inseguridad, razones multifactoriales, por nuestra forma de ser.
Qué pueden y qué podemos esperar nosotros si los gobiernos ya dijeron que no podrán recibir a todos los que nos manden. Le digo, de qué sirve tanto alboroto, tanta boruca sí a las primeras de cambio nos hacemos a un lado. Qué pasa, usted va circulando por una avenida transitada y se topa con un vehículo que circula a baja velocidad por el carril de alta velocidad y el conductor conduce con una mano porque la otra la tiene ocupada con el teléfono celular, llega a un estacionamiento donde los cajones están marcados en batería y se encuentra con un auto estacionado de manera horizontal, o peor, los cajones destinados para minusválidos están ocupados por personas que no los necesitan; tiramos basura en la vía pública, nos burlamos de quien podemos, nos aprovechamos del que se deje, seguimos utilizando la frase “el que no tranza no avanza”, no escuchamos solamente hablamos, ¿todo eso somos? Todo eso somos, a mayor o menor escala, pero caemos en esas conductas, y usted dirá, Azocar ya bájale dos rayitas a tus señalamientos, de verdad es lo que quiero hacer, cambiar mi manera de ser, aprovechar el “nacionalismo” efervescente para abrir los ojos, pero los dos, y no hablar de dientes para afuera, la política es una basura porque usted y yo lo permitimos, cómo es posible que en pleno 2017, con todo el camino que hemos recorrido, empedrado, mojado y cuesta arriba, Sonia Rocha, senadora panista, una de tantas empleadas de lujo que el pueblo mantiene, haya propuesto una reforma a la constitución para que todos los legisladores tengan un título universitario, así lo afirmó “Nuestra sociedad nos demanda más preparación en nuestro trabajo, para que todos los ciudadanos tengan una forma adecuada de representación y digno gobierno”. Está hablando de educación, de formación académica, de preparación del individuo que pretende representar a sus compatriotas, o se refiere al fuero, a la prepotencia, a la soberbia que caracteriza a esta clase social, y no pongo en tela de juicio las capacidades de las personas que no tienen una licenciatura, al contrario, si tuvieran la preparación universitaria seguramente se potencializan, así como los licenciados que no ejercen porque no les alcanza la materia gris para hacerlo.
Si viviera Gabo, esta semana estaría de manteles largos en su 90 aniversario, el más conocido exponente de esa corriente literaria llamada realismo mágico, por qué lo menciono, porque 90 años después México y Latinoamérica siguen igual, lea usted a Gabriel García Márquez y podrá percibir las mismas costumbres y la esencia que vivimos los pueblos ubicamos al sur del Río Bravo.
Y para ponerle más limón a la herida, el Gabinete de Comunicación Estratégica hizo una encuesta sobre el querido Gabo, la muestra fue de 600 personas de las cuales el 25.3 por ciento no supo quién era Gabriel García Márquez, sino está en las redes, entonces no existe; luego el 65.5 por ciento del universo encuestado creyó que el escritor era mexicano; qué tal, eso sí está padre, tendríamos un compatriota ganador del nobel de literatura, el 40.9 por ciento no identificó su obra más emblemática.
Cifras para celebrar que tenemos distractores, medios electrónicos, medios tradicionales, música banda, elementos incitantes a la violencia, noticiarios que parecen show de entretenimiento (a propósito de la reflexión de los compañeros de generación de UVM), que cumpla muchos más, que siga escribiendo, ya quiero tener el nuevo libro del Gabo en mi librero… o qué, ya se murió, no recuerdo sus funerales como buen mexicano famoso en el palacio de las Bellas Artes, usted sí…
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