¿Cuál es la función de esa carrera de 45 días en la que Hollywood se premia a sí mismo? Está el tema del glamour y prestigio que distingue a la industria cinematográfica contra la de la tele o la música. Ya saben. No es lo mismo el rollo de Los Premios de la Academia que el show mediático (y con caducidad) de unos premios MTV o Billboard, donde la misma tendencia hará penoso en unos años lo que hoy sería genial. El mayor ejemplo (y portada de /AUTONOMÍA en su décimo aniversario) sería el beso de Britney y Madonna; ¿Alguien se acuerda de la rola que cantaron? Era Hollywood, buenísima pero lejos de ser un clásico moderno o de las mejores de Madonna. ¿El beso? Hoy sería de mal gusto fingir algo lésbico (para efectos de show) en los tiempos de la inclusión. En cambio, hasta los SAG Awards siempre son prístinos, inmaculados, con aquellos en camino a ser Estrellas Clase A impecables.
La industria de la música mueve ídolos y cantidades millonarias de dólares. A pesar de eso, faltan figuras. Adele no tiene ni 30 años por ejemplo, mientras que Lady Gaga lleva una carrera irregular. ¿Quién suplirá a Madonna? Ya hasta ligas menores hay con Ariana Grande. Ni hablar del hueco de credibilidad y prestigio que hay entre Radiohead o U2 contra promesas fallidas como The Strokes, The Killers, Interpol y Foals. Faltan ídolos y la industria que sufrió la disrupción por 1) Napster y 2) la democratización o el indie.
El cine, lo tiene completamente controlado. Para eso sirve la temporada de premios. Jennifer Lawrence no alterna los cheques grandes de X-Men con películas nominadas sólo por su talento. Mismo caso el de Felicity Jones. Elegidas a mano para ser la próxima Mery Streep, Julia Roberts, Sandra Bullock. En los directores, tampoco es de gratis el amor a Damien Chazelle como el director de arte comercial. Estoy de acuerdo en que tener a Ryan Goslig como protagonista no es sinónimo de ser un outsider pero La la land es una película chiquita (en entorno y presupuesto) y diseñada para ganar premios, no precisamente dinero como un Star Wars o alguna comedia segura de Adam Sandler.
El mercado de los videojuegos tiene algunos de los mejores narradores del mundo en sus filas, además de miles de creativos, cosa que se transmite en una industria que mueve más dinero que el cine. Por supuesto, la narrativa de dicho medio de entretenimiento se sigue volcando en una audiencia ñoña, de shorts y malos cortes de pelo. Sus creadores no son celebrados como genios de visión singular. Y muchos lo son. La videojugación no ha diseñado una historia mediática para dignificar su medio. La televisión, a pesar de ser HBO, seguirá siendo por varias décadas como el hermano loquillo y nunca tan exitoso del cine. A ambas industrias les falta llegar a ese brillo que tiene Hollywood y sus satélites en Europa, Asia y la India. Para eso son los premios.
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