Participar en la política como funcionario o servidor público, ya sea por medio de los partidos políticos o desde la plataforma “independiente” conlleva asumir y aceptar que cada acto político entrará en el juicio público. Los políticos de hoy, como los de ayer, no han aprendido, pero sobre todo no han aceptado que la sociedad, desde sus distintas esferas, ya sea a través de las organizaciones civiles, o desde los medios de comunicación damos seguimiento a los actos y conductas que estos servidores públicos exteriorizan a través de su trabajo y el cual debe ser expuesto para la crítica, el análisis y el reclamo de quienes sirven: nosotros los ciudadanos.
Para quienes deciden participar en la vida pública, atendiendo los asuntos públicos y viviendo del dinero público les ofende que los ciudadanos, desde distintos ámbitos cuestionen sus actos, conductas, decisiones y omisiones. Hay quienes han llamado a esta clase política como los políticos de piel sensible, quienes cualquier comentario que no apruebe su desempeño lo asumen como afrenta personal ante la negativa de aceptar su incipiente desempeño. Si bien no es un asunto generacional, pues tanto los políticos que tienen años de estar en los reflectores como quienes inician padecen la misma enfermedad narcisista, para muchos ha sido claro que los primeros lo asumen con destacado cinismo, mientras que particularmente para los novatos, cada mención de desapruebo por los medios de comunicación, las organizaciones civiles o incluso en redes sociales lo asumen como una afrenta personal como recurso a su incapacidad política.
Las redes sociales particularmente han jugado un papel detonante en el nivel de imbecilidad de muchos de ellos, especialmente confundiendo la aprobación pública con la suma de un “me gusta”, o considerar un denuesto a cualquier comentario que esté en contra de los que su espíritu narcisista ha imaginado merece. Y es que las redes sociales son la plataforma ideal para el político que fomenta su propia imagen, y donde la explota para su propio interés pero que no sabe manejar cuando no da el resultado de aprobación que él espera. Sin embargo y aún cuando el político cuente con los expertos que atiendan su “estrategia” de comunicación, la hipersensibilidad del político siempre será un atenuante que el mismo no es capaz de controlar. Piel sensible o piel delgada, ambos padecimientos están cargados de evidencias ante la mínima exposición de sus conductas. Sin embargo el político mexicano lo que más busca ser visto, ser saludado, reconocido, alabado a cualquier precio que posibilite la continuidad de su “carrera” y así le permita seguir con poder.
En Aguascalientes nuestros políticos también sufren padecimientos dérmicos, y más aquellos que ante la debilidad o carencia de un proyecto político razonado, responsable y honesto se sienten expuestos hacia los mismos ciudadanos, e incluso llegan a ver en los medios de comunicación a sus peores enemigos, olvidando que es justo una responsabilidad social de los mismos medios difundir y poner ante el criterio público los actos públicos de los funcionarios pagados con dineros públicos, pues muchos de ellos creen que pueden seguir actuando desde la obscuridad en que se desenvuelven en sus propios partidos políticos o en las empresas desde las cuales brincaron a la vida pública en busca de un prestigio social.
La política en Aguascalientes no es que necesite políticos de piel dura, sino políticos con la madurez suficiente y con plena conciencia de la responsabilidad de sus cargos, funciones o encomiendas otorgadas o ganadas por medio del voto popular. Si los partidos políticos dejan mucho que desear en ese sentido, gran oportunidad tiene los políticos independientes, quienes, sin embargo, con tan sólo haberles otorgado facultades dentro del servicio público, al menos en Aguascalientes, siguen actuando desde la opacidad, y para quienes cualquier alusión a su desempeño lo ven con resquemor.
La sensibilidad en la política debe estar orientada a los problemas sociales, a la forma de atenderlos y resolverlos, no a la descalificación o al vituperio o incluso a la amenaza hacia las organizaciones que exponen o exhiben la negligencia, la omisión o el abuso de la clase política; la sensibilidad política debe dirigirse al respeto de los medios de comunicación que informan con sentido social y hacen uso responsablemente de su carácter público, no para informar los bautizos o reuniones sociales, sino para cuestionar e informar a los ciudadanos de las conductas, los actos y la toma de decisiones de la clase política en nuestro país, y con más razón en nuestro estado.
El político aún cree que hacer carrera pública es ganar una regiduría, una diputación, o trabajar en una oficina de gobierno. Cree que es cambiarse de una empresa a tener un asiento en algún cabildo. Cree que leyendo los 18 pasos de Cómo convertirte en político en Wikihow logrará su primer escaño. Que un video suyo en Facebook será viral y entonces será temido por el resto de los políticos. No.
Si bien el político ideal no existe, en muchos ciudadanos podremos consensar que la generosidad, mesura, la reflexión, la honestidad, la integridad, la transparencia, la ecuanimidad y la inteligencia deberán ser características esenciales para cualquiera que ostente un cargo público, sin embargo, muchas de ellas no logramos encontrarlas en nuestros representantes. Entonces, si no van a desempeñarse con la investidura que les confiere nuestros votos, entonces al menos que reconozcan lo delgada o sensible de su piel, y no esperen de nosotros ni una gota de Lubriderm.