Durante nuestra vida hemos identificado a aquellos grandes enemigos a vencer a los “intereses partidistas”, pareciendo este concepto sinónimo de lo peor que pasa en nuestra clase política.
En donde algunos cuantos titiriteros parecieran jalar los hilos de cientos de obedientes soldados que actúan con el único interés de enriquecerse de manera mutua y siendo ajenos a los verdaderos problemas que tenemos como nación.
Esta imagen de abuso de aquellos que están en el poder nos ha llevado a cometer actos atroces a la democracia de México. Primero encontramos a aquellos ciudadanos que cansados y hartos del sistema político deciden abandonarse y abandonar la causa, dejan de participar e incluso dejan de votar. Esto se refleja en Aguascalientes con un abstencionismo del 64% en las últimas elecciones.
El segundo acto atroz a la democracia es la integración de las filas partidistas por aquellos que únicamente buscan ser parte de ese gangrenado sistema para procurarse un modo de vida cómodo. Parte de la juventud busca insertarse en puestos otorgados por los “privilegios partidistas” y plazas laborales, que mientras trabajen en la campaña de un político con probabilidades de ganar seguro podrán garantizarse un trabajo durante un periodo de gobierno.
Esta es la incipiente democracia de la que somos parte en donde difícilmente los ciudadanos que dedican su vida a las labores cotidianas pueden incidir en la agenda pública que les permita tener una mayor calidad de vida.
Es también esta la preocupación de muchos de los organismos de la sociedad civil que han buscado de manera constante eliminar esa monarquía disfrazada de democracia.
Se ha impulsado por ejemplo la reelección legislativa, en donde lo que los ciudadanos buscamos es que los legisladores sigan los intereses de los ciudadanos que representan y no los de los partidos políticos que los nominan. Lamentablemente vemos cómo muchas de las leyes que se votan persiguen un interés particular a costas del bien común. Esto sucede porque la decisión de si ese legislador tiene trabajo después de ese periodo o no recae en el partido político, siendo ellos quienes nombran los candidatos a cada elección popular. Con la reelección legislativa se le permite al pueblo poder decidir si ese servidor público hizo un buen trabajo recontratarlo y si no despedirlo.
Otro mecanismo que ha buscado acabar con esas franquicias de poder han sido las candidaturas independientes. En donde algunos cuantos políticos las han utilizado de manera tan vil que han desprestigiado lo que pudo ser una de las mejores herramientas para representar los legítimos intereses de los ciudadanos.
Al día de hoy a los ciudadanos nos toca ser responsables con nuestras críticas y con nuestras percepciones. Entendiendo que ni todos los partidos políticos están plagados de seres ruines que buscan destruir a México, ni que la democracia en México se va construir sin nuestra participación.
Esta reflexión nos debe de llevar a las preguntas de quiénes conforman los partidos políticos ¿Están conformados por ciudadanos o por gobernantes? ¿Deben los partidos políticos perseguir intereses de supervivencia propia, del gobierno en turno, de gobierno en oposición o de toda la ciudadanía?
Y entonces entender que son los partidos políticos, por más desprestigiados que estén estos, son el único mecanismo real a través del cual la ciudadanía puede ser representada en los actos democráticos de elección popular.
Que aunque la figura independiente debe prevalecer para que cualquier ciudadano tenga la oportunidad de ser votado, debe entenderse también que eventualmente son los partidos políticos los únicos capaces de dar continuidad a una agenda de desarrollo nacional y responder a la ciudadanía por sus actos a largo plazo.
Siendo entonces los partidos políticos los únicos capaces de agrupar ciudadanos para la participación política, ¿Por qué no querríamos más organismos de la sociedad civil con este objetivo?
Seguramente si existiesen más partidos políticos que representen legítimos (y debemos subrayar y poner en negrita LEGÍTIMOS) intereses de la ciudadanía, entonces se disminuiría enormemente el abstencionismo en cada campaña.
Ciertamente debemos estar todos en contra de que existiesen más partidos políticos como los que durante años han demostrado no representar a la ciudadanía. Es cierto también que estamos cansados de ver cómo se han creado partidos políticos con el único objetivo para servir a otros partidos o peor aún para refugiar a políticos.
Pero esto no quiere decir que como ciudadanos debamos abandonarnos, no quiere decir que debamos de abandonar la lucha de crear más espacios para que la ciudadanía, aquella que trabaja todos los días, pueda incidir en la agenda pública.
Si bien al mismo tiempo que debemos de buscar eliminar ridículos privilegios a los partidos políticos como presupuestos millonarios aun cuando no hay elecciones y debemos obligarlos a transparentar sus procesos y presupuestos, es también cierto que debemos crear más espacios para que todos podamos sentirnos representados.
A todos nos gustaría ver cómo los partidos políticos procuren sus recursos como lo hacemos todos los demás ciudadanos y que no reciban recursos públicos sino los de los mismos integrantes que luchan por la causa que representan.
Esta reflexión sólo puede concluir en que los únicos interesados en que no existan más organismos que agrupen a la sociedad civil para participar democráticamente son aquellos que sientan amenazados sus intereses.
Cuando escuchemos que alguien no está de acuerdo en la creación de más partidos políticos preguntémonos si entonces vamos a dejar la tarea de representarnos a los que lo han hecho en las últimas décadas y si debemos de luchar contra molinos de viento.