Releo, con gusto y preocupación, Pensando en la izquierda de Héctor Aguilar Camín. Es una sorpresa: Aguilar Camín no suele ser un autor que esté entre mis lecturas y mucho menos entre mis coincidencias. Me he equivocado. Aguilar Camín -pienso- acierta casi en todos sus diagnósticos. El principal: a México le hace falta una izquierda moderna, a la altura de este tiempo, capaz de navegar en él y modelarlo, no sólo de denunciarlo y padecerlo. Tenemos una izquierda inmadura, quejumbrosa, mojigata, muchas veces conservadora, carente de ideas y de capacidad para tomar la manivela de México.
Cierto es que los partidos políticos mexicanos carecen de una ideología explícita. Es un asunto más de abstracciones o de periodistas pensar que el PAN es de derecha, el PRD de izquierda y el PRI de centro izquierda. “Hay grandes intelectuales en la izquierda, pero no hay grandes ideas en las organizaciones de izquierda en México”. Es cierto que las organizaciones de izquierda en México están vacías intelectualmente, pero Aguilar Camín aquí peca de positivo: tampoco contamos ya con grandes -ni demasiados- intelectuales de izquierda. La izquierda mexicana es un monstruo de muchas cabezas, ninguna de ellas que sea capaz de poner a la izquierda al frente del país: la izquierda revolucionaria, la comunista, la estatista y nacionalista, la utópica clásica. Coincido con Aguilar Camín: “La tradición que no asoma con claridad, por desgracia, es la socialdemócrata, única, en mi opinión, que podría poner a la izquierda mexicana a tiempo con su presente y en sintonía posible con el futuro”.
La izquierda revolucionaria incluye un desiderátum poco sensato para nuestro tiempo: la violencia justificada para conseguir sus fines. Los revolucionarios no asisten a un baile de buenos modales -Mao dixit-, logran sus fines mediante la “violencia buena” (sarcasmo involuntario incluido). El alzamiento del EZLN ha sido el último escarceo mexicano con la justificación burda de la violencia (y culpable del renacimiento absurdo del mito del buen salvaje). Aguilar Camín acierta nuevamente: “…lo inherente al compromiso democrático es rehusar la violencia, no validarla como inevitable ni como culpa o responsabilidad de otros. Es responsabilidad y elección de quien la asume, de nadie más. Las deformidades de la democracia deben ser corregidas con los instrumentos de la democracia… Asumir a fondo esta verdad y este compromiso es una asignatura pendiente de la izquierda mexicana”.
Por su parte, la izquierda comunista mexicana fue el mayor puente con la democracia. El estatismo nacionalista y su discurso antineoliberal son -como afirma Aguilar Camín- el verdadero corazón de la izquierda mexicana existente: “…el lugar donde se cree que el Estado es el instrumento de la justicia social contra los poderes privados y el valladar de defensa de la nación contra la amenaza exterior”. Adicionalmente, de la izquierda utópica esta izquierda estatista y nacionalista se impregna de un tono de superioridad moral con que la izquierda habla y ataca a sus adversarios.
El último monstruo de nuestra izquierda se arropa con los trajes tradicionales del indigenismo. Abanderada los últimos años por el aura de Marcos y las ideas de Villoro, esta izquierda es quizá la más grande amenaza al espíritu mismo de la izquierda moderna. Aquí Aguilar Camín es contundente: “La moda indigenista se llevó en una sola y potente oleada la tradición intelectual más noble de la izquierda: su universalismo progresista”. Con el indigenismo la izquierda mexicana ha renunciado al progresismo, ha aniquilado su proyecto de la universalización de derechos, se ha nacionalizado cuando siempre buscó expandirse más allá de cualquier frontera nacional.
Y ¿la izquierda intelectual mexicana? Seguramente es mucho más refinada de la de los partidos de izquierda. Tampoco ningún partido de izquierda se ha hecho acompañar de un potente debate de ideas. Cualquier crítica a la izquierda suele ser acallada con rechazos o insultos por sus emocionales adeptos. Adicionalmente, “…la gente de izquierda oye más a sus periodistas que a sus intelectuales”, a sus fórmulas estrechas, a su incapacidad de renovación, a su falta de pluralismo, a sus reiteraciones y a su autorreferencialidad.
La izquierda mexicana realmente existente -tiene razón Aguilar Camín- es un animal anfibio: reitera viejos dogmas revolucionarios, pero está organizada para la contienda democrática; pasó por el derrumbe del socialismo real sin hacer crítica de lo sucedido; sigue viendo a la socialdemocracia como una farsa y una traición a los principios socialistas; se ha olvidado de su tradición internacionalista, y ha optado por resistirse a la globalización, ser indigenista y multiculturalista; su lenguaje cambia, pero no sus convicciones; se dice pacifista, pero defiende algunas guerras y ataques terroristas; se proclama democrática, pero admiraba la dictadura cubana; defiende sindicatos corruptos e ineficientes creyendo que defiende a los trabajadores; confunde los subsidios con la justicia social. Esta izquierda es la del PRD, de Morena, del PT y de otras instituciones mexicanas de “izquierda”. Es una izquierda antimoderna, “que denuncia el desempleo, la pobreza, la desigualdad, pero no sabe crear empleos ni combatir la pobreza con lo único que puede realmente vencerla, que es la creación de riqueza”.
Coincido por completo con la conclusión de Aguilar Camín: deberíamos enterrar de una vez por todas, en la izquierda latinoamericana, cualquier recelo frente a la socialdemocracia. La única tarea de la izquierda en México es aquella que le llevó una vida defender a Bobbio, pero también a Rawls: conciliar el socialismo con el liberalismo. Ni López Obrador, ni el EZLN institucionalizado, ni algún candidato del viejo PRD podrán con la tarea. ¿Quién nos ofrecerá en 2018 la izquierda que México necesita? ¿Lo hará alguna institución, alguna candidata o candidato? Pago por ver.
*Pensando en la izquierda se publicó en 2007 en la colección Cenzontle del Fondo de Cultura Económica, como una recopilación de algunos artículos publicados en Milenio junto con algunos inéditos que buscaban generar debates al interior del X Congreso del PRD. Es preocupante que a diez años de su publicación goce de la misma actualidad. Es preocupante que el PRD y las instituciones de izquierda de este país, no hayan cambiado un ápice.