I felt all flushed with fever, embarrassed by the crowd
I felt he’d found my letters and read each one out loud
I prayed that he would finish, but he just kept right on…
Killing me softly – Roberta Flack
Hace justo tres años, en la segunda semana de febrero de 2014, la revista Time puso en portada a Enrique Peña Nieto con el pomposo título Saving Mexico. Peña Nieto tenía dos años en la presidencia de la República. Era el tiempo de los grandes acuerdos, del Pacto por México, de las Reformas Estructurales. El tiempo en el que Manlio Fabio Beltrones fue fiel alfil negro del presidente, y le allanó el camino de negociación ante el legislativo para lograr lo que -entonces- se veía como el legado de la vuelta del PRI a los pinos hacia la trascendencia: la transformación de un país en crisis permanente.
En esos días de la quincena de febrero de 2014, en Facebook (entonces ahí prodigaba caóticamente mis fárragos, antes de que La Jornada Aguascalientes me extendiera su generosa invitación a colaborar), escribí algunas consideraciones sobre el suceso de la portada de la revista Time. Me permito ofrecer una edición de ese comentario, sólo para poner contexto.
“1.- Son 10 los presidentes mexicanos que han aparecido en 13 portadas de la revista TIME, desde 1924 a 2014; es decir, unos 15 sexenios: Plutarco Elías Calles, en 1924. Pascual Ortiz Rubio, en 1929. Lázaro Cárdenas, en 1934 y 1938. Manuel Ávila Camacho, en 1940 y 1943. Miguel Alemán, en 1947. Adolfo Ruiz Cortines, en 1953. Adolfo López Mateos, en 1958. José López Portillo, en 1979. Miguel de la Madrid, en 1982. Enrique Peña Nieto, en 2012 y 2014.
2.- Sólo 3 presidentes mexicanos han aparecido dos veces en la portada de esa revista: Lázaro Cárdenas (presidente abiertamente socialista), Ávila Camacho (un presidente de transición, del modelo de la presidencia militar a la presidencia civil, colocado -pudiésemos decir- en el “centro” ideológico), y Peña Nieto (el menos cultivado de los tres, heredero del salinato, evidentemente de “derecha”).
3.- No han aparecido en la portada del panfleto de marras ni Gustavo Díaz Ordaz, ni ¡Carlingas de Gortari!, ni Fox ni Calderón.
4.- Dentro de los adjetivos que destacan en las portadas, se lee que a Adolfo Ruiz Cortines lo calificaron como “gris y austero”; a José López Portillo como “An Angry neighbor”; a Miguel de la Madrid como “México en Crisis”; y a EPN, primero, como “Viejo partido, nuevo comienzo”, y luego como Saving Mexico.
Hasta ahí el comentario. A partir de aquí, la reflexión. Peña Nieto tuvo la oportunidad histórica de hacer cambios de fondo, pero dilapidó el menguado respaldo popular que tenía, y prefirió no actuar contra las causas del cáncer nacional: la marginación, la inmoral distribución de la riqueza, la corrupción, y el crimen. Luego de poco más de dos años de la publicación de la polémica portada del Time, en 2016, se cumplieron diez años de la llamada “Guerra contra el Narco” que -en un arrebato estúpido y sin cálculo ni estrategia alguna- iniciara Felipe Calderón. Esta guerra, sólo en el sexenio de Calderón, puso al país con cifras de muertes dolosas dignas de cualquier país en guerra verdadera.
Al arribo de vuelta que tuvo el PRI en 2012, cundió la esperanza de que esa tonta forma de combatir al crimen pudiera cambiar, apostándole por la estrategia, la inteligencia, la reconstrucción del tejido social, la cultura y el arte, la ampliación de oportunidades de desarrollo, la generación de empleos, las mejoras en las políticas de salud pública, la erradicación de la violencia de género, la educación, el combate financiero a las redes de corrupción que permitieron que el narco se arraigara, la redistribución de la riqueza, y demás líneas de acción que atacaran no los síntomas, sino la enfermedad. Nada de esto sucedió. EPN se conformó con la pompa y gala de las Reformas Estructurales, y se dejó hundir -al menos por omisión- en los casos de corrupción que le impactaron en su persona, en su familia, y en sus allegados.
No se cambió en casi nada la desbrujulada “Guerra contra el narco”. Y digo “casi”, porque sí hubo un cambio sensible: la difusión de la información periodística. A partir de la administración de Peña Nieto se disminuyó la emisión de boletines e informes oficiales sobre los homicidios y enfrentamientos producto del combate armando a los narcotraficantes. Sin embargo, no por el hecho de no difundir la información, la realidad cambió. Luego de diez años de tener al ejército en las calles combatiendo al narcotráfico, de la forma en la que se combate a una guerrilla insurgente, o a un movimiento terrorista, los resultados -aunque sea a cuentagotas- terminan por salir a la luz, y la verdad por ser revelada. Mucho se lo debemos a valientes trabajos periodísticos que no han cejado en su esfuerzo de investigar -incluso a costa de la propia integridad de los periodistas- para que nosotros -los ciudadanos, algunos comunes y otros corrientes- poseamos panoramas claros de la realidad en la que estamos inmersos.
Traigo esto a colación por la publicación que hiciera http://terceravia.mx/ titulada “La base de datos que revela el fracaso de la guerra contra las drogas en México” (disponible en https://goo.gl/PXHT0B), una entrevista dirigida por Edilberto Aldán y su equipo periodístico, en torno a una filtración de información oficial “madre”, que ilustra el estatus de la sangre y la muerte. De ahí, y de otras fuentes periodísticas de acceso público, es que ofrezco las siguientes viñetas de lo atroz:
*En los enfrentamientos armados entre las fuerzas del Estado y los grupos criminales, durante el sexenio de Calderón y los primeros dos años de EPN, en el 84 por ciento de los casos las fuerzas públicas fueron las que iniciaron el fuego (terceravia.mx).
*En el mismo lapso, en los informes oficiales, muchas veces (cerca del 70 por ciento de los casos reportados) se utiliza el eufemismo “repeler la agresión” por parte de las fuerzas del Estado, cuando en realidad se trata de ejecuciones extrajudiciales a las que se llegó, no por investigaciones de inteligencia, sino por cuestionables “llamadas anónimas” (terceravia.mx).
*Hay una relación directa entre presencia de fuerzas federales y aumento en los homicidios violentos, cosa que debería ser investigada a fondo (terceravia.mx).
*En todo enfrentamiento policial o militar en el que ocurra el uso de fuerza letal, hay decesos y heridos en ambos bandos, sin embargo, en el historial de los combates entre el Estado y los criminales, la razón es desproporcionada entre las bajas del Estado respecto a las de los criminales, e incluso, entre el número de bajas criminales respecto a sus heridos en combate. Según el estudio del Índice de Letalidad de la fuerza pública, publicado por Catalina Pérez Correa, Carlos Silva Forné y Rodrigo Gutiérrez Rivas, publicado en Nexos en 2011, “Un número de presuntos delincuentes muertos que exceda en mucho al número de heridos indica un posible abuso de la fuerza”. De acuerdo a ese estudio, los casos con estas características debería ser investigados, por presunción de ejecución extrajudicial (Nexos, Índice de letalidad).
*En un gobierno civil, cuando se utiliza fuerza letal de parte del Estado, debe abrirse una investigación transparente, en México, los casos como Tanhuato, Apatzingán, Ecuandureo, o Tlatlaya (caso en el que, por ejemplo, se dieron 22 muertos y ningún herido, cosa curiosa para un “enfrentamiento” regular) nos colocan en la categoría de un Estado Militarizado, en el que las fuerzas del Estado actúan con discrecionalidad y sin apego a las garantías individuales de la Constitución, y ya no digamos a los derechos humanos fundamentales (Nexos, Índice de letalidad).
*Entre 2008 y 2014, la Sedena alcanza el máximo número de enfrentamientos, entre los efectuados por la Marina, la Policía Federal, o las policías de las localidades, lo que nos habla de la urgencia de reglamentar su actuación en los casos de combate al crimen, lejos de su función original de salvaguardar la integridad del Estado (Nexos, Índice de letalidad).
*De acuerdo con el trabajo periodístico de http://www.cadenademando.org/, entre 2006 y 2014 hubieron tres mil 520 “enfrentamientos” entre soldados y presuntos criminales, de los cuales, han muerto 19 civiles por cada soldado caído (Cadena de Mando).
*En algunas entidades sucede un patrón: El “Patrón de la Muerte”, una serie de acciones o circunstancias repetitivas por las cuales uno puede ser muerto a manos de la autoridad. Consiste en: “tener automóvil con vidrios polarizados, rebasar a un convoy militar, circular con actitud sospechosa, parecer drogado, parecer narcomenudista, parecer que quiere desenfundar un arma, barbechar el sembradío comunal o no detenerse en un retén militar”, esto de acuerdo a “testimonios de soldados que cumplían órdenes de combate al crimen organizado” y que abrieron fuego o fueron testigos de la acción militar (Cadena de Mando).
*De 2006 a 2016 la CNDH ha dado 143 recomendaciones a las fuerzas armadas por “violaciones a los derechos humanos (tortura, desaparición forzada, ejecución extrajudicial y otras como discriminación y violación al derecho a la salud en los centros hospitalarios)”. Casi una tercera parte, 28.6 por ciento, obedece a recomendaciones motivadas por ejecuciones extrajudiciales (Cadena de Mando).
*La persecución y exterminio de las cabezas del cartel Beltrán Leyva en Nayarit dan cuenta del exceso de fuerza letal que puede aplicar el ejército. Imágenes como la del helicóptero artillado con dos minigun que disparan a discreción hacia una zona residencial son tan impresionantes como las imágenes de cualquier cacería de EU contra cabezas de Al-Qaeda en cualquier territorio de oriente medio.
Así, Peña Nieto enfrenta otro de los incendios de su gobierno: la seguridad interior y la regularización legal de la acción militar en las calles. Un tema que ha dejado en manos de los legisladores, y del que Osorio Chong ha dado seguimiento sin mostrar un impulso firme. Ninguno de los presidentes que aparecieron en la portada de la revista Time enfrentó un escenario similar. Ni Díaz Ordaz en el 68, ni Echeverría en el 71, ni De la Madrid durante la década de los ochenta con la guerrilla rural y urbana, ni Salinas de Gortari-Zedillo con el EZLN. Fox dejó que las cosas ocurrieran y Calderón pateó el avispero. Ahora, con un contexto en el que el Ejército está manchado de sangre y urgido de marco legal, con AMLO capitalizando políticamente la violencia a colación de lo de Nayarit, con Trump ofreciendo “amablemente” sus tropas para combatir a los Bad Hombres, y con un pueblo que vive en la zozobra de estar entre la fuerza criminal y la fuerza del Estado, la Presidencia de la República tiene un liderazgo que queda chico ante las grandes enfermedades sociales de la nación. Si la revista Time tuviera que volver a poner ahora a EPN en su portada, seguro podría llevar el título de Killing Mexico.
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