Todos sabemos que México tiene hospitales y centros de investigación internacionalmente reconocidos, tales como el Instituto Nacional de Cardiología que le ha dado renombre a nuestro país desde sus inicios en 1944. Existen además los muy prestigiados Instituto Nacional de la Nutrición, de Neurología, de Oncología, hasta un total de trece. Al paso de los años, estos sitios continúan creciendo en fama, méritos y logros. Son los lugares donde se hace la mejor medicina, se realizan investigaciones científicas de alto nivel que son publicadas en las revistas internacionales más serias, además publican sus propias revistas de gran renombre. Sus directivos consiguen sólidos financiamientos que les permiten crecer en instalaciones, personal, servicios y difusión. Además, obtienen jugosos donativos de organizaciones internacionales que apoyan sus investigaciones y publicaciones clínicas, no les dan dinero sólo por amistad, sino como un premio a sus logros. Son Institutos escuela ya que en sus salas y quirófanos se forman los mejores médicos especialistas de nuestra nación y también de países hermanos. Prácticamente todos los especialistas de Centroamérica y el Caribe se han formado en nuestros institutos. Aquí se nos ocurre una pregunta ¿Por qué razón tenemos Institutos de tan grande prestigio y al mismo tiempo instituciones de salud pública que no gozan de la misma fama? Y no solamente eso ¿cuál será la razón por la cual las dependencias gubernamentales encargadas de la salud pública no solamente no tienen el reconocimiento que deberían, sino que son las más demandadas en la Coesamed y la Profeco? Tal vez las razones sean muchas y de gran peso, pero en este breve espacio me atreveré a intentar una posible explicación. Los Institutos Nacionales de Salud son dependencias del Gobierno Federal, pero no de la Secretaría de Salud, ya que entran en la categoría de OPD (Organismo Público Descentralizado) lo que significa que manejan su propio presupuesto, eligen a sus propios directores, seleccionan a su propio personal y deciden sus propios cambios. Los directores de estos Institutos no son impuestos, sino que son elegidos por sus mismos compañeros con base en su inteligencia, preparación y prestigio, pero sobre todo su experiencia. Por lo mismo, suelen ser médicos que ya han trabajado en el Instituto durante muchos años, conocen el trabajo, el personal, sus problemas y sus realizaciones. Por lo general no existe un límite de tiempo para ejercer la dirección, aunque hay una duración reglamentada. Ejemplo, el período de un director es por cuatro años, pero puede ser reelegido tantas veces como sus compañeros decidan. También ha ocurrido que el director después de varios años de ejercer el puesto, decide voluntariamente retirarse del cargo porque cree que ya ha hecho lo mejor que ha podido y otro colega puede continuar. Nada es forzado, todo se mueve con base en procurar el beneficio del Instituto. Ofrecen atención al paciente de cualquier procedencia, sin importar que sean derechohabientes de alguna seguridad social o particulares, crean las campañas de prevención con base en sus propios resultados y sobre todo realizan investigación sobre los temas médicos más necesarios. En estos Institutos suelen instalarse los más novedosos y recientes equipos de alta tecnología, que mucho tiempo después serán colocados en los hospitales públicos. No son gratuitos, tienen un costo que no rebasa con mucho los gastos que se hacen en otros centros de salud, porque ya lo sabemos, en nuestro país ninguna atención médica es gratis. De manera que ¿cuál es el aprendizaje de esta situación? ¿No convendría que las instituciones de seguridad social y los centros de atención en salud pública siguieran estos lineamientos? Tal vez así tendríamos una atención médica de gran calidad en todos los niveles.
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