A veces el sol hace imposible caminar por el centro de la ciudad. A veces es mejor resguardarse, pedir algo frío y recorrer la web.
A veces los hallazgos digitales hacen que el procesador de textos se abra por fin… cosa que no habían logrado un par de visitas a museos y galerías.
En días pasados me encontré con Breve diccionario de farsas y farsantes, de Marco Levario Turcott, un interesante ejercicio de opinión que va del Argumento político a los Zapatistas, pasando inevitablemente por Gabriel Orozco y sus gansitos con circulitos.
Se puede leer aquí : https://goo.gl/aaR7oT
Si bien divierte leerlo, me parece que el texto no se queda tan sólo en eso. Siempre he creído que el humor no está peleado con la inteligencia, que se puede abordar un tema serio desde una perspectiva ligera sin sacrificar calidad en el resultado. Este breve diccionario es un buen ejemplo de lo anterior pues al terminar la lectura, uno se queda pensando en las situaciones que subyacen tras la acepción jocosa. Más allá de si el Queso puede o no ir en las quesadillas, intuyo que para Levario Turcott lo importante es la intolerancia y los regionalismos inútiles y estúpidos que develan los memes al respecto de la composición de una quesadilla. Tras la sonrisa automática que surge después de leer Lelo o Web viene la tristeza de saber que no es sólo un chiste, es una realidad. A mi entender, en ese par de definiciones, el autor reniega de los revolucionarios de sillón, de los intelectuales de banqueta, de los valientes de ordenador. Creo entender que al autor ríe un poco (yo un mucho) de lo tibio disfrazado de infierno, ya por inocencia, ya por falta de capacidad. Lo primero se disculpa, lo segundo no. Creo leer que en ambas categorías el diccionario hace una denuncia: el anonimato y/o la distancia que permite la red social le va bien a la cobardía y/o a la falsedad. ¿Cuántos “amigos” nos saludan y nos abrazan después de involucrarnos en alguno de sus “temerarios” comentarios? De esos con los que pretenden cambiar el mundo desde la tranquilidad de su laptop, sentaditos en algún café, o quizás descuidando el trabajo por estar contribuyendo a la construcción cultural del estado desde su celular. ¿Cuántos de estos “amigos” nos felicitan por nuestro cumpleaños y en ese mismo mes descubrimos que piden nuestra cabeza?
Pero que no se malentienda, no estoy en contra de estar en contra (y tampoco creo que el autor del diccionario lo esté). Lo que me parece deleznable es la falta de valor. Guerrilleros de Facebook y “amigos” que apuñalan… de eso es de lo que escribo. Nada nos cuesta decir la verdad, directo, a la cara. Nada nos cuesta tomar el celular, entrar a la red social y con un par de clicks eliminar de la lista de amigos a quienes nos provoquen molestia. No hacerlo me resulta ilógico, extraño, ¿acaso perverso y morboso?
El disenso no es el problema, la hipocresía lo es.
Si bien el texto de Levario Turcott sirvió para desarrollar aquí unas cuantas líneas en torno a la honestidad, leerlo más de una vez vale mucho la pena. Del breve diccionario de farsas y farsantes se desprenden varias ideas que dan para una buena tarde de discusión que fluya entre whiskeys y un playlist de triphop.
En un comentario a partir de la publicación del diccionario sugerí escribir la versión aguascalentense y un amigo me propuso hacerlo. Considero que un diccionario de farsas y farsantes de Aguascalientes sería provechoso si se recibiera con inteligencia emocional y si fuera tomado como un mero ejercicio de reflexión, no como una afrenta personal para los implicados, sin embargo la sociedad hidrocálida es complicada y quizás no pueda con esa tarea; o por lo menos la sociedad que yo conozco, la que tiene que ver con el arte y la cultura.
Escribirlo es algo que aún no he decidido hacer. Al respecto, unas cuantas ideas:
–Sería divertido para algunos, indignante para otros (Yo me cuento entre los primeros)
–Requiere una destreza que no poseo (Eso nunca me ha detenido)
–Seguro alguien creería en el resultado, alguien más lo tacharía de absurdo (Story of my life)
–Requiere tiempo (Este sí lo tengo)
–Tendría que ceñirme al rubro del arte (En lo demás soy aún más incompetente)
–Se me ocurre hacerlo en colaboración con la comunidad artística: Preguntar cuáles sustantivos, adjetivos, verbos, etc. deberían aparecer en el diccionario.
–Yo pongo la A:
Anuar Atala: artista hidrocálido por decisión cuya mayor virtud es estar jodiendo.
Congratulaciones.
Yo lo invito a que lo realicé.
Ud. es un ejemplo a seguir.