Más de tres proyectos que he concretado recientemente provienen de algunos inbox y esto me lleva a confesar lo siguiente:
*La inteligencia y generosidad de mis amistades es un campo de cultivo para mi actividad.
*Soy un parásito ladrón de ideas.
*Dedico demasiado tiempo a las relaciones intercompupersonales.
Lo que aquí se lee nació un viernes poco antes de las dos de la tarde. Yo, sentado afuera de un oxxo y bebiendo una agua de tuna con limón… como presumiendo mi desempleo mientras intercambiaba mensajes con un buen amigo que seguramente estaba de workaholic.
Nuestra conversación era un barquito de papel navegando en una cubeta de aguas revueltas. Propuestas de trabajo, invitaciones a eventos y opiniones acerca de la soberbia de algunos artistas y de esa insoportable concepción decimonónica del artista touched by god que aún permea a la sociedad del XXI. Tendría que preguntar a mis colegas pero, por lo menos yo, carezco de algún tipo de condición sagrada. No sé… quizás cada que dios me ha buscado yo salí a comprar whiskey.
Me gusta pensar que los artistas arrojan al mundo un sinfín de dispositivos capaces de desestabilizar, de emocionar, de cuestionar, de evocar; me gusta pensar que las obras son mind triggers… pills for the heart. Para mí el arte es semilla de abismo, una nube, un beso y un puñetazo a la cara; amalgama del trabajo intelectual y alguna disciplina que posibilite su percepción. Coincido con José Jiménez cuando se refiere a la obra de arte actual como una estructura abierta, dinámica y aleatoria, opinión que construye a partir de “El proceso creativo”, texto de Marcel Duchamp de 1957 y del libro “La obra abierta” de Umberto Eco de 1962.
En fin, “puedo ponerme cursi y decir” mil cosas más para dejar en claro que confiero una gran potencia a la obra de arte, pero eso no quiere decir que esté de acuerdo con que en pleno 2017 se conciba al artista como entidad superior digna de un pedestal precioso. Basta de musas, de inspiración, del genio creador e incomprendido. Basta de hablar del taller como “el lugar donde sucede la magia”, de ver al artista como bicho raro y del clásico “¿órale… qué te fumaste?”
Discúlpese mi atrevimiento pero creo firmemente que el artista es un profesionista más en este mundo. Creo en el trabajo, en el estudio, en la disciplina y la sensibilidad. Creo en el artista visceral que se vuelve fuego en el estudio, pero creo también en limpiar la pintura de las manos con un trapo mojado en aguarrás para tomar la agenda y anotar los pendientes del día siguiente.
Como sucede en cualquier otra actividad humana, el arte demanda que al talento se le sumen tenacidad, perseverancia y oficio para conseguir las metas que se propone quien a él se dedique. Me parece oportuno decir que detrás de un verso telúrico seguramente hay setenta y ocho palabras que jamás escaparán de una hoja arrugada. O más aún, es preciso decir que detrás de alguna pintura en la que se invirtió trabajo intelectual, tres páginas de bocetos y muchas horas de óleo sobre tela se puede encontrar el fracaso total.
Nadie habla de las pinturas que nunca se venden, de las piezas arrumbadas en el taller, aquellas que nunca ganaron concurso alguno, pero sobre todo, nadie habla de las obras que se terminan y no satisfacen a su creador. ¿O me pasa sólo a mí? ¿Sólo yo tengo mis batallas perdidas recargadas una contra otra, llenándose de polvo y escupiéndome a la cara mis debilidades como artista?
Ventilar las batallas perdidas no nos convierte en soldados caídos.
Publicar nuestros pequeños o grandes logros es válido y hasta necesario. Contarle al mundo sobre la beca, el premio o la venta se puede entender como el mero ejercicio de compartir o como estrategia de posicionamiento, sin embargo creo que quizás deberíamos ser más responsables y a partir de la dinámica que a cada quien le parezca adecuada, podríamos contribuir de una vez por todas a dejar bien claro que los artistas no pertenecemos al olimpo.
A mi amigo de quien escribí al inicio le robo la mitad del título de este texto y a Bowie un par de líneas para recontextualizarlas y con la camiseta de artista bien puesta declarar que we can be heroes, just for one day… pero nunca seremos dioses.