¿Qué es una Constitución? La natural y multicitada definición de los más románticos juristas es la descrita por Ferdinand Lasalle, que sostiene que una Constitución es la suma de todos los factores reales de poder, es decir, el equilibrio que estos alcancen. Lasalle defendió siempre la importancia de que la Constitución, particularmente las constituciones escritas, reflejaran la realidad de una nación. Y dice más. Esta definición constriñe en el fondo que si una Constitución, aun estando revestida de formalidades, no es consistente con la realidad de un Estado entonces dicha Constitución es inservible.
Este fin de semana se cumplen 100 años de la Promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Nuestra carta magna nació el 5 de febrero de 1917 en el Teatro de la República, en la ciudad de Querétaro. De esta promulgación fue antecedente la Soberana Convención Revolucionaria de 1914 en nuestro Estado. Con el fin de la revolución, nuestro país se encontraba urgido de la certeza de rumbo que solo la ley puede otorgar. El fortalecimiento del sistema político de la época se logró gracias a la promulgación de una nueva constitución que vino a dar certeza jurídica al clima que reinaba en el México de la postrevolución. En aquel entonces, su pertinencia era innegable. Al día de hoy, muchos consideran que deberíamos replantearnos el derecho constitucional en su conjunto.
Herman Heller dice que una Constitución vive sólo cuando es vivida. Hoy, cien años después, es importante preguntarnos ¿vivimos la Constitución?
La Constitución reconoce (porque no otorga) los derechos humanos que cualquier persona, por el simple hecho de serlo, debe de tener. El fondo de la pregunta anterior se sintetiza en un paradigma por resolver: si por siglos el ejercicio de los derechos fundamentales fue posible en la medida que lo permitía la ley, o la ley vale en la medida que respeta los derechos esenciales.
Es decir, ¿la Constitución vale por sí misma o vale solo en la medida que conduce el ejercicio de los derechos fundamentales de las personas? Este es uno de los primeros cuestionamientos que fundaron el llamado Neoconstitucionalismo o el Paradigma del Estado Constitucional de Derecho.
La clase política actual, en sus discursos cotidianos, habla sin cesar sobre “preservar el Estado de Derecho”. ¿Qué es el Estado de Derecho? Es un estado en el que toda actuación de la autoridad debe conducirse respetando la Ley.
¿Qué es para la clase política el Estado de Derecho? Para la clase política el estado de Derecho se reduce a la institucionalidad, a que la gente no saquee tiendas. Pero esta es una visión miope de un concepto de por sí trasnochado.
La reforma más importante de los últimos años a nuestra Constitución es la del 10 de Junio de 2011. Esta reforma fue fundamental para el Estado Mexicano en materia de Derechos Humanos, además de construir los cimientos de la construcción del Estado Constitucional y Democrático de Derecho, que se funda no en la estricta legalidad, sino en las libertades individuales y colectivas. Un Estado que reconoce, no un Estado que impone. Un Estado conformado por ciudadanos, no por gobernados.
El párrafo anterior responde una de las preguntas más de moda en esta época entre los juristas. ¿Necesita México una nueva Constitución? Mi opinión personal es que no. Lo que se debe imperantemente es pasar del paradigma del Estado de Derecho, fundado en el positivismo paleolítico, al paradigma del Estado Constitucional de Derecho, donde la Constitución no sea una simple disposición general, abstracta y obligatoria, sino un documento en el que se aglutinen no solo los factores reales de poder sino los derechos, obligaciones y libertades de los ciudadanos de un Estado. Donde las personas sean reconocidas como parte fundamental de una nación y no como súbditos de la clase política. Donde exista un Tribunal Constitucional que proteja las disposiciones de la carta magna diverso del Tribunal de Casación (tribunal de última instancia) en que se ha convertido nuestra Suprema Corte de Justicia.
Llegará el día en que la clase política reconozca y procure la protección de un Estado Constitucional y Democrático de Derecho. Quizá ese día llegue después de que quienes habitamos este país tomemos el papel de ciudadanos en lugar del papel de simples gobernados.