Un día como hoy, en 1913, fallecía en la Ciudad de México a escasos días de cumplir 61 años, el ilustre artista aguascalentense José Guadalupe Posada Aguilar.
Nacido el 2 de febrero de 1852 en la esquina que ahora conforma la calle que en honor lleva su nombre con la de Manuel M. Ponce en el corazón del populoso, festivo y tradicional Barrio de San Marcos en Aguascalientes, fue el cuarto de los seis hijos procreados por el matrimonio de Germán Posada Serna, de oficio panadero, y la Sra. Petra Aguilar Portillo.
Sin ser destinatario de una educación formal, aprendió a leer y escribir con su hermano, para después ingresar a la Academia Municipal de Dibujo de Aguascalientes. Ya para 1868 era aprendiz de otro artista, Trinidad Pedroza, en su taller litográfico, donde realizó sus primeros trabajos consistentes en caricaturas de sátira política, en el periódico El Jicote, de oposición declarada al gobierno del Coronel Jesús Gómez Portugal.
Sigue a su maestro al establecerse en la vecina León, Guanajuato, donde se dedican a la litografía comercial, diseñando empaques, etiquetas, tarjetas, etc. Posada se independiza y llegará a ser maestro de instrucción secundaria. En 1888 se traslada a la Ciudad de México aprendiendo técnicas novedosas en el grabado gracias a la intercesión de Antonio Vanegas, su nuevo maestro.
Es entonces cuando Posada es aceptado y respetado como artista gracias a su sentido del humor combinado con dramatismo. Supo retratar como ninguno la forma de vida y a la sociedad entera de la decadencia porfirista y la protodemocracia, utilizando los espacios que el día de hoy tienen las imágenes fotográficas y las caricaturas políticas en los diarios. Posada editorializaba con su grabado retratando la esencia del mexicano, haciendo una especial crítica al gobierno y sus excesos hacia el pueblo, o bien ilustrando poéticamente la noticia para que pudiera permear entre la mayoría analfabeta.
Y esa obra, que por naturaleza era efímera, permanece grabada, sobre todo entre los aguascalentenses que le recordamos y admiramos como artista, por el realismo de sus dibujos, por lo bien que condensan toda una nota, una historia, una idea. Además, por lo prolífico de su obra.
Hace algunos años el Instituto Estatal Electoral, realizó, con el juego de palabras que sirven de título a esta columna, una exposición permanente en la que se ilustraban con imágenes de la autoría del artista, principios y valores de la democracia, mismas ilustraciones que aún adornan las paredes del edificio sede de la más alta autoridad electoral en el estado.
Y es que hay dos maneras de ver a Posada desde la perspectiva de la democracia: una que es la que pone la imagen sobre el texto, que brinda la explicación gráfica sobre el concepto escrito, que, aunque en su origen no hubiera sido ese su propósito, al final resulta de más fácil comprensión si seguimos el adagio de que una imagen dice más que mil palabras. De esta manera, ahora conceptualizamos la tolerancia, y la ilustramos con una viñeta satírica que Posada publicó en el periódico Hoja Suelta en 1901 a raíz del sonado escándalo del Baile de los 41. Eso era Posada, el juglar de la sociedad de ese entonces, el que llevaba la noticia incluso a las clases bajas, el que su trabajo ahora nos permite mostrar al valor ilustrado.
Sin embargo no nos podemos sustraer a la realidad más conocida de Posada y sus ilustraciones de calaveras. Aunque actualmente se utilizan por asociación con las festividades del Día de Muertos, realmente las calaveras de Posada interpretan la vida y las actitudes sociales del pueblo mexicano, de ahí que veamos calaveras vestidas de catrín y de barriada, urbanas y rurales, haciendo las diferentes profesiones que en ese entonces se realizaban, a caballo y en bicicleta. No eran muertos, eran vivos. Y no solo eran pobres, eran pueblo, eran ricos hacendados, eran gobierno, eran políticos. Y Posada los reflejó de la manera más democrática que existe, a través de la muerte. Todas las calaveras son sacos de huesos, ninguno vale más que otro, la esencia de la democracia. Todos somos iguales.
Es muerte que nos viene de nuestro lado indígena y su culto a Mictlantecuhtli. Es la misma muerte que trajeron los españoles en la conquista. Es la muerte que rodea a la pobreza y a la miseria, pero también el destino final del rico más rico. Más que una parca fría y solemne, en las ilustraciones de Posada se ve una muerte divertida y socarrona, pareciera que va por la vida y que vive entre nosotros, pero no nos asusta a ninguno. Insisto la muerte es el evento más democrático de todos, porque nos trata con igualdad, sin distingos, es imparcial, no quiere a uno más que a alguno, y es legal, es cierta, nos espera al final de los días y nos da toda una vida de ventaja.
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