La sociedad convulsa de 1903 se despertó leyendo en el ejemplar de El Hijo del Ahuizote, de los hermanos Flores Magón, en la primera plana el encabezado trágico: “¡La Constitución ha muerto!” clara muestra de protesta, por lo que en líneas centrales se pudo leer: “Cuando ha llegado un 5 de febrero más y la justicia ha sido arrojada de su templo por infames mercaderes y sobre la tumba de la Constitución se alza con cinismo una teocracia inaudita ¿para qué recibir esa fecha, digna de mejor pueblo, con hipócritas muestras de alegría? La Constitución ha muerto, y al enlutarnos hoy con esa frase fatídica protestamos solemnemente contra los asesinos de ella, que con escarnio sangriento al pueblo que han vejado, celebren este día con muestras de regocijo y satisfacción”.
Años después de condiciones similares extendidas a lo largo y ancho de la República, hicieron que la guerra civil estallara, al tener como detonante las elecciones de 1910. Tras la renuncia de Porfirio Díaz, es Francisco León de la Barra quien se encarga del despacho de los asuntos de la presidencia, hasta la celebración de las elecciones extraordinarias que ganaría a la postre la fórmula de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez.
En su breve mandato, el también llamado Apóstol de la Democracia enfrenta muchas vicisitudes derivadas de la realidad política y aderezadas por su carácter, que lo llevan a enfrentar el fin de su presidencia ante la sublevación de Victoriano Huerta, la famosa Decena Trágica, y la usurpación del que fuera su jefe de las fuerzas armadas.
Defendiendo la causa justa ante el derrocamiento del presidente electo de manera democrática, Venustiano Carranza, en ese entonces gobernador del estado de Coahuila, forma el Ejército Constitucionalista, obviamente defensor de la Carta Magna vigente en ese entonces, promulgada en 1857, desconociendo al usurpador y después de un año de lucha armada, destituyéndolo para hacerse cargo del Poder Ejecutivo con la consigna de reformar la Constitución vigente, por un nuevo texto que se adecuara a la nueva realidad del país.
Así el 14 de septiembre de 1916, se convocó al Congreso Constituyente encargado de elevar a rango constitucional las demandas exigidas en la revolución aparentemente concluida. El 1 de diciembre se dieron cita los constituyentes en el Teatro Iturbide de la capital del estado de Querétaro, representando a las diversas fuerzas políticas que básicamente se conformaban en los bandos de izquierda exaltada y derecha moderada.
La historia consigna que el grupo progresista se relacionaba con Álvaro Obregón, en tanto que los moderados conservadores con el presidente Carranza. Entre los “izquierdistas” estaban Francisco J. Múgica, Esteban Baca Calderón, Heriberto Jara, Cándido Aguilar, Juan de Dios Bojórquez, Rafael Martínez de Escobar, Luis Espinosa y Froylán Manjarrez. Por parte de los “conservadores” aparecen nombres como el de Luis Manuel Rojas, José Natividad Macías, Alfonso Cravioto y Félix F. Palavicini.
En tan solo dos meses de debates se construyó el documento que por primera vez recogía garantías sociales en el mundo. A diferencia de la de 1857, en ésta ya no se mencionan los derechos humanos, sino que alude a las que se dio por llamar “garantías individuales” en la primera parte del articulado, puesto que el proyecto original era el de tomar como base la Constitución de 1857 y modificarla, sin embargo, en el transcurso de las sesiones, se optó por reformarla sustancialmente y crear un documento nuevo.
No se modificó la forma de gobierno republicana, promesa realizada por Carranza, representativa, democrática y federal. Se refrendó la división de poderes en Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y tal como venía sucediendo los últimos 30 años, el Poder Legislativo se componía además de la Cámara de Diputados por la Cámara de Senadores.
De igual manera, no se trastocó el sistema electoral, seguían haciéndose elecciones directas sin la posibilidad de reelección presidencial (principio básico de la lucha armada), se eliminó la figura del vicepresidente y se dio autonomía al poder judicial y al municipio con la creación del municipio libre, diseñando, por virtud del artículo 27, todo un esquema que ordenó al país en materia agraria.
Los 136 artículos que conforman la Constitución son los que nos garantizan tener derechos, contraprestaciones para con el Estado, y son el cimiento en que se funda el andamiaje que permite el desempeño de la estructura gubernamental del país. A casi cien años de su promulgación es menester recordarla en su justa dimensión, aquilatarla, cumplirla y hacerla cumplir.
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