La política es el conjunto de acciones que se realizan para resolver la incertidumbre, dicha solución debe tener la perspectiva del bien común y del desarrollo de la comunidad. Una de las preguntas más difíciles de responder es: ¿Qué es la política? Para mí es lo anterior, cada vez que la reflexiono recuerdo a Mario Edgar López Ramírez, un maestro que marcó mi desarrollo académico, y a Pablo Iglesias, un personaje cuyo discurso me es atractivo y es empático conmigo. Esa es mi definición de la política.
Quienes no se esfuercen en diseñar soluciones para reducir la incertidumbre y con perspectiva del bien común, abonan a construir ese rechazo a la política, la deforman, la tergiversan y la manosean. Esos que se dicen políticos y no ven por el beneficio de la mayoría, no son políticos. La mayoría de las personas que se dedican a ocupar los cargos públicos y a simular hacer política contribuyen a que los ciudadanos tengan niveles altos de rechazo a practicar o interesarse de esta actividad (Ver Encup, Latinobarómetro o el Informe País).
La comunicación política, una actividad que siempre ha acompañado a la política, pero que recientemente se ha hecho protagonista de la mano de la mercadotecnia y la superficialidad, ha apoyado para que esos actores que se dicen políticos, ocupen cargos fundamentales y abonen con mayor protagonismo al descrédito de la política. Por ejemplo, en el ámbito internacional, asociaciones de comunicación política han premiado un vídeo sobre el informe de gobierno de Javier Duarte, la campaña de Jaime Rodríguez, El Bronco o la campaña y spots de Enrique Peña Nieto.
Estos premios se fundamentan, de manera justificada, en la innovación del mensaje, la producción, la capacidad de conectar con el target o público, de lograr empatía, de hacer comunidad, de poner al ciudadano al centro y de promover un discurso democrático. Sin embargo, esas piezas de comunicación que son buenas, algunas, y que hacen ganar elecciones e informar a los ciudadanos, han traído a las sillas y altos mandos de decisión a personajes que se convierten en no deseados.
Javier Duarte es prófugo de la justicia, Jaime Rodríguez no ha significado la transformación política que prometía y Enrique Peña Nieto no ha sido el líder de un gobierno que puede estar a la altura del momento histórico, sino más bien cómplice o protagonista de la crisis de seguridad, corrupción, social, económica y política. Lo anterior, le plantea retos a la comunicación política, si bien, los que se denominan consultores en comunicación no tienen la responsabilidad de gobernar y más bien son traicionados y desilusionados por sus clientes políticos deben reflexionar sobre la ponderación entre fama, ganancias, riqueza y consolidación empresarial y la prioridad de construir gobiernos que vean por el bien común.
Dante Delgado mandó dos mensajes en Twitter que también abonan a mi argumento: “La política se ha transformado en discursos vacíos sin acciones concretas que beneficien a los ciudadanos”. Y “Es necesario ponerle fin a la perversión en la función pública que tanto mal le hace a México”.
La función pública y la actividad política, como lo escribí en las primeras líneas de esta columna, está pervertida. Que los que se dicen políticos hayan pervertido la política tiene muchas razones, hoy sólo hablo de una que me parece fundamental, no podría decir la más importante, pero sí fundamental.
La actividad política es una profesión, ya lo afirmaba Hobbes en El Político y el científico, por lo tanto requiere de profesionalización que permita no sólo perfeccionar mecanismos, procesos, legislación o administraciones públicas, sino que incentive la práctica de una política por el bien común. Manuel Alcántara, académico español, en un curso sobre el oficio del político, establece una serie de reflexiones sobre el tema:
- No hay escuelas para los políticos. Y tiene razón, en México los funcionarios públicos, en su mayoría son egresados en derecho, economía o administración. Son contados los que estudian algo relacionado con la ciencia política, que tampoco es suficiente para la profesionalización de la política. Alcántara señala algunos casos aislados como algunos cursos de Harvard. En México por ejemplo, la Universidad Panamericana creó la licenciatura en gobierno y políticas públicas, que según la institución busca generar los mejores gobernantes.
- La profesión de la política tiene caminos diferentes. Con esto Alcántara señala que el origen de los políticos es diferente a todos los profesionistas y puede oscilar entre la herencia familiar, trayectoria política que no califica habilidades sino más bien lealtades o incluso favores no deseados (cubrir delitos, corrupción, desvío de recursos, empresas fantasmas o incluso pagar candidaturas). A diferencia de la mayoría de las profesiones donde el desarrollo profesional demuestra habilidades, capacidades y conocimiento, en la política no. Los casos en México sobran: Sylvia Beltrones, Carmen Salinas o Vicente Fox son el claro ejemplo.
- La profesionalización de la política es fundamental. Las crisis institucionales y la insuficiencia de recursos, no sólo económicos, para resolver la incertidumbre y los problemas públicos se debe abordar con la profesionalización de los políticos: desde entender conceptos y teoría clave sobre política hasta técnicas efectivas de comunicación son necesarias.
Esto sólo es una visión corta sobre los políticos de hoy. Tampoco podemos ser injustos con personajes que buscan dignificar la política, en el ámbito federal y local. Sin embargo, la excepción confirma la regla. El primer paso para profesionalizarse puede ser leer, en lugar de ler.
@caguirrearias