He dormido mal varios días porque no puedo olvidar una pregunta al aire. Qué rápido una cuestión personal puede volverse un lío metafísico, un peldaño vital para continuar el desarrollo de nuestras vidas. El señor me miró a los ojos cuando la dijo, y me burlé al principio, como el grueso de la población, pero después he dado vueltas y vueltas en mi cama, entamalándome cada vez más en mis propios jugos de angustia y desencanto. “¿Qué hubieran hecho ustedes?”, preguntó el señor presidente. La pregunta se enterró como un alfiler en las primeras dendritas del alma y ha enraizado como un parásito incólume e impío. Ya. No puedo más. No chingue, señor presidente. Cómo nos pregunta eso.
Sobran las ideas saludables sobre lo que pudo impulsar el señor presidente, imperatur maximus del chile y del nopal, en vez de sorrajarnos el madrazo de la gasolina en la cara. Ideas de empresarios, analistas políticos, jueces, reporteros y cocainómanos que van desde lo más sensato hasta un paseo por el museo de alguno que otro animal fantástico. Y surgen, surgirán más respuestas conforme se deshilacha el discurso y se descubre la mentira (por ejemplo: el aumento internacional de la gasolina en todo el mundo es una panacea; si uno le rasca se descubre que son los papás). Dicen que los saqueos es la distracción política para meterle al pueblo el miedo de la revolución y de la muerte pero, seamos sinceros, cuando una figura del tamaño de nuestro muñecote mayor nos pregunta: ¿qué hubieran hecho ustedes? Hasta yo me siento compelido a alzar la mano y dar una opinión. Cualquier paranoico con experiencia en conspiraciones les diría lo mismo que yo: la distracción empezó desde mucho antes.
En todas partes leerán las participaciones de los alumnos más dedicados, y también los más desmadrosos, que decidieron jugar con la pregunta. No sólo las verán en los medios de mayor circulación (siempre quise escribir eso) de nuestra nación, pero también las verán en los muros de Facebook de sus chiles, compadres y enemigos. Lo que me llama la atención, sin embargo, es la súbita sinceridad del presidente porque sí parece preocupado por la situación. Quedaron lejos los días de Peña Nieto risueño con sus amigos viendo el partido de futbol, Tecate light en la mesa, pidiendo al fotógrafo de presidencia que le pique al send para compartirlo con el Twitter de la perpetuidad efímera.
De un tiempo para acá, de parecer un guapo de telenovela inalcanzable ha tenido otros fallos que nos permiten verlo como lo que es: un personaje amarrado a la crueldad de su entorno (llámese PRI, llámese clase política, llámese tesis pagada de la UP). Si algo me provoca ruido en estos deslices es que la persona detrás del personaje no puede contenerse. Ningún jefe de Estado, ninguno, en cualquier circunstancia, debe preguntar a la nación: ¿qué hubieran hecho ustedes? Eso no se hace. Incluso si otra persona hubiera escrito el discurso, un político capaz lo hubiera detenido, hubiera borrado esa pregunta porque un estadista sin la capacidad de sopesar entre la debilidad y la sinceridad, es un soberano imbécil, un cordero en un mar de lobos.
Pareciera que un alienígena desea comunicarse con nosotros, o bien, el dios detrás de la máquina. Como en aquellos tiempos de antaño, no sé si lo recordarán, nos dimos cuenta que Calderón bebía para soportar el peso de los muertos. Pues aquí, de lejos, vemos a un genuino inepto realmente preocupado porque no tiene el poder para estabilizar a una nación y sus herramientas de trabajo son un puñado de imbéciles que golpean una piñata de Trump y se asignan bonos de última hora. Estamos presenciando una de esas raras, rarísimas, ocasiones en que hasta los mártires son despreciables.