La realidad política mexicana se encuentra hoy en una encrucijada bastante particular. La primera opción es atender con urgencia a quienes sostienen la esquizoide creencia de que el precio de los combustibles es un reflejo claro del resultado de una gestión respondiendo a los reclamos incisivos y francamente obtusos de una multitud que no atinaría con un rifle al agua aún si estuviera en una lancha a la mitad del océano.
En segundo lugar, está el boquete de las finanzas públicas y la lucha que implica subir los impuestos para sanear la deuda y dotar de servicios a los millones de mexicanos que aún no cuentan con ellos. Esto se torna particularmente complicado cuando la comentocracia se compone en su gran mayoría de una suerte de cretino que ya sea por deporte o mera convicción se opone a toda forma, tipo, clase, o simple insinuación de un impuesto, curiosamente de forma más vigorosa cuando estos son progresivos, como con las herencias, los combustibles, los bienes inmuebles etc.
Esta temible combinación, similar a una llamarada constante sobre un bote con gasolina, es uno de los principales peligros para la creación de una democracia sana y la consolidación de una economía justa. El hecho de que los cretinos a los que me refiero no encuentren problema en que México sea uno de los países menos equitativos de la OCDE, (gracias a Chile donde la desigualdad es aún más grotesca) pero que sí vean un profundo agravio a la integridad de la gente en un impuesto progresivo es solo un reflejo de la situación.
Ahora bien, el tema importante de la gasolina en realidad poco tiene que ver con el descontento de la aspiracional clase media mexicana. La preocupación real, aquella que deberíamos discutir con urgencia, es la situación de los más pobres. Lo invito a reflexionar en la vida de aquellos millones de mexicanos a quienes el aumento en los precios de los insumos más básicos los hará pasar hambre sin dejar de lado a aquellos millones más a quienes el aumento les representa un cambio drástico en su forma de vivir.
Sobre el gasolinazo es adecuada la molestia y las preocupaciones, no obstante, como suele suceder, no faltó el cretino que se encargó de dirigirlas en la dirección menos adecuada.
Si el Estado mexicano ha fracasado en muchas de sus encomiendas o si no ha podido hacer cumplir jamás la constitución es un asunto que muchas veces encontrará respuesta en la hacienda pública. La falta de recaudación, y la forma tan inadecuada de recaudar, fueron ocultadas por décadas por los ingresos generados por el petróleo. A diferencia de otros países donde las bonanzas petroleras sirvieron para industrializarse, en México, las administraciones (de Fox y López Portillo principalmente) se encargaron de dilapidar los recursos de formas tan inexplicables como profundamente opacas.
Con la gasolina, uno de los insumos indispensables de la economía, sucedió durante décadas algo similar. La variación el precio internacional del barril de petróleo no impactaba jamás el precio final de la gasolina en México.
Hasta 2014 existió un subsidio a la gasolina que mantenía artificialmente el precio por debajo del costo real de la gasolina. Esta situación, basta decir, va en detrimento de los más pobres por su carácter regresivo, pero aun así era bien vista por la mayoría pues brindaba una sensación de estabilidad y capacidad de compra de la gasolina, aunque esto fuera a costa de los recursos públicos que en otros países más serios construyeron escuelas, universidades, hospitales, carreteras u otros.
En este país la congruencia política dura tan poco que ahora la derecha, aquella compuesta de encopetadas, y ahora iracundas, señoras y de propositivos mirreyes, bien peinados y ávidos lectores de libros de autoayuda que manejan automóviles y camionetas de doce cilindros reclaman gasolina barata al más puro estilo Venezuela.
Mientras tanto la izquierda, esa que no sabe que es más importante si el maíz o la gasolina, metiéndose cada vez más en una camisa de once varas, ha decidido apoyar el enojo (capitalizable cierto es) de una gran parte del electorado a costa de perder una vez más, la oportunidad de hacer notorio el gigantesco boquete de las finanzas públicas y la necesidad de recaudar más.
@JOSE_S1ERRA