Nadie hizo nada porque creyeron que era imposible. Incluso el horror de imaginarlo les daba un acceso de ansiedad y prefirieron esperar. Todavía no es demasiado tarde, habrá alguna solución civil y legal que arregle su desastre, pero seguramente esperarán porque no pueden creerlo. Me recuerda cuando mi querido país vota por Soriana y el PRI. Al menos a eso me huele cuando leo de refilón las notas: Rusia manipuló las elecciones estadounidenses, pero la evidencia es circunstancial y el señor Putin intimida con la mirada.
Hay que tomar un momento para pensar en ello: el país que se vende como un bastión de libertad y democracia fue manipulado por otro país. La gente acepta con comodidad que la libertad es relativa y tecnodependiente. No sólo Facebook es mi algoritmo de bienestar, pero cómo puedo impedir que unos brujos binarios muevan sus varitas mágicas y cambien los decimales de lugar.
Al principio, debo admitirlo, calenté mis palomitas en el microondas para ver a los gringos arder, pero luego de los primeros incidentes racistas y francamente retrógradas, empezaron a darme lástima. Las ruinas, sean de oro, de bronce o de piedra, siempre son conmovedoras y nadie merece vivir en constante miedo, en estado de alerta o persecución. El mexicano porque ya está acostumbrado, ese. Pero ellos están tan desesperados que los más despistados sugieren, en uno que otro artículo oportunista y buena ondita, que es buen momento para mudarse a México. ¡A México!
El líder del mundo libre (ay, ay, ay) recibió los favores de una potencia a 8000 kilómetros de distancia (claro que hice mi tarea… le pregunté a Google). Algunos pensarán que se necesitaron brillantísimas mentes malignas, infames por sus habilidades en la manipulación y el engaño, de esas que ven fórmulas y números translúcidos cual fantasmas de otra realidad o apariciones de humo, pero a esos hay que darles sus pastillas, mandarlos a dormir y quitarles la contraseña del Netflix. Si yo soy capaz de preguntarle a Google, alguien con los recursos y la suficiente paciencia puede hacer milagros. Ningún sistema está exento de la entropía, mucho menos un sistema predominantemente electrónico. Quien sepa buscar sabrá que no se necesitan herramientas complejas para desestabilizar… no digamos la infraestructura democrática de un país completo, pero digamos, nomás por ocurrentes, la página del SAT. Chrome y Firefox tienen años aterrorizando a los muchachos de Hacienda.
Basta meter el dedo en la grieta adecuada para hacer maravillas.
Las medias de red de Edgar Hoover se retuercen en su tumba. Aquel hombre, en el inframundo, reconoce los primeros pulsos de una verdad que pronto será histórica pero que nadie ha querido pronunciar por prudentes o pusilánimes. Yo no tengo miedo a equivocarme y también empieza creer que así fue: Rusia ganó la Guerra Fría. Ya no se necesitan soldados ni armas cuando los componentes esenciales de nuestra vida están conectados. Y esto pronto saldrá de nuestro control absoluto. Quién sabe si alguna inteligencia artificial, oculta entre pequeños espasmos de nuestro sistema operativo, latente y fría, ya hizo respaldo de nuestros historiales de vida además de los sociales y los económicos. No sólo mis textos y mis estados de cuenta están seguros, pero mis dick pics y su geolocalización resguardan parte de mi memoria cibernética por si alguna vez alguien desea revivirme para un episodio de Black Mirror.
Obama, hace unos meses, sugirió a las mentes más inquietas de Silicon Valley que buscaran dirigir a las inteligencias artificiales para salvarnos de nosotros mismos y nos asistan a ser mejores personas. Habrá que enseñarles a estos entes nebulosos e imaginarios que no somos indispensables. Bueno, los gringos. Los líderes de nuestra soberana nación están muy ocupados en otras cosas igual de fascinantes y tecnocrácticas, como espiar a la población para proteger la soberanía de nuestra dulce patria y gritarle a una piñata con la efigie de Trump que es bien puta. Sent by iPhone. Somos bien chispa. Me cae que sí.