Miguel Barbosa escribió en un tweet: “Tal vez ha llegado el momento de reflexionar la pertinencia de una tradición como la pirotecnia ante tragedias de esta magnitud. #Tultepec”, y Brozo contestó “Uy senador… hace un chorral de muertos que el momento de reflexionar llega y se va; hasta la siguiente explosión. Órale!”. Y yo pregunto, ¿alguno de los dos vio la luz de la pólvora en sus ojos? Fácil para los que estuvieron lejos del mercado de pirotecnia de San Pablito en Tultepec, Estado de México, y para los medios, un espectáculo digno de transmitirse.
No se trata de tradiciones ni de llenarlo de matices políticos, son las consecuencias de jugarte la vida cuando chambeas (literal) y no pensar en lo que pueda pasar. ¿Se imagina la escena, estimado lector?; pasado el mediodía cerca del Circuito Exterior Mexiquense, los vehículos que circulaban por ahí como testigos de una de las tragedias más impactantes de los últimos años.
20 de diciembre de 2016, los habitantes del lugar, vecinos de los poblados cercanos, locatarios, los que no tenían nada que hacer ahí, los que desde lejos acudían por pirotecnia para celebrar el nacimiento del Mesías, más como tradición y pachanga que por devoción, la costumbre dicta que no puede haber posada sin “fuegos artificiales”. El 8 de marzo, ahí mismo en Tultepec se registró una explosión en un taller clandestino dejando muertos y heridos; nueve meses después este reciente acontecimiento que sin duda no es más que un reflejo de negligencia no de las autoridades, sino de los locatarios del mercado.
Tultepec podría catalogarse como la capital de la pirotecnia en América Latina con todo lo que implica el título, es el modo de vida de sus habitantes y que por décadas el oficio de hacer cohetes da para comer y para morir, 1998, 2006 y 2007 han sido marcados por explosiones relacionadas con la poca seguridad en el manejo de la pólvora. Con el afán de regular esta actividad comercial tiempo atrás se creó el Instituto Mexiquense de la Pirotecnia, en agosto de este año, el titular en turno, Juan Ignacio Rodarte Cordero, afirmó que pese a los accidentes en años anteriores el mercado de cohetes de Tultepec era, hasta ayer, el más seguro del río Bravo para abajo.
Entiendo perfectamente que es su trabajo, la manera de ganarse la vida, pero no de perderla de una manera tan triste. ¿Qué fue lo que ocurrió? Una chispa, calor extremo, un descuido que acabó con las 4.5 hectáreas del mercado, 29 muertos y 70 heridos hasta el momento. Eruviel y Enrique lamentan el hecho y prometen que se iniciarán las investigaciones pertinente a cargo de la Procuraduría General de la República (PGR). Qué piensan encontrar, cuál será el resultado, dirá algo como: un hombre caminaba por el estacionamiento del mercado cuando sacó de su bolsa una cajetilla de cigarrillos, sin pensarlo tomó un cerillo, el cual después de usarlo lo arrojó hacia su lado derecho sin darse cuenta que había un local de pirotecnia de juguete, mismo que explotó al instante haciendo reacción en cadena. O tal vez: A pesar de que las autoridades garantizaron la seguridad del mercado en días pasados, un grupo de detractores del presidente municipal contrataron a tres delincuentes suicidas para que hicieran estallar en los cuatro puntos cardinales cohetes que terminaron con las instalaciones del lugar.
Las versiones que vengan, las que los medios nos compartan, la verdad quedará calcinada como todos los locales del San Pablito.
Con todo respeto, estimado lector, pero así somos los mexicanos, trabajamos en condiciones precarias, no seguimos las medidas internacionales de seguridad porque así estamos acostumbrados, no pagamos impuestos, no compramos productos originales, no buscamos lugares seguros para adquirir lo que compramos, comemos en la calle sin higiene alguna, sin embargo, desde nuestra óptica somos los más responsables y los que todo hacemos bien, para qué buscamos responsables si todos lo somos, vemos la luz de la pólvora en nuestros ojos y difícilmente hacemos algo para evitarlo.
Yo no veo a nuestra civilización evitando la pirotecnia en las fiestas religiosas, en eventos deportivos, espectáculos, en las calles el 15 de septiembre, el 24 de diciembre o los primeros minutos del año nuevo, legislar el uso y manejo de la pirotecnia no es la respuesta. Lo que sigue es atender a los heridos, apoyar económicamente a los deudos de los fallecidos, reconstruir el mercado San Pablito, llenarlo de mercancía y dejar todo listo para la próxima explosión. No me diga que no, porque después del 19 de septiembre de aquel 1985, la Ciudad de México se llenó de edificios altos, esperando que las normas de construcción ahora sí se cumplan.
Tristes fiestas para Tultepec, para el Estado de México y para todos los que vivimos en este agitado país, vamos moviéndonos hacia la cultura de la verdadera protección civil.
Para olvidar estos días, pero también para recordar y honrar a una de las mejores bailarinas de danza árabe y otras disciplinas de la entidad, Erika Serrato Millán, quien desafortunadamente perdió la lucha contra el cáncer; joven bailarina entusiasta, maestra de nuevas generaciones, destacada entre las destacadas, comprometida con la danza y con su filosofía.
La danza también puede producir el mágico efecto de los fuegos artificiales cuando es interpretada desde el corazón, a la vista los movimientos y cada ejecución hacen que en nuestros ojos destellen la armonía y la pasión.
Gracias, Erika, por haberme permitido compartir los proyectos culturales de la Universidad del Valle de México, gracias por tu entusiasmo, tu apoyo, tus ideas, tu tiempo, parte de ti, de tu vida, tu sonrisa sincera nunca se borrará de la mente de todos los que compartimos contigo un momento de nuestras vidas, baila para los ángeles y sé feliz, amiga, te vamos a extrañar.
