El 26 de enero de 2015, Alexis Tsipras se convirtió en primer ministro de Grecia de la mano de la coalición de Izquierda Radical (Syriza) renunciando al cargo el 20 de Agosto del mismo año para convocar a nuevas elecciones las cuales se llevaron a cabo el 20 de Septiembre de 2015 y que dieron como resultado nuevamente el triunfo de Syriza en las urnas. Este partido de izquierda (la más izquierda de las izquierdas griegas), al desenvolverse en un sistema parlamentario, se vio en la necesidad de hacer alianzas en el parlamento para conformar gobierno. La lógica de los espectros políticos nos hubiera hecho pensar que la alianza natural de Syriza para hacer gobierno era con los partidos de izquierda, socialdemócratas o centristas, pero Syriza se fue a aliar con el partido de los griegos independientes, un partido de extrema derecha griego, el equivalente a Trump o al Frente Nacional Francés.
Más cerca de nosotros, Donald Trump, después de la designación de Hillary Clinton como candidata presidencial del Partido Demócrata, fue a buscar abierta y directamente a los simpatizantes de Bernie Sanders quien era el precandidato Demócrata más de izquierda. El candidato más de derecha del partido republicano fue a buscar los votos de los sectores más extremos de la izquierda demócrata.
No vayamos tan lejos, en diversos estados de nuestro país se han dado fenómenos de coalición entre partidos de izquierda como el Partido de la Revolución Democrática y partidos de derecha como el Partido Acción Nacional teniendo resultados electorales exitosos desde hace varios años.
Esto para nuestra generación, pragmática y carente de convicción ideológica en su mayoría, es indistinto. Sin embargo, el contexto anterior apenas cincuenta años atrás era impensable. En los momentos álgidos de la historia, como lo han sido la revolución francesa o la guerra fría, las ideologías lo fueron todo. Hoy las cosas son muy diferentes ¿nos encontramos ante la muerte de las ideologías? ¿la izquierda y la derecha han dejado de significar algo a las personas?
Para empezar, ¿a qué le estamos llamando izquierda y a que le estamos llamando derecha?
El origen del espectro ideológico se remonta hasta la época de la revolución francesa, donde en el parlamento, los partidarios del antiguo régimen se sentaban a la derecha, mientras que los partidarios de las ideas de la ilustración o liberales se sentaban a la izquierda.
Durante todo el Siglo XIX la contienda entre los bandos fue entre liberales y conservadores y se adoptó la idea de que ser de izquierda era ser liberal y que ser de derecha representaba comulgar con las ideas tendientes al conservadurismo. La lógica del espectro ideológico en esta época fue prácticamente la misma en todas las latitudes, incluso en nuestro país estudiamos en nuestros libros de historia el eterno conflicto entre los liberales y los conservadores.
Llegado el Siglo XX, el debate liberal-conservador se agotó y la distinción entre la izquierda y la derecha pasó a convertirse en un debate entre socialistas comunistas frente a los defensores del libre mercado. El criterio de la intervención del estado en la economía se convirtió en la medida lineal para ubicar en el espectro a las diversas ideologías, desde el comunismo más radical, pasando por los socialistas, socialdemócratas, socioliberales y liberales (en el sentido económico del término). Es en esta época donde se da la llamada revolución conservadora, encabezada en los años 80 por Ronald Reagan y Margaret Thatcher, que aglutinó a las diversas fuerzas de la derecha independientemente de la contradicción de sus causas.
Así, como sucedió con el debate entre liberales y conservadores, parece ser que la confrontación entre socialdemocracia y libre mercado ha llegado a su fin y la muerte de castro puso punto final a ello. Pero ante este panorama, ¿qué significa ser de izquierda o de derecha, hoy?
La llegada del Siglo XXI trajo consigo un nuevo cambio de paradigma en el espectro político ya que, personajes que antes jamás podrían ponerse de acuerdo en diversos temas, se han aliado ahora, dando la impresión de que el criterio diferenciador entre izquierdas y derechas no es el mismo. Y es que no lo es, el criterio diferenciador de esta era parece ser uno: los que buscan dar un paso atrás en los procesos de integración internacional y los que buscan ir hacia adelante en la globalización.
Los programas de Syriza (izquierda griega), Podemos (izquierda española), Trump (ultraderecha estadounidense), el movimiento Brexit (liderado por la derecha inglesa) y del Frente Nacional (derecha francesa) tienen todos algo en común: ponen la soberanía nacional y el mercado interno como prioridad frente a los procesos modernos de integración internacional.
Unos queriendo salir del euro, otros queriendo dar por terminado el TLCAN, otros diciendo NO a la paz por sentirse presionados por la comunidad internacional, pero todos teniendo una idea común: la globalización e integración daña en lugar de fortalecer.
Frente a ellos se encuentran los progresistas, los que creen en los procesos de integración internacional vienen aparejados y son necesarios para el mundo moderno. Los que creen en los beneficios de la globalización y que ven en los tratados internacionales instrumentos para el desarrollo económico global.
El debate es amplio. Y el obrero norteamericano que perdió su empleo porque su empresa decidió mover la producción a la india y el millennial mexicano que espera ansiosamente la apertura del nuevo Ihop en su país tendrán opiniones definitivamente contrarias pero legítimamente defendibles. El poder y la política tal y como los conocemos no serán jamás como antes.
Dicho lo anterior ¿es el lector de izquierda o de derecha?
De que sirve exresalo, si entre 98 por ciento, todos son corruptos no importa de color es el partido político y más en México, así como todo en el mundo. Y esto lo expresa todo el pueblo.
Hola ,
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