Desde una postura crítica y reflexiva, el pensamiento dialéctico, asume la realidad social desde el punto de vista de la realidad concreta, lo cual supone que cada fenómeno debe ser comprendido y explicado en relación con el todo
Karel Kosik
Es evidente que el Estado mexicano se encuentra en una posición de vulnerabilidad; la delincuencia incontrolable, una economía que no crece, un gobierno que tiene la más baja aprobación social de los últimos sexenios y gobernadores envueltos por la corrupción, son tan sólo algunos de sus indicadores más claros.
En la discusión política existen diversas proposiciones que asumen esta circunstancia como un agotamiento institucional, crisis del Estado, crisis de gobernabilidad, incluso, Estado fallido.
El punto es que el Estado se encuentra sobresaturado de demandas y simultáneamente no cuenta con los suficientes recursos económicos e institucionales para dar respuesta eficiente a las mismas.
Lo anterior ha propiciado situaciones de ingobernabilidad que aunado a problemas de gestiones, distorsiones y vicios, terminan produciendo un cuadro crítico del Estado como institución y principal actor del juego político y del entramado institucional.
En materia de seguridad por ejemplo, que constituye, hoy por hoy, la primera gran preocupación de la ciudadanía, se esperaba que las múltiples medidas y recursos desplegados, debiesen haber propiciado un avance significativo en la misma.
Sin embargo, la evidencia muestra claramente que esos esfuerzos no han tenido el impacto deseado. Que las políticas públicas han sido ineficaces. No solo la incidencia del problema se mantiene, sino que en los últimos años se ha incrementado.
Más grave aún, se acrecienta la percepción que lo que subyace en el fondo, es la complicidad en las altas esferas del poder con el crimen organizado y la ausencia de voluntad política para resolver el asunto de fondo.
Ante el aumento de la delincuencia en sus diferentes manifestaciones, la exigencia social es clara. La aspiración de los ciudadanos es vivir en condiciones seguras en las cuales se proteja su integridad física, su libertad personal y su patrimonio, responsabilidad primaria de cualquier gobierno.
Cuando la delincuencia y la inseguridad se desbordan, se genera el temor, la intranquilidad y un ambiente de incertidumbre que limita su desarrollo.
Se cuestiona, como refiere el poema de Mario Benedetti, la estrategia y la táctica. Por una parte, parece que la estrategia no es combatir el crimen organizado sino la violencia que éste genera, y que para ello ha implementado una política basada principalmente en el uso de la fuerza pública.
Por otra, la perspectiva: la inseguridad responde a un problema multifactorial; es decir, en su origen y solución intervienen diversos elementos. La persistencia de inequidades socioeconómicas, el deterioro en los niveles de vida, el desempleo y la insuficiente participación ciudadana, son variables que impactan negativamente en su solución.
En consecuencia, no es posible vencer a la delincuencia exclusivamente por medios militares. Se requiere una estrategia integral con acciones que corten de fondo el asunto del financiamiento del crimen organizado y las redes de corrupción, así como políticas, sociales, económicas y educativas que ataquen, de manera simultánea, diversos aspectos que repercuten en la inseguridad.
Por mejores policías, armamento y coordinación que tengamos, por mejor sistema de justicia y leyes, si no se proporciona a la sociedad y, en particular a los jóvenes, oportunidades para desarrollarse individualmente, cualquier esfuerzo en la materia será insuficiente y de pobre alcance.
Por otra parte, es necesario romper la cadena de la corrupción y el pacto de impunidad como factores que inciden en este grave problema.
En efecto, el descrédito del combate gubernamental contra el crimen organizado se alimenta de la debilidad institucional, lo cual se evidencia en la incapacidad para hacer valer el Estado de derecho, lo que permite altos niveles de corrupción e impunidad.
Una sociedad es más libre si y sólo si se sabe y se siente segura, y sobre esta base, esté en condiciones de trabajar, invertir, convivir, compartir y producir prosperidad, bienestar general y calidad de vida.
Bueno, eso creo yo. Lo demás, a la deliberación democrática del respetable.