Hace algunas semanas escribía en este espacio que las películas, las novelas, los cuentos, incluso las artes plásticas que pueden considerarse dentro del género del “horror” nos gustan y las consumimos porque apelan a nuestra natural curiosidad. Recibimos un premio cognitivo. Es ésta la solución a la paradoja del horror: consumimos obras que nos generan temor y repugnancia a la vez dado que suelen estar enmarcadas en una narrativa en la que la duda, la incertidumbre y escepticismo son sus principales condimentos. Además, los monstruos que suelen aparecer en estas historias nos asombran, pues rompen nuestros esquemas conceptuales naturales o adquiridos culturalmente, los cuales suelen estar enmarcados en dicotomías como vivo/no vivo, todo/parte, terrestre/acuático, terrestre/aéreo, etcétera.
Confesaba también que mi subgénero favorito es el que contiene zombis, esas extrañas criaturas que están vivas pero muertas a la vez, que suelen estar incompletas, con las vísceras de fuera, algunas sin piel o con la piel destrozada, que padecen un terrible monchis por cerebros o carne humana (depende la versión), que son torpes y lentos o rápidos y agresivos (depende también la versión), y que muchas veces deben su estado a un virus que se ha propagado y que amenaza la supervivencia de la especie humana. Lo cierto es que los zombis ya no nos asombran como antes. Desde el Lázaro bíblico y Jesucristo, quizá los primeros zombis de la literatura, hasta los zombis de George A. Romero, la idea de “muertos vivientes” había sido poco explotada. No obstante, después de Night of the Living Dead (1968) los zombis se han vuelto parte común de nuestra cultura: series de televisión, innumerables películas, novelas y cuentos han hecho de los muertos vivientes íconos culturales. Los zombis ya no nos sorprenden, no nos causan repulsión ni temor, incluso nos generan simpatía: Zombieland (2009) es inexplicable sin este cambio cultural.
Si la presencia de los caminantes (walkers) o muertos vivientes (living dead) es tan común en nuestra cultura, ¿por qué seguimos consumiendo obras que los tienen como protagonistas?, ¿por qué el zombi se ha vuelto nuestro monstruo favorito? Pienso que la curiosidad sigue siendo básica, pero juega un papel distinto que en las obras clásicas del género del horror. Nuestra fascinación ya no radica en el monstruo como tal, ni en las narrativas comunes del descubrimiento. El zombi ya pasa a segundo plano, aunque es un ingrediente necesario en un nuevo tipo de narrativas: las que incluyen experimentos mentales.
Cercanas a las narrativas puras de ciencia ficción, las narrativas zombi nos piden que nos imaginemos diversos mundos posibles: los que normalmente incluyen condiciones postapocalípticas. Piden que nos imaginemos en condiciones de radical supervivencia, donde no sólo ni principalmente son los zombis nuestros enemigos, sino que son los demás supervivientes de los que más debemos preocuparnos. En el mundo de los zombis todo se trastoca: la moral, el gobierno, las normas sociales, inclusive los límites a los que nos tenemos que ceñir cotidianamente. En el mundo zombi podemos hurgar dentro de la casa que nos plazca, podemos tomar cualquier cosa que encontremos, y las dicotomías interior/exterior y público/privado dejan de tener aplicación. También la lucha por la supervivencia nos hace partícipes de una moral de la excepción: las respuestas habituales a cuestiones como cuándo es lícito matar a otra persona, robarle, engañarla, usarla como medio, adquieren una tonalidad radicalmente distinta. El mundo zombi pide que nos imaginemos de vuelta en nuestro estado de naturaleza y requiere que repensemos la moral misma. En éste nada puede darse por sentado ni supuesto: nos pide que reflexionemos constantemente en el mejor curso de acción en cada caso. “¿Qué harías si…?” y “¿qué deberías hacer si…?” son las preguntas más recurrentes en el mundo zombi.
Los experimentos mentales son una especie de dispositivos racionales (argumentativos) que nos permiten obtener conclusiones a partir de un experimento que realizamos no en el laboratorio sino en los márgenes de nuestra imaginación. La ciencia los ha usado con éxito: Galileo, gracias a uno de ellos, refutó la tesis clásica de que los objetos más pesados caen en un menor tiempo que los livianos. Los experimentos mentales -aunque restringidos por su propia consistencia lógica interna y lo que ya sabemos del tema- nos permiten conocer algunos aspectos de la realidad a partir del puro pensamiento. Su utilidad, entonces, es altísima: a un costo bajo -pues no se requieren costosos instrumentos ni laboratorios- podemos obtener conocimiento.
La narrativa zombi sigue dando frutos comerciales debido a que apela a nuestra curiosidad epistémica: deseamos naturalmente saber, y los mundos posibles que construyen las narrativas postapocalípticas nos permiten establecer condiciones imaginadas para comprender de mejor manera muchas cosas, a la vez que nos permiten cuestionar algunos de nuestros supuestos más básicos sobre el mundo, los otros y nosotros mismos. Los zombis seguirán, para la fortuna mía y de muchos, por muchos años en la pantalla grande y chica. Y la historia evolutiva de nuestra especie nos seguirá premiando cognitivamente por dejarnos acompañar por nuestros queridos muertos vivientes. ¡Larga vida a los caminantes!
[email protected] | /gensollen | @MarioGensollen
ACADEMIA JURÍDICA, POLÍTICA y SOCIAL, DESDE LO VIRTUAL: ¡UN MUNDO FELIZ!
Todo un clásico futurista y vigente que destaca especialmente por imaginar un mundo (Estado Mundial) donde los seres humanos se fabrican en serie (¿Enajenación o Zombis?).
¿¿¿ANTE LOS ACONTECIMIENTOS POLÍTICO ELECTORALES Y SOCIALES 1932-2016 Y SIGUIENTES???
A su sabia reflexión, análisis crítico y autocrítico…
LIBRO: UN MUNDO FELIZ (Brave New World, 1932, ALDOUS HUXLEY)
Una historia vigente. Lo leí con las asignaturas de Ética y Literatura en mi juventud y líder estudiantil correteando utopías en la preparatoria 1976-1979, en esa época me dejo una buena lección de reflexión que aún conservo, es uno de mis favoritos.
Me sorprendió la similitud de la forma en que vivimos y actuamos realmente en nuestro mundo humano “enfermedad de la indiferencia” y hecho una mirada a nuestra historia desde la perspectiva bíblica y de los cinco procesos de producción:
1) Comunidad trivial.
2) Esclavitud.
3) Feudalismo.
4) Capitalismo y
5) Comunismo…
Considero que es una lectura obligada para todo lector, entre sus tantos libros que debe tener en su bibliografía…
Un mundo feliz es posiblemente la novela más leída de Aldous Huxley, y su influencia es evidente tanto en buena parte de la novela de ciencia ficción de calidad como en las novelas filosóficas. Presenta un mundo en el que el Estado controla hasta el más mínimo detalle de la vida de los individuos, a los que mantiene en una ignorancia, producto de un depurado “LAVADO DE CEREBRO”. Más tarde el autor escribiría otro libro “Nueva visita a un mundo feliz”, donde analizaría lo que había escrito años antes y sacaría conclusiones muy distintas sobre el destino de la humanidad…
Con mis atentos saludos y disfruten la lectura de este excelente libro de “probeta”.