Votar con la vagina / Desde la redacción - LJA Aguascalientes
22/04/2025

En las elecciones pasadas por la presidencia de Estados Unidos, la actriz Susan Sarandon declaró que ella no vota con la vagina, e insistió en que lo importante no era tener una mujer como mandataria, sino tener a la mujer correcta, en referencia con el voto que negó a Hillary Clinton, pues “El miedo a Donald Trump no es suficiente para que apoye a Clinton, con su historial de corrupción”.

Si bien concuerdo con eso de tener a la mujer correcta al mando y no a cualquiera sólo porque es mujer (es bien sabido que las cuotas de género implementadas en México para obligar a los partidos a involucrar en la política a las mujeres sólo han servido como hilos de titiritero), yo esperaría que Sarandon y las mujeres no votáramos con la vagina, sino con la cabeza, tal vez así no hubiera hecho estas lamentables declaraciones y se hubiera percatado que el miedo a la xenofobia, a la intolerancia y a la misoginia de Trump bastaban para votarlo en contra.

Tener una mujer en el poder no es garantía de nada. Los mandatos de Angela Merkel en Alemania, Michel Bachelet en Chile, Cristina Fernández en Argentina y Dilma Rousseff en Brasil, por mencionar a las más recientes gobernantes del mundo, no dejaron ningún cambio en las políticas públicas a favor de las mujeres y las minorías en sus respectivos países. Ahora bien, que aquellas mujeres sean líderes en sus países se debió a sus circunstancias (Cristina fue esposa de Néstor Kirchner, quien prácticamente le heredó la silla, Bachelet y Rousseff son sobrevivientes de la dictadura latinoamericana, y Merkel ha sido la Canciller de hierro alemana comparada con la Dama de hierro inglesa, Margaret Thatcher, duras y viriles hasta para los hombres), muy diferentes a las de la elección de una mujer para la presidencia del país más poderoso del mundo.

Una cosa me quedó clara: ser mujer es peor que ser un racista o tener pendientes con la justicia amparado en el fuero constitucional. Uno de los factores decisivos para que Hillary Clinton y Lorena Martínez perdieran, que no el único, por supuesto, fue que son mujeres. Ambas se enfrentaron a un sistema misógino que las juzgó como nunca hubiera juzgado a un hombre, como sucedió en la elección a la gubernatura de un estado tan conservador como Aguascalientes.

El estado no votó por las propuestas de Martínez Rodríguez, sino por su figura. La campaña que se desató en su contra fue brutal al atreverse a mencionar siquiera cuáles serían sus preferencias sexuales, algo que a estas alturas no debería ponerse en consideración de absolutamente nadie, pero que afectó tanto a su campaña como para estar obligada a manifestarse en contra de los matrimonios igualitarios, una propuesta que surgió del primer priista del país, Enrique Peña Nieto. En el caso del ahora gobernador electo y los dimes en su contra sobre si tiene o no aventuras extramaritales, diretes que también nos deberían tener sin cuidado (diferente, claro, del tema de su fuero y de los juicios que tiene pendientes), nadie dijo nada y se tapó ese hoyo con fotos familiares y la propuesta de una Secretaría de la Familia que tiene tintes vergonzosamente conservadores.

A Hillary Clinton le llovió por el juicio contra su marido, Bill Clinton, durante su mandato en Estados Unidos, por el “descuido” que tuvo su hija Chelsea con sus hijos, por su ropa, porque no sonreía lo suficiente, por haberse enfermado de neumonía. Sin embargo, no es nuevo el señalamiento hacia Trump por su discriminación y misoginia, y no pasó a mayores el audio que revela su detestable comportamiento para con las mujeres.

Que Sarandon se pronunciara así solo es el reflejo de lo que leo constantemente en redes sociales, hombres que proponen igualitarismos, mujeres que se colocan fuera del feminismo porque no lo toleran, una crítica destructiva desde la academia, desde la mesa del café. Es cierto que nadie tiene por qué adherirse a ninguna ideología, que en la pluralidad de ideas nace la tolerancia y la riqueza. Es claro que existe una sociedad injusta e inequitativa. También es claro que el aumento en la pobreza, la exclusión social, la pérdida de derechos humanos y laborales, y la miseria son cuestiones que afectan en lo general mucho más a las mujeres solo por serlo. Susan Sarandon no lo alcanzó a ver cuando decidió e invitó a votar contra Clinton y así opacar y naturalizar el odio racial y misógino de Trump.

El feminismo no es un movimiento a modo. No nació para encajar en la vida de las personas, no busca caer bien ni crear beneficios a las mujeres. El feminismo quiere que los derechos humanos que son establecidos para todos, hombres y mujeres, sean otorgados de forma intransferible, indivisible e irrenunciable también a estas, a nosotras, no solo en papel, sino en la práctica, porque somos las que menos nos hemos beneficiado de nuestros derechos.

Mientras mujeres y hombres por igual no comprendan esto, tendremos más comentocracia y más Susan Sarandon que piensen que el miedo que causan  los Donald Trump del mundo no es suficiente como para acallarlos.


Reitero: cuando Lorena Martínez presidió el Ayuntamiento de Aguascalientes no hubo políticas públicas en favor de las mujeres. No, no basta darnos bolas de estambre. No basta ser mujer en el poder.  Veamos si Teresa Jiménez se corta los hilos.


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Tania Magallanes

Jefa de Redacción de LJA. Arma su columna Tres guineas. Fervorosa de lo mundano. Feminista.

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1 thought on “Votar con la vagina / Desde la redacción

  1. Es triste, pero es una verdad y vergüenza da, el vivir en un mundo misógino desde la creación misma de mundo.
    En ningún momento de la historia la mujer ha tenido poder, hoy en día en la política, en la iglesia, etc.
    En el hogar golpeada, maltratada, con palabras duras minando su autoestima.
    A la mujer se le critica, se le ofende y nadie sale en su defensa, crean leyes y de que sirven sino se aplican sobre todo en la periferia de las ciudades, en el campo, en las rancherías.
    Es quien más trabaja y no percibe un salario, mucho menos un reconocimiento.
    Cuando llega al poder una mujer, ella no hace nada por su género, se le olvida tanta mujer oprimida.
    Se dice que la peor enemiga de una mujer es otra mujer.

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