Justo cuando se cumplen 27 años de la caída del Muro de Berlín, en nuestro país se comenzó a edificar otro con el triunfo del candidato republicano Donald Trump.
A lo largo de la historia, nos hemos dado cuenta que a la humanidad le va mejor cuando, en lugar de construir muros se edifican puentes; cuando en lugar de segregar a grupos sociales, se les incluye; sin embargo, las ideas xenofóbicas están ahí, incubándose en cada rincón del planeta, por grupos motivados por una gran ignorancia y el temor a cambiar su estatus quo.
Por lo pronto, si el candidato republicano, hoy presidente electo de los Estados Unidos, decide cumplir sus amenazas de construir el muro fronterizo, que además correría por cuenta de los mexicanos, México entraría en una de las etapas más difíciles de su política exterior, dado que el modelo de liberalismo económico puesto en marcha décadas atrás, no contempla muros sino puentes, no por nada somos actualmente la economía más abierta, más interdependiente del mundo con casi 40 tratados comerciales internacionales.
El sorpresivo triunfo de Trump encendió los focos de alerta al resto de las economías; los mercados internacionales reaccionaron la mayoría de ellos de forma negativa en tanto que la bolsa de valores de Estados Unidos recompuso su jornada al día siguiente de las elecciones y comenzó a ganar puntos, en una clara señal de hegemonía económica norteamericana.
Sin embargo, la historia no está toda a favor de Trump, ya que es política, y en política, siempre hay, por definición, pesos y contrapesos, y en estos últimos, hay un ala muy poderosa dentro del partido republicano que no está de acuerdo con el nuevo presidente y seguramente encontrará resistencia ante los desplantes que seguramente hará, dada su polémica personalidad y sus excesos que ahora tendrá que reprimir, al tener la embestidura de la nación más poderosa del mundo.
La tradición política de Estados Unidos ha forjado grandes hombres que manejan al país de acuerdo a los intereses de la clase más pudiente, y cuando se han querido salir del script, sin dudarlo, los han hecho a un lado, y si no es creíble esta afirmación, basta revisar con mucho cuidado la historia de H. Kennedy para darse cuenta que, un paso en falso que pongan riesgo el capital de los hombres del dinero en Estados Unidos, y actúan de inmediato con soluciones radicales.
Además, es importante recordar que los presidentes de Estados Unidos, todos sin excepción, obedecen, no a posturas ni intereses muy personales, sino a los intereses de los amos y señores del dinero, y serán ellos quienes verdaderamente regulen la actuación de quien hasta hace pocos días considerábamos como un payaso.
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