Cada vez es más frecuente encontrar textos académicos, noticias y contenido de entretenimiento que hacen referencia a los llamados millennials, un concepto cuestionable que justo merece ser analizado pues en ocasiones fortalece los imaginarios de discriminación contra los jóvenes.
Para algunos sectores, en especial la mercadotecnia, los millennials son la generación de personas que actualmente tienen entre 20 y 35 años de edad, y aunque en origen se les relacionó con los llamados nativos digitales -aquellos que al nacer están inmersos en un entorno con dispositivos inteligentes de comunicación-, se les ha llegado a colocar en un esquema de consumo en el que predomina el uso de la tecnología, el gusto por los viajes, por una virtual “contracultura”, el acceso a posgrados como un recurso de mera manutención a través de becas y la búsqueda de trabajos en industrias creativas pero con un alto salario y poca carga laboral; elementos que en síntesis englobarían una perspectiva narcisista y simplista sobre la juventud.
Esta taxonomía sólo presenta un burdo intento de generalización que ni siquiera contempla la multiplicidad de condiciones y circunstancias para poder discurrir sobre el consumo cultural, la interacción digital o el mundo laboral; pero además, en ocasiones apoya a la generación de productos y discursos que promueven ideas negativas contra los jóvenes, lo cual llega a obstaculizar su desarrollo laboral o les hace ser objeto de actos de discriminación.
De manera frecuente se hace referencia a los millennials para el desarrollo de contenidos publicitarios, de entretenimiento o motivacionales en los cuales se enarbola la idea de un tipo de superflua anarquía o vida “bohemia”, lo que invisibiliza a ciertos grupos de la población para los cuales la aventura no es una opción, mucho menos una posibilidad ante circunstancias de sobrevivencia, y aunque se trate justamente de narrativas meramente aspiracionales o de seducción para impulsar hábitos de consumo, para aquellas personas fuera del mercado objetivo o target, parece una advertencia de una inexistente juventud que, en su totalidad, aparenta ser irresponsable, conformista o contestataria sin argumentos, que sólo se deja llevar por modas.
De acuerdo a la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México de 2010, la percepción de que las y los jóvenes que no estudian ni trabajan porque simplemente no quieren hacerlo se presenta en el 36 por ciento de la población en el país; aunque en Aguascalientes se registró que esta idea permea en casi el 40 por ciento. Los discursos con base en una aparente falta de responsabilidad sólo impulsan la consolidación de los imaginarios negativos contra la juventud, en especial entre los adultos mayores a los 35 años de edad.
Si consideramos que a través de la experiencia se obtienen puestos gerenciales o se consolidan los negocios, el creer en la construcción mercadológica del millennial implicaría desconfiar de la capacidad de los jóvenes para ciertas labores, reduciendo sus posibilidades de inserción al mercado laboral o de desarrollo profesional.
Por ejemplo, la imagen desarrollada por Rodrigo Escalante en la cual colocó a un chico hipster con el texto “No seguimos intereses, nos mueven las causas. Somos PRIennials. Ya llegamos, ¿están listos?”; desató una polémica en medios sociales pues, además de la historia que antecede al partido político mexicano, parecía presentar a un grupo de jóvenes superfluos, vestidos a la moda -nótese el detalle del calcetín- que sólo buscan ser frescos, chéveres, trendy, tal cual parece simplificar el concepto de Millennials a un grupo de personas; en vez de manifestar un discurso en el que los jóvenes cuentan con las capacidades de incidir en su entorno a través de la participación política.
Para varios jóvenes son atractivos videos, imágenes o frases evangélicas que versan sobre dejarlo todo por viajar, la posibilidad de cambiar de trabajo sin pensar en el mañana, estudiar en el extranjero, encontrar el trabajo soñado en una industria creativa o ser un artista “independiente” que se da a conocer a través de los medios digitales; ¿a quién no le gustaría vivir este tipo de escenarios hipotéticos? Sin embargo, parece que estos imaginarios han sido realmente introyectados por algunos y considerados como un instrumento de evaluación para otros.
Durante una charla con una persona de edad mayor, ésta comentaba que los jóvenes de ahora de todo se quejaban, no aguantaban la presión laboral, sólo querían viajar, presentaban propuestas con soberbia y para colmo seguían viviendo en casa de sus padres, tal cual lo había visto en el feis. Aunque estas percepciones suelen ser cotidianas debido a un choque generacional, parecen fortalecerse con la popularización del concepto sobre los millennials; y en caso de aplaudir, reír o creer ciegamente en dicho término corremos el riesgo de olvidar que cada individuo cuenta con motivos personales, sociales, económicos y afectivos para actuar en su existir. No todas las personas que actualmente son jóvenes tuvieron las mismas condiciones o circunstancias, las identidades son múltiples, al igual que los proyectos de vida. No merecemos ser reducidos a una categoría mercadológica, de consumo, somos mucho más que una simple palabra, estamos más allá de lo millennial.
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