Enrique Peña Nieto. Palacio Nacional. Cuando alguien con sentido común te hizo ver el traspié que diste al intervenir de manera indebida en un asunto interno del vecino país del norte invitando a uno de los candidatos de su reciente contienda electoral para entrevistarse contigo nada menos que en la oficina presidencial, reconociste tu error públicamente.
Sin embargo, después de conocer el resultado a favor del candidato que involuntariamente promoviste, estás dando un traspié peor que el anterior al parecer tratando de quedar bien con él, con tus reiteradas declaraciones belicistas en el sentido de que México es aliado de Estados Unidos. ¿Podrías decirme por qué somos aliados de Estados Unidos y desde cuándo?
Entre personas, aliarse significa generalmente unir esfuerzos para alcanzar un propósito común. Pero entre estados, generalmente significa unir su potencial militar para atacar a, o defenderse de un enemigo común; para fines pacíficos, en el argot diplomático se utilizan términos como acuerdo, pacto, tratado, convenio o convención, ya sea bilateral o multilateral.
Si nosotros tuviéramos el propósito de conquistar a un país o defendernos de la amenaza de otro que pretendiera atacarnos, probablemente nos conviniera buscar alianzas. Pero México jamás ha pretendido hacer guerras de conquista ni tiene enemigo alguno porque su política exterior siempre ha sido de concordia; por tanto, no necesitamos aliarnos con nadie.
Mira: te voy a explicar qué ha sido Estados Unidos para nosotros (al decir nosotros me refiero no solamente a México, sino a todos los países hermanos de América Latina):
Cuando nació a la vida independiente ese país no se bautizó con un nombre propio, pues quedó registrado con el de Estados Unidos de América. De estos términos, el único nombre propio es el de América, cuyo gentilicio no pertenece a un solo país, sino a todo el continente. Los mexicanos, los canadienses, los peruanos, los cubanos, los guatemaltecos, los estadounidenses, en fin, todos los que nacemos o vivimos en este continente, somos americanos.
Estados Unidos obtuvo el reconocimiento de la corona británica como país soberano en 1783, pero desde que inició su revolución de independencia en 1775, sus fundadores empezaron a manifestar su ambición por adueñarse de todo el continente. Por ejemplo, Thomas Jefferson expresaba ya para entonces: “Siempre he considerado la adquisición de Cuba como la más importante que podría verse en el caso de hacer nuestro grupo de Estados. La unión de esta isla a nuestro sistema nos aseguraría con la península de la Florida, el dominio efectivo de todo el Golfo de Méjico, así como de todos los países y de todos los istmos bañados por esas aguas…” Esta, obviamente, no es una actitud amistosa sino agresiva y belicosa.
Desde 1815, Simón Bolívar expresó la intención de constituir, con las colonias americanas que se liberarían de la península Ibérica, una gran Confederación con capital en Panamá, donde se construiría un canal que facilitara la comunicación entre todos los países del mundo.
Esto alarmó no solo a las potencias europeas sino también a la estadounidense en desarrollo; tanto, que ésta, en 1823, declaró unilateralmente la mal llamada doctrina Monroe, sintetizada en la ambigua expresión “América para los americanos”, que ellos han interpretado como América para los americanos de Estados Unidos, con la que se sintieron autorizados para decidir lo que conviniera o no en todo el continente. ¿Fue eso propio de un amigo, o por lo menos de un buen vecino? Evidentemente no.
Pero entonces ya se sentía más fuerte y decidió pasar de las palabras a los hechos. En nuestra historia están grabadas las cicatrices de varias agresiones militares de Estados Unidos a México. La peor de todas fue cuando decidió expandirse hacia “el lejano oeste”; entonces se lanzó contra México en su guerra de intervención de 1846 a 1848 y nos arrebató la mitad de nuestro territorio que se interponía en su camino, colonizándolo para llegar hasta donde pudiera instalar puertos que le permitieran comerciar con el enorme mercado de la cuenca del Océano Pacífico. Esa no fue la primera vez que nos invadieron y tampoco la última. Supongo que estarás de acuerdo conmigo en que esta actitud ya no solo es inamistosa, sino propia de piratas saqueadores.
En un viaje que hizo Felipe Calderón a Estados Unidos en su calidad de presidente de la República, acudió a una ceremonia en el panteón militar de Arlington, Virginia, y rindió homenaje a los soldados allí sepultados; entre otros, los que nos invadieron en diversas ocasiones. O le debía mucho al gobierno estadounidense o no conocía la historia de México. ¿Qué es lo que a ti te motiva a actuar en forma tan parecida?
Me dirás que estos ya son otros tiempos, lo cual es cierto; sin embargo, para tener buenas relaciones con todos los pueblos y gobiernos del mundo no necesitamos hacer alianzas militares, porque son muy peligrosas. Me explico:
México no tiene enemigo alguno. Pero si se alía con Estados Unidos, automáticamente se convertiría en su cómplice y todos los pueblos y gobiernos ofendidos por ese imperio también tendrían el derecho de considerarnos sus enemigos. Tan solo en los 16 años que van del presente siglo, ha destruido ciudades enteras mediante bombardeos aéreos en Afganistán, Iraq, Libia, Siria, con los que ha asesinado en forma cobarde y bestial a cientos de miles de civiles inermes. ¿Nos quieres poner en la mira de los masacrados por esa potencia salvaje?
Pero también lo podemos ver desde el ángulo de nuestra región latinoamericana:
¿Habremos sido aliados de Estados Unidos contra nosotros mismos y contra todos nuestros países hermanos cuando el presidente James Buchanan declaró, en 1857, que “Está en el destino manifiesto de nuestra raza extenderse por todo el continente…” al reconocer como autoridad nicaragüense a su filibustero William Walker quien se apoderó de la ciudad de Granada con la pretensión de construir un canal interoceánico en el país centroamericano?
¿Habremos sido aliados de Estados Unidos contra Colombia cuando el gobierno bucanero de Estados Unidos le arrebató el istmo panameño en 1903 para construir el canal a pesar de haber firmado el Tratado Mallarmino-Bidlack en 1846 por el cual se comprometía a garantizar “la soberanía colombiana sobre el istmo de Panamá.”? Esa es, nada más ni nada menos, la moral del imperio.
¿Habremos sido aliados de Estados Unidos contra Jorge Eliecer Gaytán, cuya vida segó un asesino a sueldo para evitar que fuera electo presidente de Colombia en 1948, cuando protestaba con el pueblo por la fundación, en Bogotá, del ministerio de colonias de Estados Unidos llamado Organización de Estados Americanos (OEA)?
Los casos relacionados no son sino una muestra insignificante de una larguísima lista de asesinatos, derrocamientos e incluso invasiones militares contra los países en los que el gobierno de Estados Unidos no encontraba traidores que les facilitaran el trabajo para saquear nuestras materias primas y esclavizar a nuestros trabajadores con exiguos salarios y jornadas agotadoras.
Pero lo que no tiene nombre es el asesinato del presidente Salvador Allende en Chile en 1973, de donde se partió para instaurar en toda América Latina el sanguinario Plan Cóndor, férrea base fascista sobre la que se experimentó la globalización neoliberal que posteriormente se le ha estado imponiendo a Europa.
Y en la actualidad estamos siendo testigos de los “golpes blandos” aplicados en Brasil y Argentina, con la amenaza de continuarlos en Venezuela y Bolivia, contra los gobernantes decididos a seguir la vía política latinoamericana y no la impuesta por Estados Unidos.
Pero volvamos al punto. Ante la inutilidad de la Secretaría de Relaciones Exteriores, no sé quién sea el consejero que te está metiendo en la cabeza atarnos a una potencia que no solo tiene la conciencia negra y las manos llenas de sangre, sino que va de caída porque está dejando de serlo, como ha sucedido en la historia con todas las potencias. Una prueba de ello es que, desde el año 2014 ya fue superada por China en uno de los rubros económicos más importantes, que es el Producto Interno Bruto (PIB), pues mientras Estados Unidos alcanzó el 16.28 % del total mundial, China lo superó ya con el 16.48% y es poco probable que vuelva a recuperar el primer puesto.
Pero lo más importante para nosotros, es que tú tienes que pensar y actuar en función de nuestro país y de la región natural a la que pertenecemos, que es América Latina, que es a la que hay que fortalecer por todos los medios pacíficos posibles. Necesitamos recuperar la confianza que alguna vez tuvimos en nosotros mismos, no para hundirnos en un nacionalismo xenófobo, sino uno que fortalezca nuestra riqueza cultural que es única y que nos permita manejarnos con vigor y entereza en el concierto internacional sin sentirnos inferiores, pero tampoco pretendiendo ser superiores a nadie.
Y, por favor, no les hagas caso a esos priistas contrarrevolucionarios que nos quieren militarizar siguiendo la lógica de la “doctrina” de la Seguridad Nacional importada de Estados Unidos, que nos llevaría directo a un estado represivo con un pinochet charro al frente -seguramente egresado de la Escuela de las Américas- que es lo que nuestros “primos” nos impusieron ya en 2004 con la reforma contrarrevolucionaria a la fracción V del artículo 89 constitucional a la que debemos dar marcha atrás.
La fracción de este mismo artículo que sí te conviene aprenderte de memoria porque todavía no ha sido adulterada es la X, donde se encuentra la brújula que te guiará en la ruta precisa de la política exterior que debes acatar sin el más mínimo desvío. Allí te encontrarás con la brillantez y generosidad de las mentes patrióticas que fueron capaces de concebir tan magníficos principios sustentados en la Doctrina Carranza de 1918, entre las cuales hubo una que probablemente desconoces: la de Isidro Fabela.
Por lo que he podido apreciar de lo que llamaremos tu formación académica y política, me queda la impresión de que desconoces la obra de tu antecesor, al que tanta referencia hicieron durante tu campaña por haber sido el fundador del grupo Atlacomulco. Por ello te recomendaría que hicieras un esfuerzo por leer cualquiera de sus obras, empezando, tal vez, por La Política Interior y Exterior de Carranza y siguiendo por Los Estados Unidos contra la Libertad, Los Estados Unidos y la América Latina, Intervención, o su participación con otros autores en el libro Hispanoamérica en lucha por su independencia, cuyos contenidos son vigentes.
Se despide un mexicano que quisiera sentir a su presidente no más inteligente sino más juicioso; que haga menos cuentas y que valore más; y, sobre todo, que sea más propio que ajeno.
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Faltan seis días para que concluya el sexenio del C. Gobernador Constitucional del Estado y estamos en espera de la restitución del busto de Jesús Terán en el Jardín del Estudiante, como única obra material prometida en su homenaje por el sesquicentenario de su muerte, como fundador que fue del Instituto Literario de Ciencias y Artes, cimiento de la Universidad Autónoma de Aguascalientes.
“Por la unidad en la diversidad”
Aguascalientes, México, América Latina