Estoy de acuerdo con mi buen amigo Mauricio Berumen del Instituto Cultural de Aguascalientes, conversé con él un par de minutos durante el intermedio del quinto concierto de temporada de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes, y comentábamos que el OP. 56 de Beethoven es un concierto para violín, violoncello, con un discreto piano en medio de ellos, así es, es el instrumento menos exigido de este bellísimo concierto triple del genio de Bonn, y es que Beethoven lo escribió de esa manera considerando que el pianista del estreno de la obra no tenía la misma estatura de talento que sus colegas de los otros dos instrumentos solistas, así que intentó proteger a su pupilo y mecenas el archiduque Rodolfo y no exhibirlo en sus limitadas facultades, aunque sabemos que con el tiempo y la asesoría de Beethoven llegó a ser un consumado pianista.
Ciertamente de esto no tiene la culpa el maestro Sergio Vázquez quien fungió como solista al piano y cumplió dignamente con su compromiso, Orlando Espinosa en el violoncello mostró buenas formas, pero con algunos problemas de afinación sobre todo al inicio del Rondó, pero al mismo tiempo nos ofreció momentos muy brillantes. Por su parte, el violinista, Román Pavón, concertino de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes, me pareció por debajo del nivel de exigencia de una partitura de este tamaño, le he visto al maestro Pavón muchas mejores ejecuciones, sin duda no fue la mejor de sus noches, y es que verdaderamente lo que el compositor encomienda a los solistas del violín y cello, es de un nivel muy alto de exigencia. No dudo del dominio técnico de ninguno de estos tres solistas, tienen la técnica de ejecución que su respectivo instrumento exige, pero una cosa es ser atrilista en una orquesta, y otra lo es también enfrentar repertorios de esta magnitud como solistas, como también lo es evidentemente desarrollarse dentro del exigente mundo de la música de cámara, dentro del que por cierto lo hace muy bien Orlando Espinosa, integrante del Cuarteto White, el ensamble de música de cámara de mayor peso específico en nuestro estado. Por otra parte, recuerdo al maestro Orlando ejecutando en dos sesiones diferentes, imposible hacerlo en una sola, las Seis Suites para violoncelllo solo de Johann Sebastian Bach en la sala López Velarde del Centro Cultural Universitario, y bien sabes, amigo melómano, que esa obra de Bach es la biblia del violoncelista. Con esto quiero dejar en claro el dominio de la técnica del maestro Espinosa.
También es verdad que tocar como solista con la orquesta con la que se trabaja, y que sean los mimos colegas quienes acompañan en el concierto, debe ser una presión extra, sin duda, eso me queda perfectamente claro.
El concierto inició con la obra Clepsidra del compositor Mario Lavista, una obra que no muestra exactamente un espíritu festivo que es para lo que fue creada, compuesta por encargo con motivo de las celebraciones por los 300 años del descubrimiento del Río San Antonio en Texas y estrenada en 1991 por la orquesta sinfónica de esa ciudad, es, sin embargo, una obra cuyo carácter representa la mayor complejidad para el director, asunto que no tuvo el menor inconveniente en resolver el maestro Fernando Lozano, director huésped para este quinto programa de la cuarta temporada de conciertos.
El concierto terminó con la que para un servidor es la más bella de las cuatro sinfonías de Brahms, la segunda, el OP. 73 escrito en la tonalidad de re mayor. Una gran ejecución del maestro Lozano que no se queda sólo en la lectura puntual, sino que va más allá, hizo un verdadera interpretación, asunto nada sencillo, y es que estamos hablando de uno de los más grandes referentes de la dirección orquestal en nuestro país, él junto con los maestros Francisco Savín, Enrique Bátiz, Sergio Cárdenas, Luis Herrera de la Fuente (q.e.p.d.), son algunas de las batutas más sólidas de la vieja guardia en nuestro país, sin demeritar, evidentemente, el trabajo de directores más jóvenes. De hecho, no me había emocionado tanto una ejecución de la segunda de Brahms, desde que el maestro Eduardo Diazmuñoz la dirigió aquí mismo con nuestra Sinfónica hace no sé cuántos años, pero créemelo, fue impresionante, uno de esos conciertos inolvidables.
La próxima semana la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes nos presenta, en el sexto concierto de temporada, Tierra de Temporal de José Pablo Moncayo, El concierto No.4 para violín y orquesta, K. 218, en re mayor de Wolfgang Amadeus Mozart. Después del intermedio escucharemos Cabalgata nocturna y amanecer, OP. 56 de Jean Sibelius y finalmente el Poema Sinfónico No. 6 Mazeppa de Franz Liszt. El solista al violín es el maestro Román Revueltas con la participación del maestro Lanfranco Marcelletti como director huésped. La cita con su majestad la música es el próximo viernes 18 de septiembre a las 21:00 horas en el Teatro Aguascalientes, todavía la casa de la Orquesta Sinfónica. Por ahí nos veremos si Dios no dispone lo contrario, hasta entonces.