Uno de los extremos más necesarios y más olvidados en relación con esa novela llamada Historia, es el hecho de que no está acabada
Gilbert Keith Chesterton
En pocos periodos de la historia reciente de nuestro país, habían aflorado tan intensa y crudamente las tensiones internas como las que actualmente estamos viviendo.
El aparato del Estado mexicano prácticamente está descompuesto, los problemas de corrupción, impunidad y los sistemáticos abusos del poder en todas las esferas de gobierno, son tan sólo algunos de los indicadores más claros.
El gobierno mexicano está demostrando ser todo, menos eficaz: Es una realidad que se encuentra extraviado, sin saber qué hacer o hacia dónde orientarse. De hecho, nadie puede negar que México sufre desajustes entre su realidad y sus instituciones públicas.
Existe una total desconexión entre el ciudadano y las instituciones, donde el compromiso con la legalidad el respeto a las libertades y los derechos humanos no es más que una aspiración.
El descontento y la indignación de la ciudadanía van en aumento. En contraparte, existe una grave ausencia de respuestas efectivas y contundentes a estos reclamos. En este contexto, la confianza en el Estado está sumamente debilitada.
Ante la disfunción del aparato del Estado se requiere de una cirugía mayor. Es necesario un golpe de timón, un cambio de fondo y de gran envergadura que propicie cortar de raíz la subcultura ancestral arraigada en nuestra sociedad basada la corrupción e impunidad.
Se tiene que romper con ese pacto de impunidad que lacera a la sociedad. Tiene que haber un rediseño donde existan limitaciones institucionales y la misma sociedad sea el contrapeso y no cómplice.
No es viable un Estado que conserva instituciones, en la cual la ciudadanía no confía, que considera ineficientes, corruptas y desvinculadas de los problemas sociales.
Es imperativo rediseñar nuestras instituciones para que sean funcionales, operen en torno al ciudadano y se adapten a las nuevas exigencias sociales. Resulta de la mayor importancia incrementar la calidad de los gobiernos, perfeccionar las leyes y mejorar la eficacia de las instituciones.
Ello demanda un proceso consciente que incorpore la demanda de nuevas relaciones entre sociedad y Estado.
Es necesario un nuevo sistema de gestión de gobierno, con un alto componente público, es decir, incrementar la participación ciudadana a fin de acotar el amplio margen de discrecionalidad que tienen los gobiernos en sus actividades de representación de intereses y de conciliación de conflictos.
Modificar el arreglo de la administración pública mediante la mejora de los procesos decisionales, rendición de cuentas y las relaciones con los ciudadanos que sean capaces de intermediar intereses dentro del Estado y la sociedad civil.
Su finalidad es garantizar la gobernabilidad que se deriva de la relación de legitimidad del Estado y de sus gobiernos con la sociedad. No pueden ser otros los vectores de ese cambio.
En suma, se trata de establecer un nuevo contrato social, en que la sociedad tenga la posibilidad de estructurar sus demandas autorreguladas y del gobierno de satisfacerlas.
Por otra parte, es inútil pensar que el cambio va a ocurrir por sí mismo. Se requiere un salto decidido de la sociedad. Tiene que haber un sacudimiento para derrumbar las viejas estructuras sobre las que se ha construido nuestra moral pública y construir las nuevas y, para ello, necesitamos una sociedad civil fuerte, en contraposición a la clase política que sólo persigue sus fines personales y de grupo.
Qué es lo que sucede en una sociedad que permite y ve muy natural la ausencia de ética en la función pública que se traduce en corrupción e impunidad. Quizá sea el espejo de nuestro país que refleja una decadencia de valores éticos y morales.
Y es que estamos tan acostumbrados a que los funcionarios y políticos mientan y roben que lo vemos de manera muy natural de tal forma que se anestesia nuestra capacidad de sorpresa e indignación.
Por ello es necesario contar con ciudadanos de calidad. Debe haber una clara conciencia y un convencimiento pleno de que la solución nos incluye de una manera directa, intensa y permanente a todos.
La historia nunca para, tampoco se puede inventar pero sí se puede construir. Como sociedad debemos ser capaces de interpretar la coyuntura y el espíritu del momento para confeccionar respuestas adecuadas. Tener la sensibilidad y la determinación para hacerlas realidad. Para llevarlas a la práctica.
Como refiere Sergio Aguayo, hagamos Historia con Mayúsculas.
Bueno, eso creo yo.