¿Por qué salieron a las calles?
- Porque casi la mitad de asesinatos de mujeres en el mundo son cometidos por un familiar, “amigo” o “pareja”.
- Porque el 70% de la víctimas de trata son mujeres.
- Porque en 15 años han muerto 23 mil 763 mujeres de manera violenta en México.
- Porque el 98% de los feminicidios en Latinoamérica quedan impunes.
- Porque una de cada 10 niñas en el mundo ha sido o será abusada sexualmente.
- Porque Cada cuatro minutos ocurre una violación sexual en México.
- Porque el 40% de población femenina ha sufrido algún tipo de abuso.
- Porque si eres mexicana entre 15 y 45 años tienes más probabilidad de ser violada o asesinada que de enfermarte de cáncer o contraer VIH.
(Fuentes: UN.org, inmujeres.gob.mx, TerceraVía.mx)
Por el hartazgo que les provoca el miedo al caminar, cuando el hostigamiento las persigue casi eternamente (sólo por ser optimista escribí el “casi”). La violencia de género las acompaña en casa, escuela, trabajo y en la calle, así como el acoso. Es bastante claro que con sólo explorar y reflexionar un poco, el cambio cultural es una de las respuestas ante todo, pero visibilizar es el paso uno y lo digo porque pareciera que muchos tipos de violencia son ocultados y tolerados por la misma sociedad, algunos medios de comunicación, empresas (como aquellas que limitan el uso de la vestimenta), las escuelas, familias y hasta el gobierno mismo.
No olvido la tarde que leía todos los tuits con el hashtag #Miprimeracoso. Y es que, como dice, cantar alivia pero no olvida. Se puede quitar el miedo pero no la tristeza, pensaba. Y al mismo tiempo me abrumada pensar en las mujeres que me han acompañado en mi vida, mi madre, mi hermana, mis tías, mis amigas, mi esposa, mis compañeras de trabajo y demás, saber que en su mayoría que a la edad de entre 9 y 13 años sufrían algo que las marcaría para toda su vida era cosa que me abrumaba. Y es que, ¿estaremos listos para escuchar a las mujeres, algún día?, ¿toleraremos todas esas historia?
En su mayoría, tendemos a creer que el mal está en otra parte, en otra familia, en otra ciudad. Y claro, ahora casi nadie se atreve a objetar contra la violencia de género, todo mundo la condena. Aunque para jugar al abogado del diablo, muchos varones exprimen hasta el nanomachismo que dicen llevamos dentro, ese microchip cultural que no discrimina género, que en muchos aplica.
Las objeciones frente a la violencia pueden ser muchas: “cosas inventadas: claro que no fue así, exageras…”, “la que no es así: tal vez ya no hay romance, ya no más etapa de enamoramiento, topaste con realidad”, “la merecida: vístete diferente, sólo a ti se te ocurre…”, “la egoísta: las mujeres quieren un trato especial”, “la modernista: así nos llevamos ahora…”, etc.
Pero lo que no es inventado es que, proporcionalmente hablando, en México se asesina a más niñas y mujeres de tercera edad que a niños y hombres de la tercera edad. Por su parte, la mayoría de los homicidios de las mujeres se da en espacios domésticos, aunque en los últimos años se ha visto un aumento significativo en la proporciones de homicidios de mujeres ocurridos en la vía pública. Según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de la Relaciones en los Hogares (Endireh)
Lo que sí es así, sólo el 33 por ciento de las mujeres de 15 años y más han podido llevar una vida libre de violencia. Lo que no se merece es que el 42% de las mujeres (unidas, solteras, separadas y viudas) han sufrido alguna forma de violencia por su pareja. Lo que no es egoísta es que en la medida en que más se incrementa la participación de los hombres en tareas domésticas disminuye drásticamente el riesgo de que sufran algún tipo de violencia. Lo que es modernista, es el grado de autonomía de la mujer, a mayor grado menor violencia.
He leído y visto que para muchas mujeres el refugio está en sí misma y al mismo tiempo el estado/gobierno es el gran ausente en múltiples discusiones informales. Los diagnósticos ante éste y otros tipos de violencia son incipientes, hace falta mucho por explorar: la violencia entre mujeres (exparejas o conocidas); las relaciones causales entre las regiones del país o inclusive su relación con los ingresos por deciles de la población y/o la distribución de la riqueza; estudios de agresores, sus intereses, justificaciones; la bidireccionalidad (o el ciclo) de violencia en las parejas desde el noviazgo; es más, hasta la actualización de la propia de medición de la violencia en el noviazgo (la última encuesta fue la Encuesta Nacional sobre Violencia en el Noviazgo -ENVIN- fue en el 2007, mismo año y dos años después la última novedad de la Encuesta Nacional de Exclusión, Intolerancia y Violencia en las escuelas públicas de Educación Media Superior en México -Eneivems-) y es que, no vivimos en el mismo mundo de hace meses. Si no conocemos los síntomas, menos el remedio.
Obviamente, no toda la violencia contra las mujeres es violencia de género, ésta última se relaciona con desigualdad de poder, misma desigualdad en sus múltiples facetas es la que provoca demasiadas ineficiencias el poder judicial. La falta de justicia afecta a miles de mujeres en nuestro país, los derechos para ellas (y para muchos otros más) son de papel. El mismo sistema judicial (ministerios públicos, jueces, policías, abogados) enfrenta estigmas y prejuicios machistas, los procesos son lentos, por decir lo menos. Según EQUIS Justicia para las Mujeres, ningún poder estatal judicial cumple con sus obligaciones de transparencia en cuanto acceso de sentencias, a pesar de que éstas son documentos públicos, ¿así como imaginar a un poder judicial en plenitud de rendición de cuentas?
El Gobierno Federal y los gobiernos locales también han intentado formular políticas públicas en materia. Centros de Justicia para Mujeres creados bajo la coordinación de la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Conavim), Ciudad Mujer (Sedesol-Sedatu), como así Cuarto Rosa (Sedatu) y muchas iniciativas municipales y estatales de prevención, denuncia, empoderamiento, etc. Muchas de ellas replicando funciones, otra con multiplicidad de modelos y lineamientos de asumir la asistencia, de capacitar a personal y de administrar el recurso. Otras tesis, algunas parecieran inverosímiles, como la de cuarto rosa, que advierte que el espacio condiciona, sí, pero “el lugar seguro” no lo es todo.
En fin, parece necesario frenar ciertos dinamismos de respuesta ante la violencia. Está siendo muy visible, pero falta. Aún falta que las mujeres hablen y todos escuchemos. Políticas públicas incipientes, pero sin efectos. El sistema judicial reconoce pero no rinde ni el mínimo de cuentas (sólo 7 de los 32 mecanismos contra la violencia de género -sea unidad, comité, comisión, etc.- en el país cuentan con un plan de trabajo). La formulación de muchos problemas por atender y los que faltan por diagnosticar. La implementación de múltiples iniciativas sólo trascenderá si existe la prioridad para hacerlo. Si no, cada año, cada momento seguiremos hablando de lo mismo. #Niunamenos sí y ni una más de esas políticas que no están funcionando, que no están siendo evaluadas. Ni una más de esas ocurrencias de los gobiernos.