Recibí en el “feis” un comentario de mi amiga María Martínez, quien dice textualmente: “Mí estimado David!, respeto su opinión, pero considero que decir que se ganó una elección gracias a la intervención de la iglesia, es de alguna manera desdeñar la capacidad que los ciudadanos tenemos para ejercer nuestra individualidad y libre albedrío …No olvidemos que una gran mayoría de los hidrocálidos somos gente pensante con capacidad para tomar nuestras propias decisiones”.
Racionalmente soy aristotélico, le respondí a María. Y debido a su comentario hoy puedo reflexionar mi opinión. La campaña de Acción Nacional, fue inteligente, basó su estrategia en persuadir a muchos electores de que Lorena Martínez era la candidata de Enrique Peña Nieto y, por lo tanto, si el presidente de México “violentaba los valores de la familia y promovía los matrimonios entre personas del mismo sexo”, entonces la candidata de la coalición PRI-PVEM-PT y Panal representaría la misma ideología. ¿es un axioma lógico no?
Acción Nacional, coyunturalmente, encontró coincidencia entre su estrategia de campaña y el punto de vista de los dirigentes de iglesias, ya católicas, ya protestantes, que en Aguascalientes predican a diario un dogma similar y muy arraigado en cuanto al derecho a la vida y el sacramento del matrimonio. Las iglesias han condenado la iniciativa presidencial de matrimonios entre personas del mismo sexo y la adopción de niños por parejas homoparentales, tal como hemos visto recientemente con marchas en todo el país. Inclusive, han recolectado miles firmas para que el PAN sostenga un debate en el Congreso de la Unión y sus diputados eviten que la iniciativa presidencial, sustentada en los derechos humanos, se convierta en ley de observancia obligatoria para toda la sociedad.
El PAN propagó, coyunturalmente, su alineación al pensamiento dogmático y tradicional de las religiones mayoritarias y minoritarias en Aguascalientes. En ese sentido, la Carta Pastoral le cayó “del cielo” y por supuesto que ayudó a confirmar su “alianza fáctica”. Así las cosas, la marca electoral PAN, logró consolidarse en la “conciencia de los buenos católicos” y de muchos ciudadanos que como “producto de la propaganda negra”, se “convencieron” de que Peña Nieto y Lorena Martínez pensaban igual con respecto al matrimonio entre personas del mismo sexo, la adopción de menores y el derecho a la vida desde la concepción.
La “ceguera intelectual” de esos electores fue evidente. El “deslinde” mediático de Lorena Martínez, con respecto a la iniciativa de Peña Nieto, y confirmado más tarde con las declaraciones oficiales de la presidenta del PRI en Aguascalientes, fue totalmente ignorado por muchos votantes que han hecho del dogma una forma de vida. Me supongo que mucha gente también votó por el PAN pensando en castigar a Peña Nieto, por su desprestigio, y de paso, desdeñó el alto valor político de Lorena Martínez Rodríguez.
El PAN conquistó en esta ocasión el respaldo de la jerarquía eclesiástica. Reitero y sostengo: las iglesias tienen la fuerza suficiente para influir en la conducta de una significativa cantidad de electores. No coincido con los magistrados del TRIFE, en que el 93% de la gente en Aguascalientes, según información del INEGI, sólo por decirse “católica”, seguirá “ciegamente” los dictados del obispado y sus ideas locuaces. Pensar eso me resulta irracional.
La influencia la Iglesia en las elecciones del 5 de junio sí fue determinante. Estoy convencido de que los liderazgos de las más diversas iglesias sí influyeron en un limitado grupo de electores que sustentan su voto en el dogma religioso; esa fue una conducta “ad hoc” a la Carta Pastoral que emitió el obispado de Aguascalientes. Basada en el dogma religioso, la convicción de los ciudadanos no está fuera de lugar, ni tampoco su voto; es natural que así suceda, tal y como otras ideologías lo han buscado hace miles de años. El 5 de junio, la Iglesia jugó al lado del PAN, pero no siempre ha sido así, y nadie garantiza que en el futuro lo sea.
En el sentido del voto coincido con el pensamiento aristotélico que sostiene lo siguiente: “TODO LO QUE HACEMOS QUE NO PROCEDA DE NUESTRA LIBRE VOLUNTAD, SÓLO LO HACEMOS POR UNA NECESIDAD QUE NOS DOMINA, Y EN TODO LO QUE SE HACE POR NECESIDAD, ADVERTIMOS CIERTO DOLOR EN EL RESULTADO”. Esta convicción la describo en mi libro El Gran Elector. p.308. Sostengo que muchos creyentes religiosos, en Aguascalientes, no votaron de acuerdo con su libre voluntad; más bien, lo hicieron por una necesidad que los dominó; por su temor al “pecado”. Esto lo consigna claramente la Carta Pastoral.
El dogma religioso dominó, una vez más, la conducta de mucha gente. No hay nada nuevo debajo del sol, por siglos enteros ha existido esta conducta. Sostengo que no puede haber libertad cuando la religión amenaza a las personas con “la condenación eterna”. Precisamente, por esa amenaza “divina”, hay un “cierto dolor” que pesa sobre muchos electores católicos que miran a Lorena Martínez Rodríguez como un activo político de la mayor valía.
Por lo visto, hoy muchos electores se arrepienten de haber votado movidos por el “miedo a la condenación eterna”. Sin embargo, se trató de un asunto de “creencias”. Eso no significa, estimada María, que personas racionales, como tú misma, no hayan reflexionado su voto en total libertad. Recibe mis más afectuosos saludos.
Y en los demás estados donde perdió el PRI también hubo carta pastoral?, o una manta todo poderosa?