Estamos en el décimo mes del año dedicado a conmemorar el sesquicentenario de los ilustres aguascalentenses Jesús Terán y Jesús F. Contreras y lo que podemos apreciar es una conmemoración inequitativa, ya que la gran mayoría de los esfuerzos y recursos se han volcado a conmemorar a Contreras con toda clase de actividades muy merecidas. Sobre Terán, sin embargo, bien poco se ha hecho como si su estatura política, jurídica, educativa y cultural no fuera digna de un esfuerzo por lo menos similar.
Pero lo que más poderosamente llama la atención es que en la Universidad Autónoma de Aguascalientes (UAA), en todo lo que va del año, no se ha realizado actividad cívica ni académica alguna en su memoria. ¿A qué se debe esto?
Para dar una idea general y esquemática de su obra, Jesús Terán fue quien coronó la lucha de liberales y conservadores por crear el Estado libre y soberano de Aguascalientes, del que fue su primer gobernador constitucional; fue el ministro clave de Benito Juárez para afrontar la invasión francesa; y cumplió cabalmente la misión confidencial que éste le asignara en Europa, para desactivar por la vía diplomática la perversa agresión de Napoleón III a nuestro país, heredándonos así una Nación soberana. Pero a pesar de toda su obra magnífica, Terán consideró siempre la fundación del Instituto Literario de Ciencias y Artes -el 25 de Enero de 1849- como la “más preciada” de su vida. Y ese Instituto fue, precisamente, el antecedente original de la UAA.
Al establecerse la “Comisión Especial para la Conmemoración del sesquicentenario luctuoso del licenciado José de Jesús Rafael Terán Peredo y sesquicentenario del natalicio de Don Jesús Fructuoso Contreras en el Estado de Aguascalientes” -el 20 de Enero del presente año- el rector de la UAA fue designado como uno de sus miembros, pero ni tan siquiera tuvo la cortesía de estar presente en la ceremonia presidida por el gobernador constitucional del Estado dedicada a honrar la memoria de Terán en el 150 aniversario de su muerte en el patio del palacio de gobierno, finca adquirida por Terán en su calidad de gobernador a la familia Rincón Gallardo, para que fuera el asiento de los poderes del Estado hasta la fecha.
Y volvemos a preguntar: ¿a qué intereses obedece esta actitud del rector? Porque obviamente no son los de la Universidad. Sería bueno que los integrantes de la comunidad universitaria se lo preguntaran. A él, que se dice defensor acérrimo de su autonomía.
Por otra parte, si ingresa usted a la sección de historia del portal de internet de la UAA, podrá observar que el nombre de Jesús Terán no aparece por ninguna parte a pesar de que, de acuerdo con el consenso de los historiadores oficiales, él fue su fundador; a pesar de que el documento probatorio de tal inauguración se encuentra en el Archivo General del Estado; a pesar de que el 5 de Mayo de 1907, el pueblo y el gobierno del Estado erigieron un busto de su efigie en el Jardín del Estudiante en el acceso al propio Instituto, en agradecimiento a su creación; y a pesar de que en la propia página de la UAA indicada aparece, en primer lugar, una fotografía del frente del Instituto donde se aprecia dicho busto, que medio siglo después de erigido fue retirado de allí sin justificación alguna.
A pesar de todo esto, en la referida página de internet se fija como origen de la UAA el año de 1867 con la apertura de una supuesta escuela de agricultura que funcionaba ¡en la ciudad! con más profesores que alumnos y precisamente en el edificio construido por órdenes de Terán para el Instituto, cuyo funcionamiento había sido interrumpido por la invasión francesa.
Repito: ¿a qué intereses obedece este retorcimiento de la historia? ¿Ignorancia? ¿Ingratitud? ¿Encono? Resulta vergonzoso que tanto el rector como los integrantes de su equipo no hayan leído las obras de sus propios historiadores y solicitado su concurso para corregir su propia historia. ¿O es que lo saben y precisamente por eso prefieren continuar ocultando la verdad? ¿Por cuánto tiempo?
En varias ocasiones, desde esta misma columna, nos hemos dirigido ya no a los rectores que jamás toman en cuenta los reclamos de la ciudadanía, sino a la comunidad universitaria integrada básicamente por sus estudiantes y profesores -que son los únicos componentes insustituibles de la Universidad- no para que hagan lo que a nosotros se nos antoje, sino para que sean quienes pongan las cosas en su lugar después de someter a juicio nuestras observaciones. ¡Ya es tiempo de que llamen a cuentas a los responsables y los desenmascaren!
Este año del sesquicentenario está por terminar y bien podrían aprovechar lo que queda de él para corregir los fuegos de artificio con que los han alucinado hasta ahora y que, por cierto, no solo son de carácter histórico.
“Con unidad en la diversidad, forjemos ciudadanía”
Aguascalientes, México, América Latina