Estambul, Turquía. 10 de octubre de 2016. Arropado por el lujo y la extravagancia oriental, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, revela en la conferencia de prensa conjunta que él y su huésped, el mandatario ruso Vladimir Putin, han analizado las operaciones militares turcas en Siria. El líder turco añade: “Respecto a Alepo, discutimos estrategias que puedan ser aplicadas respecto a la ayuda humanitaria, para que los habitantes que están en una situación desesperada puedan obtener paz y calma”.
Su interlocutor ruso despliega su característica sonrisa de tigre siberiano y dice: “Tanto Rusia como Turquía están a favor de un cese al derramamiento de sangre en Siria” y agrega: “el cambio a un acuerdo político debe suceder tan pronto como sea posible”.
La escena arriba descrita sirve como prólogo al presente artículo, el cual pretende analizar los distintos movimientos diplomáticos y militares acaecidos en Estambul, Moscú, Nueva York y París respecto a la guerra en Siria.
Estambul, urbe famosa desde tiempos inmemoriales por sus “intrigas y crisis crónicas”1, recibe su nombre de una frase en griego que los antiguos viajeros provenientes de las provincias del Imperio bizantino repetían, sin cesar: I-stin-poli (“a la ciudad”) de donde los turcos crearon la palabra “Estambul”.
Por su parte, los eslavos nombraban a Constantinopla Zargrado -“la ciudad del emperador”-, pues los rusos primitivos adaptaron del Imperio bizantino su religión, el boceto de iconos, los frescos y mayólicas religiosos y la arquitectura eclesiástica.
La milenaria ciudad fue el mudo testigo de la tercera reunión en menos de dos meses de Erdogan y Putin: la construcción de un reactor nuclear por una compañía rusa con un valor de 20 mdd y el comienzo del gasoducto Turkish Stream sellaron la reconciliación entre los antiguos adversarios.
El viaje de Putin a Estambul también es revelador pues significa que él “quería discutir los problemas regionales con Erdogan cara a cara”. Asimismo, “Rusia y Turquía son vecinos, así que tendrán que cooperar o competir”. Finalmente, “hoy en día, el hecho de que ambos países tengan problemas con los Estados Unidos los ha acercado”2.
El tema central de las pláticas fue la guerra en Siria. La batalla por Alepo ha entrado en una fase crucial. Ankara pareciera haber estimado que la victoria de Rusia, Siria e Irán es un fait accompli y que nada pierde de este probable resultado. Para los rusos es significativo que la reacción turca “ha sido muda”3.
El 6 de octubre ocurrió una reunión en la embajada francesa en Washington. El objetivo: establecer un tribunal para juzgar los crímenes de guerra cometidos en Siria. Simultáneamente, el jefe de la diplomacia de la Grande Nation, Jean-Marc Ayrault, viajó a Moscú para entrevistarse con su contraparte rusa, Serguéi Lavrov, y buscar el apoyo moscovita para una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre un cese al fuego en Siria.
Sin embargo, los rusos, molestos por el intento galo de ensombrecer su posible victoria en Siria, vetaron la resolución, a lo cual siguió la respuesta de los occidentales al aplicar la misma acción a una resolución rusa. De esta manera, Nueva York presenció una nueva capítulo de esta Segunda Guerra Fría.
Contrario a su pensamiento cartesiano, Jean-Marc Ayrault anunció el 10 de octubre que solicitó a un grupo de abogados referir los supuestos crímenes de guerra cometidos por el presidente de Siria, Bachar al-Assad, a la Corte Criminal Internacional.
La respuesta rusa no se hizo esperar: el Kremlin anunció que Vladimir Putin había decidido cancelar su viaje a París, pues irá a la Ciudad Luz “cuando sea confortable para el presidente” François Hollande. Asimismo, Alepo fue objeto de duros bombardeos por parte de las Fuerzas Aeroespaciales rusas.
El zarpazo del oso ruso se hizo sentir en otros sentidos: el parlamento ruso, la Duma, ratificó un acuerdo con Siria para el despliegue indefinido de las Fuerzas Aeroespaciales en la base aérea de Jmeimim. Asimismo, el ministerio de Defensa anunció que planear establecer una base naval permanente en Tartús.
Por si fuera poco, el periódico Izvestia reveló que Rusia proyecta restablecer la antigua base aérea soviética en Sidi Barrani, Egipto, pues en la “actual situación es tal que un número creciente de países, incluyendo Egipto, están comenzado a reconocer el rol de Rusia en mantener el equilibrio de fuerzas en el mundo”.
Más todavía, el portal Réseau Voltaire reveló que un catamarán de la marina de guerra de los Emiratos Árabes Unidos fue destruido por un misil sofisticado, presumiblemente proporcionado “por Rusia”, lo cual indicaría que Moscú desea influir en la entrada al “Océano Índico donde la rivalidad entre los Estados Unidos y China en el Pacífico… y la lucha de la Unión Americana contra el terrorismo islámico en el Medio Oriente, la cual incluye el intento norteamericano de contener a Irán se entrelazan4”.
La lucha descarnada que, por el cuerpo putrefacto de Siria, libran las grandes potencias y la orgía de revelaciones en que se ha convertido la elección presidencial 2016 en los Estados Unidos hacen reflexionar al escribo sobre que estamos viviendo un periodo de gran incertidumbre en el ámbito internacional, quizás como no se había visto en una generación.
Aide-Mémoire.- Hillary Clinton no pudo o no quiso noquear a Donald Trump, quien, a pesar de estar malherido, sigue peleando como gato panza arriba no sólo con su rival demócrata, quien enfrenta una avalancha de revelaciones por parte de Wikileaks, sino también con el liderazgo de su partido y desafía la supuesta ventaja de la abanderada del Partido Demócrata.
- – Kaplan, Robert D. Rumbo a Tartaria: un viaje a los Balcanes, Oriente Próximo y el Cáucaso. Ediciones B, Barcelona, 2001, p. 117
- – Warming Relations in Person, Putin and Erdogan Revive Pipeline Deal https://goo.gl/m6plHC
- – Putin and Erdogan in ‘the city of the heart’s desire’ https://goo.gl/BS3yxd
- – Kaplan, Robert D. Monsoon: The Indian Ocean and the Future of American Power. Random House, New York, 2010, p. 9