En uno de los extremos de la Línea Verde, tres vacas sueltas se alimentaban del pasto crecido, verde, recién regado, húmedo. Sin un cuidador cerca a la vista, a 50 metros de ellas una cuadrilla de trabajadores de municipio cortaban el pasto, el sonido de las máquinas a lo lejos contrastaba con la silenciosa marcha de los animales buscando alimento. Tres niños sobre los juegos apostaron a quien se atreviera a tocar a alguna, nadie fue valiente; preguntaron a una madre que mecía a su niño en una carreola que si podían espantarlas, tomaron piedras y con ligeros lanzamientos ahuyentaron a las vacas atrás de una colina donde los juegos para niños se levantan, hasta donde los límites de la vista llegaron.