En un mundo dominado por la planificación familiar y el maltusianismo, las cigüeñas han abandonado la vieja idea de llevar bebés y ahora se dedican a entregar paquetes de compras por internet; Junior, interpretado de forma muy divertida por el hidrocálido Luis Gerardo Méndez, es la cigüeña que ha batido todos los récords de entregas, por lo que pronto será ascendido a jefe, si no tuviera un problema: Tullip (Martha Higareda), una huérfana que por azares de la vida habita con las cigüeñas, pero que es un auténtico desastre. Cuando por un error ésta provoca la creación de un bebé, la humana y la cigüeña deberán de entregarlo a la familia que lo solicitó, como en los viejos tiempos, pero desobedeciendo las órdenes de la empresa y poniendo en peligro el ascenso a jefe de la corporación de Junior.
La película de animación Cigüeñas deja un buen sabor de boca, por un lado, trata un tema de suyo actual en México: la familia. Fiel a una idea liberal, se deja en claro que las familias son de todo tipo, incluso la que forman los gays; aunque esto último lo hace un poco de forma velada, lo cierto es que también enfatiza una cosa importante, que no hay divergencia ni debe haber problema entre la familia natural y el resto de las familias. En una rápida secuencia, la película trata de mostrar todos los tipos de núcleos incluyendo al de personas del mismo sexo.
Pero, dejando atrás el debate de los tipos de comunidad primigenia, la película narra además una muy interesante cuestión acerca de lo que en México denominamos como el Godínez. Este concepto, que evolucionó de enfocarse exclusivamente en el burócrata para abarcar el del oficinista, se refiere, como dice Wikipedia, al “trabajador de bajo salario y sin importancia dentro de la organización, implicando que ese trabajador realiza una tarea poco creativa y repetitiva”. La parafernalia godín va desde los tuppers, el microondas, los asfixiantes fines de quincena, hasta el sueño de rebelión, algunas de estas cuestiones retratadas de forma muy divertida por la cinta de Nicholas Stoller.
La férrea lucha por el ascenso: cuando el jefe supremo es ascendido hacía el consejo de administración, llama al godín más férreo, a Junior, para decirle las palabras mágicas: “Serás el próximo j-e-f-e”, así, con guiones para que suene más rimbombante para el ascendido; la noticia significa una bomba atómica para cualquier godín, y justamente así es retratada en la animación de Cigüeñas. Pero, hay un peligro latente para cualquier oficinista que quiera llegar a la cima de su jefatura: la competencia. Y es que justamente hay una paloma, voz fresa, que cuando ve el momento oportuno, buscará poner en jaque a Junior.
El trabajo incansable: las cigüeñas trabajan todo el día, en un frenético mundo de la lucha laboral que nos lleva a dedicar demasiadas horas al trabajo, por ejemplo, los papás de un niño no pueden dar tregua a las llamadas de personas interesadas en su trabajo inmobiliario, olvidan a su hijo de tal suerte que el pequeño solicita un hermanito a las cigüeñas desencadenando toda la aventura. Por su parte, las cigüeñas entregan todo el día y a todas horas los miles de pedidos que llegan por internet. En el fondo, encierra una crítica a Amazon, pues hay varios reportajes que han acusado la forma en que esta empresa digital explota físicamente a sus trabajadores.
Las sociedades modernas deberíamos poner en tela de juicio el exceso de trabajo; sólo en nuestro país “los mexicanos trabajan un promedio de 2,250 horas por año, casi 500 horas más que el resto de ciudadanos de países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que laboran 1,776 horas por año en promedio”. La rebelión de Junior, en la manera en que la muestra la cinta, tal vez sólo es un síntoma de nuestras frenéticas y workahólicas sociedades.