El caso Roemer / Taktika - LJA Aguascalientes
30/03/2025

París, Francia. 13 de octubre de 2016. Dubitativo, dividido entre las órdenes recibidas y recordando, quizás, la sencilla pero emotiva oración de su fe judía, la cual exclama: “Si alguna vez te olvido, Jerusalén, que me falle la diestra que se me pegue la lengua al paladar si no te recuerdo, si no te pongo como cima de mi alegría”, el representante de México ante la Unesco, Andrés Roemer Slomianski, se ausenta de la votación que aprueba la resolución que descarta cualquier relación entre los hebreos con el Muro de los Lamentos, en la ciudad antigua de Jerusalén.

El gesto quijotesco del diplomático mexicano es reconocido por el enviado israelí ante organismos internacionales, Carmel Shama Acogen, quien proclama: “Fue conmovedor ver que abandonaste el salón durante la votación para evitar votar en contras de tus creencias… estoy seguro de que serás un gran activo para México y amigo de Israel”.

La escena arriba descrita sirve como prólogo al presente artículo, el cual pretende explicar la relación entre México e Israel y los entretelones del voto de México en la Unesco con respecto a la relación de los judíos con el Muro de los Lamentos.

La relación entre los seguidores de Moisés y lo que eventualmente sería México comenzó durante la Colonia: de manera subrepticia los judíos trataban de mantener sus creencias. Sin embargo, “la mano de hierro de la Inquisición”1 caía sobre los infortunados hebreos quienes eran denunciados por sus vecinos.

Una vez independizado México e instaurado, gracias a las Leyes de Reforma, la libertad de cultos, la inmigración judía se aceleró durante el Porfiriato. Los judíos asentados en nuestro país se dividían en tres grupos: aquellos procedentes de países árabes; los sefardíes, originarios de la Península ibérica y hablantes del judeoespañol –ladino; y los ashkenazíes, provenientes de Europa central y oriental, parlantes del yiddish, el judeoalemán.

Los seguidores del Dios de Abraham y Moisés pronto establecieron una red social en México: en 1912 se fundó la Alianza Monte Sinaí; en 1919 se estableció el primer Talmud Torá, para impartir educación religiosa; y se construyó la Sinagoga Nidje-Israel –ahora conocida como la Sinagoga Histórica Justo Sierra # 71.

A diferencias de otras comunidades hebreas, los judíos mexicanos casi no realizaron la aliyá –inmigrar a Israel. Por el contrario, impulsados por uno de sus preclaros intelectuales, Samuel Kahan, quien en su libro Judeo-Mexicano, reclamó a los judíos para que se integraran “en todos los aspectos del país que los había acogido. No pretendió que se olvidara a Israel y sus luchas”.

En 1950 se establecieron relaciones diplomáticas entre México e Israel. Durante el siguiente cuarto de siglo, la relación bilateral fue buena, pero el gobierno demagógico de Luis Echeverría Álvarez -el chacal de Tlatelolco- cometería uno de los errores más costosos en la historia de la diplomacia mexicana.

En 1974, Echeverría se reunió con el líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yasser Arafat, y le autorizó la apertura de una oficina en México. En agosto de 1975, México votó a favor de la resolución 3379 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, la cual equiparaba el sionismo con el racismo.


La respuesta de la comunidad hebrea en la Unión Americana no se hizo esperar: los judíos en Nueva York organizaron “un boicot de viajes de turismo a México, que ocasionó una caída del 25% en los visitantes”2. Ante el golpe económico, Echeverría se tragó su orgullo y tuvo que enviar al canciller Emilio O. Rabasa a Israel.

El 10 de diciembre de 1975, Rabasa explicó ante el ministro de Relaciones Exteriores de Israel, Yigal Alón, el voto de México. Una vez que los judíos lograron que Rabasa dijera que el sionismo no era racismo, los hebreos concluyeron: “El malentendido entre ambos países debe olvidarse, perdonarse y entenderse”3.

A principios del siglo XXI, México e Israel firmaron un Tratado de Libre Comercio, el cual hace del Estado hebreo el principal socio comercial de México en el Medio Oriente. Asimismo, en 2010 el Inegi reportó 67 mil mexicanos practican la fe de Moisés. Finalmente, hace pocos días el presidente Enrique Peña Nieto viajó a Israel para el funeral de Shimon Peres.

El jueves 13 de octubre de 2016, la representación de México ante la Unesco votó a favor de una resolución, la cual establece que el Monte del Templo, el lugar más sagrado para el judaísmo, no tiene vínculo alguno con los hebreos.

La comunidad hebrea en México condenó “enérgicamente la resolución adoptada por la Unesco…pues se trata de una resolución absurda y sin bases históricas, ya que la existencia del Monte del Templo se remonta a hace 3 mil años, cuando el rey Salomón construyó el Gran Templo de Jerusalén justamente…más de 1,500 años antes del nacimiento del Islam”4.

Asimismo, la bloguera Adina Chelminsky, afirmó que el voto en la Unesco era “una muestra más de que el gobierno mexicano tiene el tacto de política internacional de un proctólogo”5.

Para evitar otra debacle diplomática a Enrique Peña Nieto -la reciente visita del Sr. Donald Trump es un ejemplo preclaro- y tener que enviar a Claudia Ruiz Massieu a disculparse a Israel, tal y como lo hiciera Emilio O. Rabasa, la Secretaría de Relaciones Exteriores emitió una comunicado afirmando que: “El cambio de voto reitera el reconocimiento que el Gobierno de México otorga al vínculo innegable del pueblo judío con el patrimonio cultural ubicado en Jerusalén Oriental”.

Asimismo, Roemer Slomianski fue destituido de su cargo por “informar a representantes de otros gobiernos distintos al de México del sentido de su voto y por hacer públicos documentos y correspondencia oficiales sujetos al sigilo que le obliga la ley”6.

Si los intereses y valores del México están claramente alineados con el apoyo a Israel, entonces ¿por qué México apuntaló una resolución que lastima al Estado hebreo y a la comunidad judía en nuestro país?

El divo de Juárez, Juan Gabriel, lo hubiera explicado mejor: “pero qué necesidad, para qué tanto problema”.

Aide-Mémoire.- La ofensiva iraquí, con apoyo estadounidense y kurdo, sobre Mosul tiene el objetivo primordial de apoyar la candidatura de Hillary Clinton; por su parte, Vladimir Putin sigue haciendo de las suyas en Siria y atrae reflectores a los BRICS.

 

  1. – Riva Palacio, Vicente y Payno, Manuel. El Libro Rojo. Editorial del Valle de México, México, 1972, p. 214

 

2.- Lajous Vargas, Roberta. Historia Mínima de las Relaciones Exteriores de México, 1821-2000. El Colegio de México, México, 2012, p. 304

 

3.- Agustín, José. Tragicomedia Mexicana 2: la vida en México de 1970 a 1988. Editorial Planeta Mexicana, México, 1992, p. 116

 

4.- La Comunidad Judía de México condena la resolución de la Unesco sobre Jerusalem y lamenta el voto de México https://goo.gl/PRco14

 

5.- Lo que me dijo el embajador Roemer sobre el voto en la Unesco https://goo.gl/iKhn9A

 

6.- La SRE anuncia cambio de voto sobre preservación del patrimonio cultural en Jerusalén Oriental https://goo.gl/ycqJhX

 


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