Los Pinos, Ciudad de México. 31 de agosto de 2016. Enrique Peña Nieto voltea a ver a su invitado, el candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos, el polémico Donald Trump, y dice: “Señor Trump, mi prioridad es proteger a los mexicanos donde quiera que ellos se encuentren…. La comunidad de origen mexicano en los Estados Unidos contribuye todos los días con su trabajo y talento a la prosperidad de EU y México. Son gente honesta y trabajadora. Son gente de bien que respeta la vida, la ley, y por ello los mexicanos merecen respeto de todos”.
Por su parte, el hombre que durante meses se ha dedicado a denostar, escupir y humillar a México y a los mexicanos responde con un escueto y forzado mensaje: Los mexicoamericanos son “personas espectaculares y trabajadoras”.
La escena arriba descrita sirve como prólogo al presente artículo, el cual pretende explicar por qué la campaña presidencial de Donald Trump ha tomado un segundo aire y cómo encaja su visita a México dentro de este aparente renacer.
Tras el breve repunte logrado tras la Convención del Partido Republicano, la ventaja que tenía Donald Trump sobre la candidata demócrata, Hillary Clinton, se evaporó: los discursos de Michelle Obama y de la familia de un soldado estadounidense de origen musulmán durante la Convención demócrata definieron a Trump como lo que realmente es: un tipo clasista, racista y xenófobo.
Más todavía, su presidente de campaña, Paul Manafort, fue acusado de tener un conflicto de intereses, pues se le comprobó que había apoyado a un partido político prorruso en Ucrania y, por lo tanto, dimitió.
Dentro de este contexto adverso para sus intereses, Trump nombró a Kellyanne Conway como su coordinadora de campaña; y como presidente de su cruzada designó a Stephen Bannon, el presidente del consejo de Administración del sitio web Breitbart News, de tendencia ultraderechista.
Bannon, un antiguo oficial de la Armada estadounidense y graduado de Harvard, es conocido por ser un experto en las artes oscuras de la política: la difusión de rumores y la exhibición de los secretos de sus enemigos políticos. En pocas palabras, Bannon es la versión republicana de Joseph Goebbels, el ministro de Propaganda de la Alemania nazi.
Los nombramientos de Bannon y Conway parecían ser demasiado poco, demasiado tarde: el lunes 22 de agosto de 2016, la candidata demócrata tenía una ventaja de aproximadamente 12 puntos sobre su rival republicano, pues Clinton tenía el apoyo del 45 por ciento del electorado mientras que Trump había logrado un 33 por ciento.
Trump, aconsejado por Bannon, invitó a Nigel Farage, anterior líder del Partido de la Independencia del Reino Unido y el adalid de la campaña a favor del Brexit: Farage acudió a un rally en Jackson, Mississippi, en donde hizo una analogía entre el Brexit y la campaña presidencial de Trump. E incluso tuvo la desfachatez de decir que Donald Trump en la Casa Blanca equivaldría a que los Estados Unidos declararían su “independencia” y que “no votaría por Clinton incluso si le pagaran”1.
Luego, Trump se dedicó a cruzar la Unión Americana para llevar a cabo decenas de mítines. A continuación visitó el estado de Luisiana, devastado por las inundaciones. Mientras tanto, “Hillary Clinton no se veía por ninguna parte….mientras las teorías sobre que ella había sufrido daño cerebral permanente”2 se propalaban, como la chispa que enciende la pradera, por las redes sociales estadounidenses.
Es precisamente dentro de este contexto que Donald Trump aceptó la invitación formulada por el presidente de México, Enrique Peña Nieto, para visitar México. Los entretelones del convite han sido narrados con detalle, tanto por la revista Proceso como por el periodista Raymundo Riva Palacio.
Al respecto, el escribano quiere mencionar que la visita de Trump es -pues todavía hay ramificaciones de este evento- una apuesta arriesgada, controversial e impopular. Arriesgada porque todavía falta la etapa crítica de la campaña presidencial norteamericana, la cual empieza el lunes 26 de septiembre, fecha del primer debate, y termina el martes 8 de noviembre, el día de la elección.
Si bien Trump ha emparejado a Clinton en las encuestas, el matrimonio formado por Bill y Hillary es una máquina de recaudar dinero: en el mes de julio lograron recaudar 143 millones de dólares.
Es controversial, pues el presidente Peña Nieto recibió un balde de agua fría cuando Hillary Clinton dijo que no visitaría México mientras durara la campaña presidencial. Luego, Peña Nieto tuvo un encuentro fugaz, durante la reunión del G-20 en China, con Barack Obama para explicarle su decisión. Finalmente, para el resto del mundo, en particular para América Latina, México dio trato de jefe de Estado a un individuo que ha logrado parte de su fortuna política deseándole el mal a los mexicanos.
Es impopular, porque la mayoría de los mexicanos sintió que se desperdició una oportunidad de ser más enérgicos con Trump y porque pareciera que el Gobierno de la República fue sumiso ante una persona hostil como es el millonario neoyorquino.
Trump parece repuntar: una encuesta de Morning Consult, publicada el domingo 3 de septiembre, coloca a Clinton con 42 por ciento de las preferencias por 40 por ciento de Trump; la encuesta de CNN/ORC, dada a conocer hoy 6 de septiembre, dice que Trump tiene 45 por ciento de las preferencias por 43 por ciento de Clinton.
Para el escribano, la situación, al momento de redactar estas líneas, es la siguiente: Trump, rampante; Clinton, ausente; y Peña Nieto, eclipsado. Este contexto hace recordar al escribiente una frase de La Tempestad de William Shakespeare: “¡El infierno está vacío y todos los demonios se hallan aquí!”.
Aide-Mémoire.- China ningunea a Barack Obama, quien después es insultado por el mandatario filipino.
- – Farage at Trump rally: ‘I wouldn’t vote for Clinton if you paid me’ http://goo.gl/xgiPBd
- – More Polls show massive Trump surge: Is Hillary the nee “low energy” Jeb Bush http://goo.gl/VpcJZQ