Este fin de semana en México celebramos el 206 aniversario de nuestra independencia como país. No ahondaré en cuestiones históricas ni en precisiones cronológicas sobre cuándo realmente México alcanzó su independencia. El tema es que el inicio del movimiento, históricamente, se celebra en septiembre.
Septiembre es el mes patrio y los mexicanos celebramos el orgullo de haber nacido en este gran país. Pero este año ha sido diferente. Este año el sentimiento de orgullo se ha desdibujado y ha sido opacado por la indignación. El país está indignado, sus habitantes ya no celebramos nada más que el hecho tener un puente no laborable.
La corrupción de la clase política, la falta de civilidad de los ciudadanos, la humillación pública de Donald Trump, Borge, Duarte, el otro Duarte, los grupos que buscan dividirnos, el dólar, las gasolinas, los maestros de la CNTE y un largo etcétera nos han robado toda clase de esperanza. Debo confesar que en una profunda reflexión, su servidor no celebró como siempre el día de la Independencia. No había emoción en el ambiente. Más allá del cliché Dresseriano del “no hay nada que celebrar”, tuve una gran preocupación por sentir que, hoy más que nunca, los mexicanos habíamos dejado de creer en México.
La preocupación me llevó a preguntar ¿Existe algo aún que nos haga sentir orgullosos de ser mexicanos? Y encontré una respuesta, que fue más que suficiente.
José Javier Horta Beltrán es un mexico-americano exmilitar del Ejército de los Estados Unidos, egresado del California State University. Sus padres, mexicanos radicados en California, se conocieron cuando el padre de Javier trabajaba piscando uvas en el campo. Sus padres lograron que Javier entrara a una universidad y saliera adelante. Fue uno de los elementos más condecorados por el US Army y un día, decidió que regresaría a la tierra de sus padres (Jesús María, Aguascalientes). Lo decidió porque aun cuando tenía una vida resuelta como ex militar en los Estados Unidos, se dijo así mismo un día (y cito): siento que es en México donde se me necesita más.
Llegando a Aguascalientes reconoció la obligación que tenía para con el país de sus padres. Inició montando equipos de futbol en comunidades de Jesús María con la finalidad de utilizar el deporte como arma contra la delincuencia y la drogadicción entre los jóvenes y obtuvo gran éxito.
Luego, al frente del Cecytea Asientos logró ser un director de plantel ejemplar. Logró que en su plantel, el más alejado de la capital de Aguascalientes, el 70% de los estudiantes contaran con laptop propia. Por si fuera poco, en ese mismo plantel impulsó la creación de un equipo de robótica.
Sí, en el CECyTEA Asientos hay un equipo de Robótica. ¿Sorprendidos? La historia apenas comienza.
Resulta ser que el equipo de robótica de Asientos fue iniciado por dos jóvenes estudiantes: Jenifer Cruz Rivera y Diana Reyes Rodríguez. Utilizando una escuela pública como laboratorio social, decidieron experimentar y responder una pregunta ¿Es cierto que quienes estudian en escuelas públicas no pueden lograr grandes cosas?, ¿Qué tan lejos puede llegar un estudiante mexicano, de bajos recursos, de escuela pública, de Aguascalientes, de Asientos?
Javier Horta tomó el liderazgo de este equipo de robótica ante un panorama adverso, donde no se contaba ni siquiera con los materiales necesarios para poder operar un laboratorio de robótica, con estudiantes hijos de jornaleros que no podrían costear ningún tipo de material y enfrentándose lamentablemente a otros mexicanos que intentaban en todo momento desalentarlos de su objetivo: construir un equipo de robótica que compitiera en un certamen en Estados Unidos, contra equipos de escuelas de todo el mundo y representar con dignidad a su país.
Afortunadamente, los cangrejos de la cubeta no los detuvieron. Y pasó: ganaron el Tercer Torneo Nacional de Robótica celebrado en Aguascalientes, Obtuvieron en el prenacional de Robótica el Premio de la Excelencia consiguiendo así el pase al VEX Robotics World Championship 2016, celebrado en Kentucky y en el cual ganaron la oportunidad de participar en The NASA Challenge 2016.
Lo escribiré de nuevo (porque quiero encender al lector). Estudiantes de bajos recursos, de un CECyTEA, de Aguascalientes, de Asientos van a participar en un proyecto de la National Aeronautics and Space Administration (NASA).
Lo sorprendente no es la historia en su conjunto sino sus pequeños componentes: el hecho de que muchas veces tuvieran que pedir piezas prestadas a empresas o planteles para armar sus robots, el esfuerzo y sacrificio de los estudiantes que no se dejaron contaminar por la idea de que “en México no se puede”, la revelación de funcionarios públicos valiosos como Vanessa Rubio Márquez que ayudó decididamente a este equipo en los trámites necesarios para competir en Estados Unidos y solventar los costos del viaje, la bella anécdota de la estudiante Diana que gracias a ese concurso logró ver nuevamente a su padre después de 12 años de tenerlo lejos mientras él trabaja de manera ilegal en los Estados Unidos, el orgullo que los padres de Jennifer al saber que el recorrer diariamente largas distancias para que su hija estudiara estaban valiendo la pena; en fin, una historia digna de una película.
Pero sin duda, lo más emblemático de esto es cuando en una entrevista a estos héroes de la robótica nacional les preguntaron ¿Cuál es su misión? Y ellos respondieron “Nuestra Misión es que México sea el mejor país que pueda ser. Nos la tomamos en serio, no platicamos valores, los practicamos. Queremos poner el nombre de México lo más alto que podamos”.
¿Cuándo abandonamos al país? ¿Cuándo dejamos nosotros de tener como misión aportarle algo a México? ¿Cuándo se nos olvidó que somos parte de algo más grande que nosotros? Quizá deberíamos de prestar más atención en los nuevos héroes nacionales y seguirles los pasos. Enterrar para siempre el “es México, wey, capta”, los memes que nos ridiculizan, los chistes del “estaban un alemán, un chinito y un mexicano en un avión…”, la idea de que “con este Gobierno en México no se puede, nada va a cambiar nunca”. La idea de que todo es imposible es la que alimenta nuestra indignación y nos estanca, pero hoy es un buen día para reflexionar lo que Javier, Jennifer, Diana y Vanessa nos demostraron con los hechos: en México si se puede. Por personas como ellos, sigo creyendo en el país.
Hay razones para creer en un México mejor, hay nuevos héroes nacionales que nos siguen dando patria, pero en Los Pinos no se encuentran. Busquemos en los hijos de los jornaleros, de los piscadores de uvas, probablemente ahí están.
Excelente! Ojalá más equipos como ese se sigan formando.