La diplomacia y la colaboración entre países son indispensables; en el caso de México y Estados Unidos lo son aún más debido a la dependencia que nuestra nación ha forjado con su vecino del norte, por lo que sí fue un acierto por parte de la Presidencia de la República el buscar encuentros con la candidata del partido Demócrata, Hillary Clinton, y el del partido Republicano, Donald Trump. Sin embargo, lo hecho público mostró nuevamente a un mandatario mexicano sin la capacidad de mediar, negociar y que se sucumbe ante los externos, como si encarnara la triste historia de un país que baja el sombrero ante al que ve como más grande e imponente, asumiéndose pequeño, imposible de confrontar, de sostener o avanzar. Dicen que las palabras se las lleva el viento, pero es a través de la palabra que se construye nuestro mundo, la forma en que sabemos que un nombre, que un enunciado, significa algo y no otra cosa.
De cara a las elecciones presidenciales en Estados Unidos fue correcto la búsqueda de diálogo entre el gobierno mexicano y los candidatos para conocer sus agendas, proyectos, pero especialmente para tener un avance sobre los posibles escenarios económicos y sociales en caso de que ganase uno u otro, aunque en el arte de la diplomacia mucho sea ocultado, suavizado. El presidente de México pudo haber mantenido las reuniones en privado y posteriormente emitir posicionamientos que podrían haber sido más afortunados que la rueda de prensa transmitida en vivo.
La recepción de Donald Trump en México causó diferentes muestras de indignación, debido a que se esperaba desde el inicio que el presidente de México se mostraría complaciente y condescendiente, incluso ante un posible arranque por parte del candidato norteamericano con un discurso de odio.
Al inicio de la audiencia pública, Peña Nieto tenía preparado un mensaje diplomático, bien estructurado que le advertía a Trump: “Podemos no estar de acuerdo en diversos temas”, e incluso había dicho que era indispensable discutir lo que había funcionado y lo que no, lo que pasaba en la frontera. Por supuesto que fue un mensaje plano, sin una postura concreta, aunque para fines prácticos funcionaba… hasta que tomó la palabra por sí mismo ante medios de comunicación internacionales.
Ambos dejaron claros la importancia de las relaciones bilaterales, uno se dedicó a evidenciar la dependencia comercial de México, mientras que el otro a echar en cara el poderío estadounidense, la codependencia mexicana y la importancia de la mano de obra méxico-americana que trabaja duro… que trabaja duro.
Después de iniciar con este recordatorio de la tragicomedia mexicana, como diría el escritor José Agustín, Donald Trump manifestó enérgicamente que el punto central del encuentro fue hablar de su propuesta de política migratoria, para eliminar el tránsito “ilegal” -dejemos esta discusión para después- de mexicanos, argumentando a la par que una de las razones de sus propuestas es combatir el tráfico de drogas y el crimen organizado, por supuesto únicamente en favor de los Estados Unidos de Norteamérica. Aunque también mencionó que apreciaba los valores de la sociedad mexicana como “la familia”, la fe y la comunidad, lo cual es comprensible al ver a un candidato republicano, de derecha.
El trago amargo llegó cuando ambos personajes fueron cuestionados sobre la construcción de un muro, “el muro de Trump”, en la frontera. Donald apuntó que sí se trató el tema durante la reunión privada, pero que no habló sobre quién pagaría; es decir, si México destinaría recursos para cercar a sus pobladores, pero anunció que -en caso de ganar- eso se acordaría después. En suma, si llega el republicano a la Casa Blanca sí habrá muro e incluso, tal vez, se le pediría a nuestro país contribuir en la segmentación.
Aunque este tipo de discurso era de esperarse por parte de Trump, el presidente mexicano echó por la borda el controlado mensaje que había dado al inicio de la reunión al decir que la malinterpretación o afirmaciones que se adjudicaban al candidato norteamericano habían afectado a los mexicanos y la percepción de su candidatura. En síntesis, habló en favor de la imagen de Donald Trump, terminó señalando que el miedo al que se enfrentan los latinos en Estados Unidos sólo es cuestión de interpretaciones erróneas, que a pesar del muro, de una propuesta agresiva de política anti-migratoria y de discursos de odio… Trump parecía ser buen vecino.
Peña Nieto anunció en su cuenta de Twitter que dejó “claro que México no pagará por el muro”, lo cual ha metido en jaque a Donald Trump, quien había anunciado que el pago no lo realizaría Estados Unidos. La diplomacia no es fácil, tampoco el administrar un país, pero se espera al menos una postura clara, congruencia, pero especialmente reconocer lo que afecta, lo que necesita la sociedad a la cual se pretende gobernar. ¿Será que realmente tenemos los gobiernos que merecemos o sólo la democracia es una virtual alternativa de poder para el pueblo?, ¿la diplomacia nos supera?, tal vez las palabras se las lleva el viento… pero en una población sin memoria.
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