Desafortunado es sin duda escuchar todos los días a través de los medios de comunicación hechos en que personas inocentes y peor aún ya hasta de todas las edades, son víctimas de la violencia o de la delincuencia en todas sus formas, muchos incluso han perdido la vida por este flagelo que crece cada día en todo el territorio nacional.
Esta semana se dio cuenta de un suceso que llamó la atención por ser uno de esos incidentes que más lastiman a nuestra sociedad el secuestro, y en este caso en particular, el asesinato de la sobrina del presidente de la Federación Española de Fútbol, Ángel María Villar, quien fue plagiada la noche del martes 13 de septiembre en la Ciudad de México.
Las autoridades informaron que María Villar Galaz, desapareció luego de que tomara un taxi de un punto a otro de la ciudad; la joven había llamado a su esposo comentando que estaba de regreso a casa, sin embargo nunca llegó.
A pesar de que el delito fue denunciado a las autoridades correspondientes y los familiares pagaron por su rescate, finalmente la chica apareció muerta este miércoles en Santiago Tianguistenco, en el Estado de México.
Éste, es un caso que trascendió, por la relación de la joven con un personaje destacado en el ámbito futbolístico internacional, pero cuántos asuntos más de personas víctimas de este mismo delito no se conocen y tampoco se denuncian.
Nunca desearía alguien pasar por un suceso así, pero sí podemos ponernos en los zapatos de las familias que lo atraviesan, el dolor que esto causa y qué decir de aquellos que sin contar con suficientes recursos económicos sufren la angustia además de tratar de reunir las cantidades solicitadas por estos delincuentes para “salvar” a su familiar.
El robo, la extorsión y el secuestro siguen creciendo en nuestro país, los gobiernos canalizan más recursos al proyecto de seguridad nacional y estatal, y a pesar de ello no se dan los frutos esperados por la población que además de llegar al hartazgo, cada vez denuncia menos estos hechos al toparse con una total incomprensión de las autoridades y peor aún trámites eternos y engorrosos que nunca se resuelven.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía reporta que al 2014, el costo nacional de la inseguridad y el delito supera los 200 mil millones de pesos, es el equivalente al 1.27 por ciento del Producto Interno Bruto, lo que representa más de 5 mil 500 pesos por persona afectada por algún incidente de inseguridad.
Según la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre la Seguridad Pública 2014, en un año se generan más de 33 millones de delitos en detrimento de 22.8 millones de personas, lo que se traduce en 1.5 delitos por cada víctima. El robo o asalto en la vía pública o en un servicio público de transporte se coloca como el delito de mayor incidencia, seguido de la extorsión y el plagio.
Las cifras son crudas y la respuesta lenta, así que mientras no participemos como sociedad para evitar estos hechos, no se podrá avanzar mucho. Tenemos que reconocer que la denuncia es vital; la inercia, la omisión o la indiferencia de nosotros como mexicanos nos han llevado a este Punto Crítico.
No nos quejemos pues si al decidir mantenernos ajenos a este escenario, las cosas siguen igual o se complican y un día seamos nosotros mismos las víctimas de algún delito.