Estimado lector, las noticias económicas y financieras del país no se ven nada bien. El tipo de cambio que parecía que había sido estabilizado en un nivel cercano a los 18.40-18.50, ha dado bandazos hacia arriba otra vez de forma importante, principalmente, por la debilidad de la balanza comercial de México y por la posibilidad de que el país entre en una recesión por todos temida, ya que están varios sectores económicos en franca desaceleración. Y los sectores que están en crecimiento no alcanzan a dar la fortaleza al país después del boquete que ha sido el efecto del petróleo y la caída de su precio. La buena noticia es que ya se compraron coberturas para el precio del petróleo para el año siguiente, a un buen precio, lo malo, es que el precio de esas coberturas fue altísimo. La calificación crediticia de México va a la baja, ya que las calificadoras después del 2008 se han vuelto más cautelosas, y ante cualquier “desajuste” por mínimo que sea, prefieren sobre reaccionar a quedarse impávidas. El fantasma de la deuda total del país, que aún es manejable por estar debajo del 50% del PIB, no deja de preocupar, ya que ha subido de forma importante, y al baja de ingresos del país, sumado a la incapacidad ya sea porque no se puede o porque no se quiere de seguir una política austera y que equilibren las finanzas, ha llevado a tomar medidas drásticas a Hacienda como aumentar los precios de las gasolinas y de la luz eléctrica para quitar lo más que pueda los subsidios que tenían las mismas y no beneficiar a algunos.
Ante este entorno, el presidente Peña quiere cambiar el formato de informe de gobierno, tratando de hacerlo más amigable y cercano al pueblo, a través de pequeñas “entrevistas” que tiene con personas que han sido beneficiarios de algún programa del gobierno, para decir “las cosas buenas no se platican, pero también cuentan”. La realidad es mucho más dura que las cosas buenas. Quiere convencernos que su gobierno si lo ponemos en una balanza es mucho mejor que malo, pero… ¿cómo convencernos de eso?
Después de ver los actos de corrupción de sus colaboradores, en los que solo con pedir perdón creen que alcanzarán la redención. Después de presenciar cómo tiene un gobierno Montessori, donde cada quién hace lo que quiere y muchos a espaldas del mismo presidente y contraviniendo las directrices de la presidencia.
¿Cómo pensar en lo bueno?
Después de ver la inseguridad debido a la delincuencia organizada que ha tenido capítulos cada vez más terribles y sangrientos, en donde las ejecuciones, secuestros, asesinatos cada vez son más mediáticos y terribles. En donde antes había cierto respeto por los menores de edad y actualmente ya se les mata con una facilidad terrible.
Después de ver como el SAT en lugar de elevar la productividad de las empresas, la va llevando hacia abajo con imposiciones más rígidas, con situaciones más complicadas y con terrorismo fiscal a ultranza, a la vieja usanza. Los contadores ya no pueden acompañar a sus clientes al SAT, ya que si lo hacen, serán “invitados” a salir de allí, porque los asesores del SAT por eso están allí para “ayudar” a los contribuyentes, y una vez que los tienen allí los hacen firmar cosas de las que después se arrepienten.
¿Cómo hablar de las cosas buenas del gobierno, después de ver el enfrentamiento que tiene con diferentes sectores?
El enfrentamiento con los grupos conservadores -Iglesia católica, por un lado, y los sectores minoritarios lésbico-gay-transexual y conexas (ya no sé qué otra letra le hayan agregado esta semana)- por una pretendida imposición de reglas que quizá son más de semántica que de fondo.
El enfrentamiento y arrodillamiento de la SEP ante la CNTE que ha dejado virtualmente sin efectos una de las reformas más cacareadas por el presidente, la Educativa, que parece ser que habrá dos raseros para poder llevarla a cabo, en donde se aplicará en algunos estados y en otros no.
Cuando las famosas reformas estructurales no han llevado a la economía familiar beneficios, el famoso “pagaremos menos por las gasolinas y la luz” se convirtió en un sueño guajiro de un presidente, que ha llegado a este punto, contrario a sus antecesores priistas, desprestigiado, con el mínimo de aceptación, derrotado y lo peor, ciego ante lo que debe hacer y lo que está haciendo.
Señor presidente, está bien de que hable de las cosas buenas, pero también le exigimos, que nos diga cómo vamos a ir adelante, como vamos a enfrentar el incierto futuro, y, sobre todo, que hable con la verdad.