El sábado 10, así como el pasado 24 de septiembre, tomaron la calle quienes no acostumbran hacerlo por las otras razones o motivos que aquejan a este país sino, esencialmente, para negarle un derecho a una minoría de la población. Una lectura fodonga o comodina verá en esto la confrontación entre extremos o entre posiciones más o menos extravagantes; entre conservadores persignados y coloridos radicales anti-conservadores cuando, en el fondo, es un asunto que a todos atañe pues lo que pone en juego son definiciones básicas sobre los principios que nos gobiernan: un Estado laico u otra cosa definida desde pronunciamientos que trascienden la polis, la condición de ciudadanía y la república misma.
En el trasfondo subyace si lo que define nuestra convivencia son decisiones humanas o supra humanas. Estamos pues ante una confrontación que nos toca a todos, estemos o no involucrados en el perfomance que sucede en la plaza pública. Ya ha pasado en otras ocasiones. El pronunciamiento sobre la igualdad ante la ley de la minoría negra en Estados Unidos terminó definiendo su Estado Moderno. Quienes quedaron involucrados en su guerra civil (1861-1865) no fueron nada más esclavistas y pintorescos militantes antiesclavistas: fue la población toda. El drama de las minorías obliga tarde o temprano a pronunciamientos mayores entre quienes comparten una nación.
Se dice que el Frente Nacional por la Familia (FNF de aquí en adelante) movilizó más de un millón de personas. Es posible que así fuera y también, hay que mencionarlo, haciendo uso del derecho legítimo a manifestarse, ejerciéndolo de manera ordenada y no vandálica. Pero más allá de las formas, al manifestarse no sólo contra la iniciativa de ley sobre matrimonio igualitario promovido desde la presidencia de la república a mediados de este año sino, asimismo, contra una resolución de la suprema corte de justicia de la que parte esta iniciativa (resolución en la que se establece que la Constitución de la República no define al matrimonio exclusivamente en términos de pareja heterosexual y que, tampoco, su fin único y exclusivo sea la procreación) se convierte de facto en un movimiento que se declara en rebeldía, no sólo frente a una ley específica y el gobierno que la sustenta, sino frente al Estado mismo. Son nuestros “rebels” confederados. No es precipitado pensar de pasada que haya una tercera rebelión en curso orquestada por la jerarquía católica mexicana contra el pontificado de Francisco, quien notoriamente se ha apagado desde que visitó México. Por ello, no está de más preguntarse si los movilizados están plenamente conscientes de la magnitud de su rebelión.
Es posible también que desde la perspectiva de la Iglesia mexicana y otras iglesias cristianas que en esto la acompañan lo que se presenta como una defensa sea, en realidad, una ofensiva cuyo objetivo estratégico es la educación pública, de la que nunca han aceptado su carácter laico. La consigna movilizadora del FNF “no te metas con mis hijos” es tan efectiva como demagógica en la medida en que en ninguna parte de la iniciativa de ley hay tal cosa que sugiera o siquiera insinúe que los alumnos en las escuelas públicas serán inmersos en la subcultura gay, pero tal gancho no deja de confesar la meta que se tiene por delante. Dios salve a las iglesias de salirse con la suya en esta, porque habría que ver que se pongan de acuerdo en qué tanta instrucción católica o evangélica habrá de impartirse o, una vez abierta la caja de pandora, cuántas denominaciones tendrán derecho al pupitre del profesor ¿también, los testigos de Jehová y, por qué no, el Islam? ¿Cómo decidirán las iglesias cuál será la religión natural, ya que insisten que no se puede ir contra natura?
Pero el problema no son sólo las confusiones y contrasentidos de un movimiento básicamente visceral. Si la educación puede hacer a un niño o niña gay ¿cómo se explica en primer lugar que aparecieran los gays en este mundo cuando se concede que la educación nunca ha abordado hasta ahora el asunto de las preferencias sexuales? Si se teme que una pareja pueda forzar a un hijo adoptado a hacer suya su preferencia sexual ¿Cómo se explica entonces que todos los gays que en el mundo fueron y son surgieron de parejas heterosexuales, contraviniendo los deseos de sus padres? ¿No son los gays la prueba más fehaciente de que el adoctrinamiento en favor de cierta sexualidad, provenga éste de la familia, escuela o sociedad es algo más bien inútil? Tampoco el problema del movimiento se reduce a confundir familia con matrimonio, o matrimonio con prácticas sexuales ¿Le consta al FNF que no hay sodomía entre parejas heterosexuales, más aún, entre matrimonios de hombre y mujer?
El problema mayor no es siquiera que quienes conforman el FNF se sientan afectados por el afecto que otros se tienen -lo cual de suyo ya es algo bastante anticristiano- sino que dan un paso más allá que empalma con el momento Trump, mismo que ha puesto en la agenda el odio a los colectivos humanos: allá inmigrantes y minorías étnicas, aquí los gays y todo lo que se inscriba bajo el arco iris. Dirigentes del FNF e iglesias podrán negar farisaicamente que esa sea su intención, pero no se puede repudiar las parejas gay (sean parejas casuales o estables) sin repudiar a quien decide conformar una pareja gay ¿no se supone que es justamente eso lo que hace un gay? Además ¿No en el hecho de temer que una pareja o un sistema escolar reproduzcan más gays se está diciendo que es una condición que hay que evitar por indeseable? Ahí está el repudio a los miembros de un grupo básicamente por lo que son. Vaya momento que eligieron iglesias y seglares cuando lo que menos falta le hace a este país, desgarrado por la violencia, es añadirle demarcaciones grupales. En el caso de la Iglesia mexicana no puede ser más obvio cómo trata de exorcizar sus demonios proyectándolos en la sociedad toda. Es en la Iglesia católica, en donde por sus perfiles de reclutamiento, secrecía y represión de la sexualidad hasta pervertirla, en donde la homosexualidad y la pederastia han ido de la mano, de modo que las equipara indistintamente como si esa fuera la norma de su domo anaeróbico. Bien lo dijera Carl Jung: quien odia proyecta en los otros lo que más teme de sí mismo. El FNF no deja de ser el vehículo del auto exorcismo y golpes de pecho de una Iglesia que se cree culpable en lo que se equivoca (que atraiga más homosexuales que otras vocaciones) y que se piensa inocente exactamente en lo que no es ni nunca podrá serlo (fomentar una cultura institucional propicia para la pederastia y su encubrimiento).
Las religiones organizadas son fenómenos complejos. Las instituciones no son teoremas matemáticos, acaso las únicas creaciones humanas exentas de contradicciones. Las principales religiones del mundo lo son por haber tenido su gran momento creador y civilizatorio. Surgiendo primero como sectas, en algún momento histórico dieron sentido a la experiencia del conflicto y la convivencia de un grupo social más amplio, a la vez que una salida a las tensiones de la psique individual y colectiva, dando así lugar a una suerte de big bang cultural que se extendió por centurias. Es cierto, iban cabalgando y con espada desenfundada: no todo era ganar conciencias y corazones, pero hay un momento en que tal impulso se agota y entra primero en letargo y luego en modo defensivo una vez que queda claro que, a futuro, no habrá más expansión sino pérdida de territorios, sean físicos o simbólicos. Un signo revelador de decadencia de las iglesias radica no sólo en que cada vez atraen y retienen menos talentos en sus jerarquías y estructuras, sino cuando el odio comienza a ser su actitud dominante. Es en ese momento cuando el proceso se revierte, o retorna a la mentalidad de secta, pero ahora del tipo duro e inhumano, que desconfía de todo y de todos, de su tiempo y de su mundo: es cuando el genio creativo se ha agotado y todo se torna en sospecha y resentimiento. Esto le ha sucedido al Islam, una religión importante, ahora a todas luces enferma. El judaísmo asimismo se ha tornado más sectario que nunca alienando a los judíos seculares, sea dentro de Israel o en la diáspora ¿Será ese el destino del cristianismo y en particular de la Iglesia católica? Más allá de la especulación, es hora de entender de nueva cuenta la razón de ser del Estado laico.
La misión del Estado laico no es ciertamente garantizar que todos nos amemos; no se trata de abrazar esa demagogia del alma o falsa psicología. Como bien observara Borges, el verbo amar no tolera el modo imperativo. La misión es más bien otra, proscribir el odio, si no de los corazones, al menos de la esfera pública; evitar que la contamine, la defina y la domine. Las religiones ya no pueden garantizar eso. El pacto de convivencia es un pacto netamente humano; no puede provenir de la revelación pero tampoco refundarse en un supuesto saber superior como primero lo pretendió Platón y luego Hegel y Marx en la era moderna. La convivencia es un principio antes que una verdad, anclada en la conciencia de lo que puede desgarrar al mundo. A los buscadores de grandes verdades les parecerá poco, pero uno de los grandes logros históricos es entender que la convivencia está en las manos de los seres humanos de todos los días y que lo que la hace posible necesita afinarse y revisarse cada vez que sea necesario hacerlo. Ni revelación ni grandes conocimientos nos liberan de esa responsabilidad que le da su fundamento a nuestra libertad. Ni dioses, ni profetas. Sólo somos nosotros, ante nosotros.
me parece muy bien su articulo visto desde el punto de vista mundo y como sabe usted que la psicologia de dios es falsa, es muy probable que haya estudiado a grandes filosofos pero al fin y al cabo son pensamientos humanos, para entender a dios hay que estudiar a dios y conocer su doctrina antes de criticar a cualquier religión, usted al igual que tantos periodistas se justifican con sus pensamientos humanos, es verdad que somos libres y que cada ser humano hace lo que quiere, ese es el problema en este mundo por eso existe la degradación en nuestra sociedad y en cada una de nuestras familias se han perdido los valores, porque la mayoría de la población se deja llevar por todo lo que nos dicen en sus periódicos en la radio en la televisión somos rehenes de la sociedad, pero cuidado y pienses diferente que ellos porque te tachan de fanático de dios, puedes se fanático de otras cosas pero no de dios, y piensen que todos tenemos errores, le pese a quien le pese y la verdad absoluta solo la tiene dios.
Gracias Manuel por leer el artículo con atención y disentir civilizadamente. Estoy plenamente consciente que no le ha de gustar a todo el mundo. Aprovecho para decir que no soy periodista. Me dedico a otra cosa y solo escribo esporádicamente. Un saludo.
Para mí está claro, Dios muchas veces no es lamentablemente el reflejo de su Iglesia que también como toda organización humana puede ser errática como se ha demostrado a través de los siglos
Soy una creyente, creo en Jesucristo y nunca lo negaré, pero también entiendo que más que nunca y como dice el autor; independientemente de la religión que profesemos que también nos obliga, estamos asimismo obligados a no convertirnos en el brazo armado contra derechos de otros. Estoy segura y consiente que entenderlo no hará que los valores se pierdan, la pérdida de valores va más bien de la mano de nuestras actitudes y debilidades destructivas más que de nuestras creencias religiosas ( con algunas excepciones como el Islam)
Excelente artículo, claro y fundamentado !
Aun no comprendo del todo lo que está sucediendo:
1.- En las marchas del bautizado FMF había mas homosexuales a favor de la familia que los verdaderamente pocos que se expresaron en contra de ella.
2-. Los paladines de la tolerancia, respeto y diversidad, no toleran ni respetan que otros piensen distinto y a recurrir a CONAPRED se ha dicho.
3.- Una prensa muda ante un hecho cívico como nunca en la historia de nuestro país.
4.- Un estado laico en el que se quiere imponer una nueva ideología, ¿acaso laico no es sinónimo del respeto de las creencias de todos?