Concierto para piano y orquesta No. 4 – Enrique Peña Nieto / El Foro - LJA Aguascalientes
16/04/2025

Inspirado en el poema “Vamos a perder la Presidencia de la República en el 2018” de Enrique Ochoa, el presidente presentó su concierto para piano y orquesta No. 4 la semana pasada, mismo que a continuación me permito describirle al lector, movimiento por movimiento.

  1. Moderatto El concierto comienza en Sinaloa el lunes 29 de agosto. En el marco de la inauguración del Hospital Militar de Mazatlán, el presidente buscaba iniciar su concierto con una serie de acordes en piano suaves, que introdujeran la semana de su informe de forma armoniosa: inaugurando un hospital, reconfortando a la nación por la muerte de Juan Gabriel, haciéndole saber a los mexicanos que ahí, en Sinaloa, los niveles de violencia habían disminuido tal y como prometía su Plan Nacional de Desarrollo en su eje “México en Paz”. Parecía que ese bello piano lograba el objetivo de borrar de la memoria del auditorio el plagio de su tesis, la y el crisis magisterial aumento de la deuda; pero una inestable introducción de la orquesta desequilibró la armonía: Donald Trump visitaría los Pinos.
  2. Adagio Sostenuto El presidente de la República tuvo la gran idea de invitar a Donald Trump a su concierto y lo puso al timbal. Al sujeto que ha humillado un vez tras otra a la cultura mexicana, que nos ha dicho desde ladrones hasta violadores, que nos pone al nivel de los terroristas de medio oriente, que nos ha señalado como enemigos públicos de Estados Unidos; a ese mismo sujeto se le dio trato de jefe de Estado, utilizó el hangar presidencial para su llegada, dio una conferencia de prensa en conjunto con el jefe del Ejecutivo, sólo respondió preguntas en inglés y de periodistas americanos. Ancho el hombre.

El presidente no tuvo la decencia de solicitarle en su propio país, una disculpa pública al tipo que ha atacado sin medida ni escrúpulos a los millones de mexicanos que viven en Estados Unidos. Al presidente le temblaban la voz y las piernas de la conferencia de prensa mientras decía “disculpe usted los malos entendidos, señor Trump, somos unos mal pensados”. El presidente permitió que Trump viniera a nuestro país, a pararse en la sede de nuestro gobierno, en nuestras hermosas palestras a decirnos en nuestra cara: el muro va. El presidente trató de nombrar diplomacia a la falta de valentía, y la horda priista lo respaldó.

¿Diplomacia? Diplomacia hubiera sido dialogar con el o la presidente electo de los Estados Unidos una vez pasada la elección. Diplomacia hubiera sido pedir, respetuosa y enérgicamente una disculpa pública a todos los mexicanos por parte del Tirano Naranja. Diplomacia la de José Luis Rodríguez Zapatero y el rey de España Juan Carlos en 2007 cuando en la XVII Cumbre Iberoamericana el entonces presidente de Venezuela, Hugo Chávez, atacó a España por su posición ideológica ante el Golpe de Estado en Venezuela en 2002. Chávez despotricó contra España en ese momento, los llamó fascistas, golpistas y demás. Zapatero dijo una sola frase: “Exijo respeto para el pueblo español”. Eso era todo lo que le pedíamos al presidente, que exigiera respeto. No le pedíamos un “¿por qué no te callas?” como lo dijera el rey Juan Carlos I. Bastaba con exigir respeto y entender que la diplomacia se hace entre Estados, no entre políticos.

III. Attacca Súbito Tras las opiniones encontradas entre los que decían que la invitación a Trump se trataba de un movimiento diplomático magistral del Gobierno de la República, que después de esto Trump cambiaría su discurso y los que se encontraban indignados por la visita y que sostenían que los tiranos no cambian, sucedió algo que acabó con el discurso priista: en Arizona, horas después de su visita a México, the Donald dijo: “México pagará por el muro. Ellos aún no lo saben, pero lo pagarán. El cien por ciento”. A veces no es chairísmo, a veces es sentido común.

  1. Allegro Scherzando Para culminar de forma sublime el concierto, el movimiento final en paralelo: la presentación del informe en el Congreso de la Unión y en Palacio Nacional. Por un lado, el informe fue destrozado por la oposición en el Congreso. Por el otro en un intento por recuperar popularidad (aunque insista en que no gobierna en función a los niveles de aprobación), Enrique Peña Nieto rindió su Cuarto Informe de Gobierno de manera distinta a como se estilaba en Los Pinos: mediante un foro con la presencia de jóvenes de diversas partes del país que le hacían preguntas al ponente (el presidente) respecto de su gestión. La idea es bastante buena de no ser porque los jóvenes asistentes eran, como lo demuestran muchas de las fotografías que circulan por redes sociales, afiliados al Revolucionario Institucional, egresados de la Escuela de Cuadros del PRI y funcionarios de gobierno. Y que el lector no se confunda, no digo en ningún momento que los jóvenes afiliados del PRI no merezcan respeto, no sostengo que no tengan capacidad crítica, ni los vamos a atacar con la ridícula frase de la torta y el frutsi. Lo único que se argumenta es que si se le quiso dar autenticidad al Informe de Gobierno tratando de presentar un formato crítico para redimirlo con los millenials, no lo haces con jóvenes de tu partido. Pierde toda legitimidad, la imagen se diluye, da la impresión de ser una farsa. Si se hubiera anunciado una “Charla con jóvenes priistas” nadie se molestaría, pero se anunció como un foro “innovador y crítico” de lo que no tuvo nada. Nada sobre los indicadores de desempeño del Plan Nacional de Desarrollo, nada sobre la política monetaria y el posible aumento de las tasas de interés, nada sobre el incremento de la deuda al 47.6% del PIB, nada sobre la falta de gobernabilidad, nada sobre la labor de la PGR/Fiscalía en el caso de Duarte, nada sólido, sólo un mero ejercicio simulado en donde el sólo de un joven diciendo “señor presidente, a usted le debemos todo”, fue lo que terminó de reventarnos los tímpanos.

Acabado el concierto, quedamos aturdidos. Salimos del auditorio y decimos “fue pésimo, la música espantosa, la composición muy forzada, quiero que me devuelvan mi dinero, ¡qué falta de respeto!”. Y bueno, yo sólo espero que esa sensación nos dure de aquí al 2018.


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