A decir de las encuestas en donde ubican al presidente Peña Nieto con los niveles de popularidad más bajos en la historia de las mediciones presidenciales, con menos del 20 por ciento de aprobación, al titular del Ejecutivo, parece traer la batería baja.
El asunto no es menor, porque basta con analizar la caída de la popularidad presidencial, para advertir que será bastante difícil que concluya su gestión con una buena imagen.
La visita del enemigo número uno de los mexicanos, Donald Trump a Los Pinos, causó tal indignación entre la población, que lo mismo en la calle que en redes sociales, fustigaron fuertemente al presidente, al grado tal que, en vísperas de su informe presidencial, no se habló de otra cosa que de la recepción del candidato republicano de EU en Los Pinos, y de la miopía presidencial de su agenda política internacional.
Los mexicanos apenas estábamos digiriendo el tema del plagio (confirmado ya por la Universidad Panamericana) de una parte de sus tesis para graduarse como licenciado en Derecho, cuando se echa él mismo a cuestas el tema del magnate norteamericano que quiere ser presidente de los Estados Unidos Mexicanos.
La reflexión es simple: la baja popularidad no solo es la opinión negativa que pueda tener el presidente de la república, sino que se traduce, en términos políticos, en una ausencia de legitimidad frente a los ciudadanos que gobierna.
¿A quién le conviene tener un presidente débil?
A nadie, en su sano juicio, le conviene que un presidente en nuestro país, esté a tal grado debilitado.
Cuando un presidente como Peña Nieto, no cuenta con el respaldo de sus gobernados, las acciones de Estado se vuelven mucho más débiles y altamente vulnerables.
Como ejemplo, el caso de la Reforma Educativa y la CNTE. De haber tenido mayor legitimidad, la fuerza del Estado se habría dejado sentir en el tema referido, y las cosas habría tenido otro cauce totalmente diferente y bastante muy a favor.
Dicen que las comparaciones son odiosas, yo digo que nos permiten analizar mejor los fenómenos. Felipe Calderón mantuvo prácticamente intacto su respaldo ciudadano. Inició en los rangos del 67 % de aceptación y terminó con ese mismo capital político.
¿Hizo bien las cosas? Por supuesto que hubo de todo, aciertos inobjetables como errores que están ya en los anales de la historia. Una guerra contra el narcotráfico que no solucionó el problema y que a cambio, generó una enorme cantidad de sangre derramada, sin embargo, esos errores no hicieron mella a la hora de gobernar, porque al final de cuentas, tuvo siempre el respaldo popular.
Ese es el punto, Peña Nieto, tiene grandes aciertos pero graves errores, pero el no contar con el respaldo de la opinión a su favor, complica más cualquier acción, por legítima que sea, que emprenda. Así las cosas.